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Si metes la mano en una cubeta con agua fría, tras el sobresalto inicial, tu piel se acostumbrará a la baja temperatura. Pero si un rato después metes también la otra mano, tu cerebro te dirá que con esa mano el agua está más fría, aunque sea la misma cubeta. Todas las situaciones que experimentamos por primera vez podemos, por un tiempo, percibirlas de una manera “fresca”, pero tarde o temprano nos adaptamos a ellas y terminan resultando familiares. De alguna manera, nuestra percepción de la realidad logra siempre adaptarse a los estímulos del entorno hasta convertirlos en algo normal.

 

La manera en que entendemos nuestra vida diaria, tiende también a la costumbre, al continuo de los días. Las vivencias se repiten en un murmullo monótono y los días se hacen borrosos, parecidos, olvidables, pues la mente se acostumbra y se entume, como las manos en agua fría. La vida moderna de muchos de nosotros está cargada de decibeles permanentes que sólo han elevado el umbral de ruido: máquinas, voces, pantallas, traslados, reuniones, tareas, pendientes, cansancio. Rodeados de tantos estímulos, paradójicamente, vivimos adormecidos.

 

El fin de semana tuve la oportunidad de arrancarle a esta carrera cotidiana una pausa para viajar a un lugar lleno de magia y espinas. Enclavado en la reserva de la biósfera Tehuacán-Cuicatlán, se encuentra el jardín botánico comunitario “Helia Bravo Hollis”, un espacio magnífico para visitar que nos permite interactuar con un ecosistema semidesértico de brutal belleza. Caminar por sus senderos entre cactáceas columnares gigantes, descubrir las maravillas que ocultan estos seres llenos de espinas, sentir el calor ardiente con el sol a plomo sobre los hombros es todo un viaje que vale la pena realizar. 


En el parque es posible rentar cabañas o un espacio para acampar y, así, experimentar tanto el día como la noche en medio de parajes que parecieran de otro mundo, sobre todo para terrícolas entumecidos con la vida en la ciudad. La zona ofrece diversas actividades y experiencias memorables para todos los sentidos.


Jardín Botánico Helia Bravo Hollis


Caminar en este lugar es desconcertante por su belleza y por lo inhóspito de su flora espinosa. El calor y las espinas son un recordatorio de lo vulnerables que somos, y me permitieron espabilarme de la modorra de vivir en la comodidad urbana. 


En medio del recorrido, mientras caminábamos, mis compañeros de viaje y yo, por el lecho seco de un río, nos asaltó la sensación más extraña y deliciosa que habíamos experimentado en mucho tiempo; el viento cesó y el silencio nos envolvió por completo. Un silencio profundo, espeso, que me dejó a solas con los latidos de mi corazón. Un silencio total a cielo abierto que nos trasladó de inmediato a otro planeta, uno solitario y vacío de humanos, donde la vida fluye en otro tiempo y lo ha hecho por milenios.



Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán


Respirar y descubrir en compañía de otros viajeros te da nuevas perspectivas de las cosas y de ti mismo. Como meter la mente en agua fría para recuperar por un momento los ojos nuevos y una oportunidad para desacostumbrarte.



Cuchama al ajillo, agua de garambuyo y mezcal de pichomel - Restaurante Itandehui de Zapotitlán de las Salinas.


Hay mucha información en internet sobre las maravillas que ofrece este lugar ubicado a tan sólo 145 kilómetros de la ciudad de Puebla. www.mexicodesconocido.com.mx