• Sergio Mastretta
  • 07 Marzo 2013

Armonía queretana. Desatinos poblanos

Dos ciudades, dos centros históricos señalados como patrimonio histórico de la humanidad por la UNESCO. Querétaro y Puebla.

¿Pueden vivirse y compararse en un breve recorrido? Una y otra son ciudades viejas. Los especialistas pueden plantar sus parámetros: la calidad de las casonas, su dimensión, su destreza arquitectónica; o la potencia económica de sus centros; o su vitalidad habitacional; o sus atractivos culturales. En fin, las instalaciones históricas de estas dos viejas ciudades mexicanos.

No voy a confrontar eso. 

Es un sentimiento más elemental: la sensación de pleito en Puebla contra el sentimiento de armonía en Querétaro. Si alguna obra hicieron en su centro los queretanos, la terminaron hace tiempo; no se ven mayores planes, no hay cuadrillas rompiendo las calles, nadie cambia pavimentos ni lozas, no se ven trabajadores instalando líneas telefónicas ni cableados subterráneos, en ningún lugar instalan bolardos o jardineras. No se miran árboles talados.

Simplemente armonía, sencillez y buen gusto.

Y el mejor ejemplo está en sus muy bien dispuestos andadores. Hasta los ambulantes encontraron su lugar.

Todo lo contrario sucede en Puebla: proyectos de gobierno intrusivos y destructores (Teleférico); abismos entre lo planeado y lo construido (Sistema de Bicicletas Públicas); falta absoluta de continuidad en la planificación gubernamental de la obra pública.

Simplemente caos, desequilibrio y mal gusto.

Y el mejor ejemplo lo encontramos en el pavimento: los que tenemos memoria hemos visto cómo se ahogó la piedra en el pavimento, y de ahí a todos los modelos de adoquines, y al final todos los gustos de adocreto; hemos visto volar las lajas desalojadas por el cemento, y al final ha vuelto la piedra, también en muy variados cortes y modelos. Todo al gusto del funcionario y sus arquitectos en turno.

Dos arranques, dos destinos. Querétaro y Puebla.

En abril de 1531 el gobierno virreinal  decide construir un poblado para colonos españoles en los llanos al oriente de Cholula; su trazo estricto y la amplitud de sus calles son el fundamento de una arquitectura colonial que convertirá a Puebla en la más señorial de las ciudades de la Nueva España.

Puebla nació como una ciudad de españoles. Y en algún momento de su historia, decidió pelear consigo misma.

Ese mismo año de 1531, en julio, el cacique indígena Conin, bautizado como Fernando de Tapia en 1529, y los caciques otomíes y chichimecas resguardados en las serranías resuelven con una prueba de valentía, una batalla a mano limpia el delicado asunto del sometimiento a los conquistadores españoles; la leyenda católica imagina que el santo Santiago aparece en medio de un eclipse para terminar de convencer a los infieles; una memoria más histórica afirma que la Batalla de la Loma de Sangremal derivó luego de doce horas de puñetazos, ojos moros y narices enmoladas, en la paz que sigue al agotamiento total de los cuerpos.

Querétaro nació como una ciudad de indios. Y en algún momento de su historia decidió dejar de pelar consigo misma.

Presentamos aquí dos perspectivas. Una, la impresión que obtiene de una visita de dos días a la capital queretana el arquitecto argentino Mederico Faivre, experto en restauración de monumentos históricos en Buenos Aires. Otra, la reseña que hacen las regidoras Verónica Mastretta y Alicia Romero sobre un recorrido por el centro de la ciudad de Puebla, y que presentan en carta a los funcionarios Felipe Velázquez y Felipe Mojarro, responsables de los desaguisados actuales en el centro histórico de la ciudad de Puebla que corresponden al Ayuntamiento.

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