• Zully Flomenbaum/Revista Sin Permiso
  • 31 Julio 2014
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Al psicoanalista en Israel le toca tratar con sujetos que, cada uno en su subjetividad,  están  convencidos de que morir y matar en nombre de la patria, tiene sentido.

Tratamos con los sujetos del inconsciente, sujetos del deseo y del goce e interrogamos sobre cómo se inscriben los conflictos bélicos en su subjetividad. Para muchos jóvenes que por primera vez entran en combate, esta guerra -como todas las guerras-  forjará una relación con la muerte  que cambiará para siempre la vida del sujeto.

Los israelíes suelen debatirse buscando el sentido en sus vidas, un sentido que permita justificar su angustiosa existencia, mientras que el psicoanálisis sostiene que la vida es un sinsentido, que a pesar de ello hay que amar.  El psicoanálisis  no levanta banderas de verdad, no le propone al sujeto soluciones y mucho menos "soluciones finales",  consciente de que el analista solo está en un lugar de supuesto saber, nunca del saber.

El psicoanálisis trabaja con el goce, esa conjunción entre la libido y la pulsión de muerte común a  todos y que lleva a odiar al prójimo como nos odiamos a nosotros mismos. A no aceptar las diferencias porque de esa manera, aceptar la otredad, es aceptar nuestra división subjetiva.

Generalmente escuchamos, y despedimos a soldados que van a la guerra: mientras están sumidos en el escenario bélico, casi no sufren depresiones y funcionan como autómatas, arrastrados por una euforia que tapa agujeros tan humanos como, por ejemplo, el  encuentro con lo femenino de cada sujeto, que en el marco militar es imposible expresar, frente a la necesidad y el esfuerzo del ejercicio de fomentar la virilidad tanto en hombres como en mujeres.

Mucho mas compleja es la situación de los padres de los soldados que, al igual que todo el sistema social israelí, ubican a sus hijos en ese lugar de ideal-nacional, sacrificándolos de alguna manera en aras de la patria, posición que la mayoría de los jóvenes son incapaces de rechazar, transformándolos de esa manera en objetos del ideal social, objetos con su subjetividad borrada, de uso y de cambio. Esto lo percibimos claramente cuando justifican las muertes de civiles palestinos por el solo hecho de residir cerca de las casas de los combatientes de Hamas.  Por cierto, la guerra genera posturas radicales, libera lo que Freud denomino "la pulsión de muerte"  y genera bandos muy difíciles de reconciliar, con pasiones al rojo vivo que se inscriben en la lógica de las identificaciones.

Salir de esta guerra no va a implicar solamente un cese del fuego, que indudablemente no será poco, teniendo en cuenta el horror en el que vive la población de Gaza; tampoco será suficiente reconstruir  las miles de casas destruidas en Gaza: hay un discurso de odio, que se justifica y que seguirá actuando e infiltrando las subjetividades.

Para recomponer los tejidos sociales va a tener que haber un compromiso, una renuncia a la venganza, y la sociedad israelí deberá pensar en la gente de Gaza de una manera humana, racional, comprender lo que significa ser un pueblo axfisiado, humillado bajo la ocupación, para poder de esa manera preservar los valores que nos unen con la vida.  Ignorar la realidad no ayuda nunca a encontrar una salida.

Desde el psicoanálisis lo que se necesita en este momento es una apuesta por escuchar esa búsqueda de humanidad.

Zully Flomenbaum es psicoanalista en Jerusalén

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