• Benjamin Blonder
  • 22 Diciembre 2014
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Benjamin Blonder es un ecólogo estadounidense que estudia la fisiología de las plantas. Recibió su doctorado en la Universidad de Arizona. Es gran amante de todas las montañas.



La primera cosa que noté durante mi visita a Puebla fue el polvo. El polvo tiene varios orígenes. Los campos sin cultivos. El desierto. El activo volcán Popocatépetl. Los dos millones de habitantes de la ciudad, y sus automóviles. El aire es muy seco en el invierno, y entonces el valle se cubre por una capa amarilla y gris.



Mi amiga Alicia, una ecóloga mexicana, me invitó a una aventura lejos del polvo. Fuimos a subir el volcán La Malinche (Matlalcuéyetl) que se eleva mas que 4.500 metros sobre el nivel del mar (su nombre viene de una mujer prehispánica que se convirtió en la intérprete de Hernán Cortés). El pico es una isla en el cielo, y un oasis de aire bueno y de biodiversidad alpina.



Una cosa maravillosa sobre montañas es la rapidez del cambio en su ecología al subir. Esta montaña cambió de un bosque dominando por encino y aile (Quercus / Alnus) a uno dominado por el hermoso oyamel (Abies religiosa).



Cuando llegamos a los 4.000 metros, los abetos desaparecieron y se reemplazaron por pinos (Pinus hartwegii) y un esporádico junípero (Juniperus monticola). Para mí, recién llegado desde el nivel del mar, fue una subida difícil, pero llena de magia ecológica. 

 

Subiendo más arriba, las plantas leñosas desaparecieron por completo, sustituidas  por un pastizal que crece sobre las cenizas, dominado por Festuca y unas yerbas.

El hielo era común, probablemente por la condensación de nubes orográficas. Las sombras atraparon el hielo donde el sol no puede llegar.



Y hasta arriba, no había ningunas plantas. Encontramos nada más una vista estéril de cenizas, piedras y líquenes.

 

En la cumbre, nos pusimos por encima de las nubes en una mañana nítida y hermosa. En lugares como este, el concepto de 'isla en el cielo' es más evidente. Hablamos de montañas como islas, porque atrapan especies en sus cimas que no pueden pasar por los valles abajo. Aquí se puede ver la cumbre de La Malinche, con su caldera desplomada en frente, y el estratovolcán Pico de Orizaba (5636 m) 80 km en la distancia. Como podemos imaginar, los animales y las plantas y los microbios que viven en cada pico tienen una diferenciación genética fuerte porque están aisladas por la geografía. 




Nunca antes he visto una ilustración tan clara de las islas en el cielo, y hubiera podido quedarme ahí durante todo el día para disfrutar la vista.



Pero las nubes estaban subiendo, y la seguridad estaba abajo, y entonces bajamos.

Otra vez al polvo y desorden de la ciudad.



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