Los trabajadores de la tierra
El viejo anhelo por controlar el fuego
Como en las antiguas leyendas, la obsesión por el fuego. El artista depende del fuego, y lo sabe y recuerda cada vez que abre la puerta del horno, todavía calientes sus paredes, y descubre lo que al final el azar le ha permitido crear. La cerámica del artista, igual una escultura abstracta que una vasija utilitaria, determinada por la inventiva propia del fuego.
Javier Cervantes, compañero y colega de Bárbara Campbell, mantiene siempre la mirada serena del hombre que sabe que no basta la pericia más lograda para realizar lo que ha imaginado. Es una mirada curtida y sabia, extraída de la arcilla con la que ha compuesto su mundo de vidrio colorido. Y con ella expone en esta conversación lo que significa para un ceramista esta relación florida entre la tierra y el fuego, esta conversación nunca acabada entre los materiales y su ornamentación.
Javier Cercantes (DF, 1953) tiene cuarenta años años de experiencia y como ceramista es uno de los artistas mexicanos más reconocidos, con más de cuarenta exposiciones individuales y colectivas. Los murales “Retablos en cerámica”, en el Jardín de las Esculturas de Xalapa y en el Museo Franz Meyer, en la Ciudad de México, dan cuenta de la riqueza de su obra escultórica.
Y con esa mirada larga, nos ofrece en esta conversación su perspectiva de la obra de Bárbara Campbel, la ceramista norteamericana a la que acompaña en esta exposición Piel de Tierra Siete, en la galería 2 AMMAT de Oaxaca.
Javier Cervantes, ceramista mexicano
--¿En la escultura has encontrado tu mejor expresión como ceramista?
--Sí. Es a partir del material que te da la pauta para ir hacia lo tridimensional. Inicialmente lo hacía a través de los murales, pero manejando el material me fui poco a poco acercando al volumen, hasta que encontré que también era posible hacer escultura con arcilla. Por más de treinta y cinco años estuve trabajando con arcillas, no solo con las rojas, sino también con arcillas de alta temperatura. Y nunca pensando en mezclar con otros materiales.
--En el lienzo, en el momento de manejar materiales como la grana, el azar se convierte en un elemento principal, ¿en qué medida pasa eso con las arcillas y el fuego?
--Al igual que en todas las técnicas para trabajar madera, pintura, o escultura en bronce, en la cerámica en concreto sí hay cuestiones que uno puede controlar, pero el horno es un factor en el que el azar puede intervenir y hacer de la superficie de mi escultura una maravilla o hacer cambios que algunas veces pueden ser aprovechables, pero el azar está ahí, aunque tenemos control de nuestras técnicas, tiende a ese factor, y yo lo considero importante. Un poco más de reducción en el horno, un poco más de vidriado, un poco más de engobe, cambia totalmente tu proyecto.
--¿Podrías decir entonces que el horno del ceramista tiene vida propia, que toma sus decisiones?
--Sí.
--El fuego o la tierra, ¿qué es lo que más pesa?
--Definitivamente las arcillas son muy importantes, las arcillas y las técnicas, dependiendo de la temperatura de cocción las cualidades del material a usar para un proyecto escultórico. Se puede trabajar arcillas de baja temperatura, por ejemplo, terra sigilata, simplemente un engobe que se aplica a la superficie que se puede pulir y tener una superficie impecable. Si no tuviéramos las arcillas que se requieren para esos acabados, no serían posibles. Es decir, no sólo es el factor fuego, para mí primero, definitivamente, las arcillas. Ellas me llevan a las técnicas a utilizar.
--Qué es más manejable, la arcilla o el fuego, ¿llegan a controlar el fuego?
--Ese es el atractivo para nosotros los ceramistas, lo controlamos en alguna medida, pienso en el caso de los hornos anagama (técnica japonesa para la producción de porcelana en horno de leña) pero siempre pasa algo, que si abres una mirilla al horno, que si está requiriendo más madera, todo determina cambios en la superficie de las piezas. Hay un control, por supuesto, pero el fuego hace cosas dentro del horno. Por eso es muy atractivo.
--Dice Emma Yanes, ceramista colega tuya, que hay un diálogo entre la técnica y la ornamentación…
--Definitivamente, por ejemplo, determinadas arcillas funcionan a ciertas temperaturas, y uno lo sabe, pero el horno hace lo suyo, la arcilla y el fuego son elementos que dependen uno del otro para solidificar las esculturas las vasijas que uno pretende en el horno.
--El artista, con el paso del tiempo, no solo va controlando sus técnicas, no solo va conociendo las posibilidades que los materiales le arrojan, sino que también se va conociendo a sí mismo, y su experiencia lo va transformando. ¿Cómo valoras tú la transformación como artista de Bárbara Campbell por su experiencia en Oaxaca?
--Es muy interesante, en Bárbara hay una transición curiosa, ella tiene una producción de cerámica utilitaria con cuerpos muy blancos, y también la porcelana, en Estados Unidos, muy diferente a la que ha producido aquí. Le pregunto, ¿por qué no haces en Estados Unidos lo que haces en México? Su respuesta es muy sencilla, “no es México”. Aquí ella se siente libre de trabajar con las arcillas, ya no tiene el compromiso de elaborar aquellos objetos utilitarios. Ella puede hacer esas transiciones a Oaxaca. Ella tiene información de las arcillas, lo ha reflexionado, pasa de técnicas y arcillas de baja temperatura a las de alta, y su transición va hacia objetos más escultóricos, más experimentales y con un carácter y estilo bien propios. Siete años de visitas cortas a Oaxaca dan este resultado, un trabajo propio y coherente, sin desconexiones, hay un diálogo entre sus piezas.
--Cuál es tu participación en la exposición, particularmente para entender el desarrollo de Bárbara en el manejo de estas técnicas?
--Trabajamos con terracotas que se utilizan para hacer la talavera que se produce en Guanajuato. Yo lo que hice fue ahumar estas talaveras, no hay vidriados. Hay una conexión entre nosotros. Los dos vamos a nuestras respectivas áreas creativas, y desde ahí hay un diálogo.