• Sergio Mastretta
  • 14 Marzo 2013

Los trabajadores de la tierra

Oaxaca es un regalo para la vida

Hace siete años, cuando Bárbara Campbell conoció Oaxaca, comprendió que ese mundo de luz transformaría su experiencia artística. Año tras año, y con la colaboración de Javier Cervantes, los bocetos de sus cuadernos realizados en los pueblos del sur, particularmente en la costa juchiteca, se convirtieron en figuras de arcilla con las que experimentó técnicas cerámicas muy distintas a su experiencia artística en Oregon, Estados Unidos. En esos viajes, los dos artistas recolectaron arcillas de todos los rumbos oaxaqueños, y con ellas decidieron plasmar el impacto que este territorio histórico de enorme fuerza cultural provocó en la ceramista norteamericana.



Desde hace veinticinco años Bárbara trabaja como ceramista en la pequeña ciudad de Corvallis, especializada en cerámica utilitaria producida en hornos de leña, con la técnica conocida como “hornos anagama”, de tradición japonesa, con la consistencia de la porcelana. “Obras de arte con las que tomar un café o echarte un mezcal”, dice esta mujer de manos delicadas pero capaces de transformar la arcilla en corazones, biznagas, mujeres pájaro, mujeres milenarias y platicadoras, manos que traducen la resonancia que este mundo originario ha dejado en su corazón.

--Tuve un maestro cuando yo tenía quince años --cuenta--, iba en la preparatoria. Toqué el barro. Así que primero me hice ceramista. Después estudié antropología en la universidad.

“Conocí los hornos anagama, los vi encendidos en la noche, cuando ya llevaban horas, fue una experiencia muy fuerte. Me asomé en su interior, pude ver una serpiente de fuego que se movía. Ahí dije, ¿cómo es posible? Yo quiero hacer esto… Ví lo que hacían con esos hornos, una cerámica muy orgánica, muy bonita. Conocí lo que hacían estos maestros de la leña y el fuego. Lo que han logrado hacer es una mezcla de cerámica utilitaria y obra de arte. Se busca que la gente disfrute de su café, de su mescal con una pieza bella, una obra de arte para la vida cotidiana de la gente. Después empecé a hacer escultura, algo ya no tan figurativo como la cerámica anagama.”

--¿Qué pasó cuando conociste Oaxaca?

--Mi vida cambió. Mi vida se transformó. Primero por el amor a Javier, y luego por la gente, por la luz, por la comida, por los sonidos, por la energía. Es mi lugar. No sé…

--¿De dónde brotan los rostros de estas mujeres? (las piezas que se exponen)

--En Juchitán, ahí encontré la cerámica prehispánica, esa fue mi resonancia. Ahí vi figuras de los antiguos, y no sé, brotan de mis manos. Cuando vengo a Oaxaca dibujo mucho, objetos, rostros, paisajes, y escribo ahí sentimientos, palabras.

--¿Qué ocurre cuando estás en el taller, con la arcilla en las manos?

--El barro aquí es diferente. De distintos barros tienes un carácter, una habilidad, una plasticidad, cada uno la tiene. Una textura para algo específico. La porcelana tiene otras características, es más como mantequilla. El barro de donají zapoteca es más grueso, es más antiguo. Mi obra entonces va en esa dirección. Javier me preguntó, ¿por qué no haces estas mujeres en Oregon? Le digo, no es posible. Aquí está la comida, los mangos, las tlayudas…

--¿Te sientes más libre en México?

--Sí, en partes. Pero esa sensación de libertad también la vivo en Oregon, el mío por allá también es un mundo silvestre. Pero la energía en Oaxaca, la energía de un lugar antiguo es mística, muy sensual, muy espiritual. En Oregon todo está más solo, es muy diferente.

--¿Te impulsa el ruido mexicano?

Sí, es el color de la naturaleza, el color de la gente, me gusta muchísimo. Esta obra que presentamos tiene tierras que colectamos de distintos lugares de Oaxaca.

--¿Por qué los corazones?

El título es “¿Qué horas son, mi corazón?” Es la pregunta por la vida, esa es la pregunta más importante que nos hacemos, qué horas son, mi corazón, qué quieres hacer, qué quieres vivir.

--¿Tus emociones logran moldear la tierra?

No sé cómo contestar, ahí están las piezas… La exposición es fuerte. Cada quien ha seguido un largo camino para llegar aquí, cada quien con sus materiales. Los materiales antiguos son un regalo de la tierra, la grana, la arcilla, son la vida.

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