• Sergio Mastretta/Revista Nexos
  • 03 Febrero 2015

Hay muchas selvas que atentan contra la única selva que resiste en México, la Reserva de la Biósfera Montes Azules, con sus 331 mil hectáreas en la región Lacandona en Chiapas. La selva del fracaso agropecuario y la pobreza campesina, con 400 mil habitantes en dos mil 274 localidades plantadas entre 1940 y 2010 sobre 1.2 millones de hectáreas. La selva de la explotación capitalista, la de los pastizales rentados a los campesinos para la engorda ganadera y la de los monocultivos de palma africana y hule, con incontables hectáreas ejidales en la región de Marqués de Comillas vinculadas a la producción industrial. Y la selva del conflicto social, que revela la tragedia de fondo, la de los miles de jóvenes campesinos indígenas de las comunidades que rodean la única selva alta sobreviviente en México, muchachos que la miran como su única alternativa de acceso a la tierra y al trabajo.

 

Y todo atenta contra la conservación de un patrimonio natural inigualable.

 

 

Mediados de junio de 2014 en el río Lacantún. Ni luces del aguacero que en la madrugada desvencijó la techumbre de zinc en los caseríos de Marqués de Comillas, ahora nos acompaña una nublazón mustia que a ratos deja asomar al sol. Dos semanas torrenciales han dejado un río denso, una carga de agua que parece arrastrar consigo a la montaña. La lancha corre río arriba desde la estación Chajul hacia la boca del río Ixcán. Noé maneja imperturbable la embarcación; es un campesino de 43 años, licenciado en administración de empresas por la Universidad de Chiapas, y actual comisariado ejidal de Boca de Chajul. De cuando en cuando Noé se arrima a la ribera derecha y baja con dos compañeros de trabajo a desbrozar la maleza que oculta los carteles que previenen que en la ribera noroeste del río Lacantún empieza la Reserva de la Biósfera de Montes Azules, el área natural protegida más grande de la Selva Lacandona.

 

No habían podido hacerlo luego de las amenazas de algunos campesinos tzeltales del poblado de Nueva Palestina contra los biólogos de Natura Mexicana, en el marco de la presión agraria que está sufriendo la Selva Lacandona. A finales de abril de 2014 ocurrió el secuestro de Julia Carabias. El conflicto en la Comunidad Lacandona y la movilización de los pueblos tzeltal (Nueva Palestina) y chol (Frontera Corozal) derivó en los cierres de la carretera fronteriza como mecanismo de presión para lograr el reconocimiento y regularización de alrededor de mil 200 hectáreas ubicadas en el corazón de la reserva, en las que existen tres asentamientos irregulares (Ranchería Corozal, con 15 familias tzeltales; Salvador Allende, 17 familias tzeltales; y San Gregorio, 45 familias tzotziles). Nada más en Nueva Palestina viven siete mil jóvenes, hombres y mujeres, sin tierra. Sus ojos y sus sueños, como los de sus padres y abuelos que colonizaron la Lacandona miran hacia la selva.

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