Prendidas a la tierra, son parte de ella. Aparecen aisladas, o forman juntas un pequeño caserío. Son las casas campesinas. Es la arquitectura rural en la Sierra Norte de Puebla. Esta secuencia fotográfica, presentada en orden alfabético, va desde el pueblo de Ahuacatlán, sobre la carretera interserrana, hasta Zapotitlán, a la orilla del río Zempoala. Y pasa por La Cañada en Tetela, el lomerío de Xaltetempa, la meseta de Ixtepec, el cañón de Huitzilan o los desfiladeros de San Simon, Tepetzintla, Tepango o Amixtlán.
Armónicas, igual de adobe y teja, de madera o piedra, todas alumbran el horizonte en tonos blancos y rojizos. Son techumbres que han resistido la tentación de la losa plana y triste, más útil, sin duda, reflejo de la transformación social y económica de los pueblos de las montañas. Entre más pequeña la villa, entre más aislado el caserío, más se encuentra esta memoria de una sierra que ya no es, pero que permanece, sin embargo, inalterable.
Son las casas campesinas, atadas a la nube fugaz del tiempo, con su teja húmeda entre las arboledas de frutales y los sembradíos breves. Asomadas a la profundidad de los barrancos, forman parte vital de un paisaje histórico-cultural que resiste el acoso de la modernidad, y sí, se reinventa.
(Con fotos de Mariana Mastretta, María Bretón y Mundo Nuestro)