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Se fue el domingo 8 de marzo con su discurso sobre las mujeres. La vida sigue. El país nuestro, y el mundo, sigue dominado por los machos y su violencia histórica. Pero en trazos, aquí y allá, la posibilidad de que las cosas pueden ser distintas. Imaginar, por ejemplo, que lo que el científico norteamericano Melvin Konner ha escrito hace unos días en el periódico neoyorquino The Wall Street Journal se convierte en realidad: ¿cómo será el mundo gobernado por mujeres?

 

Hillary Clinton parece que se prepara para postularse a la presidencia, y la ex jefa de Hewlett-Packard, Carly Fiorina aún puede entrar en la carrera en el bando republicano. Gane quien gane la Casa Blanca en 2016, hoy parece posible que dentro de la próxima década los EE.UU. seguiremos a Gran Bretaña, Alemania, Brasil, Argentina, India, Israel, Tailandia, Noruega y decenas de otros países en la elección de una mujer para nuestra oficina más poderosa.

¿Podemos predecir las consecuencias? Sí, podemos, y la noticia es buena.

La investigación ha encontrado que las mujeres son superiores a los hombres en la mayoría de las formas que contarán en el futuro, y no es sólo una cuestión de cultura o de crianza - aunque ambos juegan sus roles. También está la biología y los aspectos del pensar y sentir moldeados por la biología. Es un asunto de cromosomas, genes, hormonas y circuitos cerebrales.

Y no, con ello no me refiero a lo que se entiende por hombres condescendientes que proclamaban la superioridad de las mujeres en un ignorante pasado --que las mujeres son criaturas nobles, espirituales que deben quedar fuera del bullicio y la palestra de la competencia en los negocio, la política y la guerra, de modo que puedan inculcar carácter en la próxima generación. Me refiero precisamente a lo contrario.

Todas las guerras son de muchachos. La gente señala a Margaret Thatcher, Indira Gandhi y Golda Meir como evidencia de que las mujeres también pueden ser guerreras. Pero estas mujeres estaban en lo alto de jerarquías masculinas que confrontaban otras pirámides políticas hipermasculinas, y ellas se masculinizaron  mientras abrieron su camino a la cima.

Hay muchas razones para pensar que una jerarquía nacional nutrida y dirigida por mujeres que ya no tengan que imitar a los hombres y que se relacionen con otras naciones transformadas de manera similar, hará menos probable ir a la guerra. Pero eso no es todo. Los escándalos sexuales, la corrupción financiera y la violencia son abrumadoramente masculinos.

Debemos renunciar a la ilusión de la igualdad entre los sexos. El plan corporal de los mamíferos es básicamente femenino. La razón de que exista el macho es un gen en el cromosoma Y que descarrila el plan genético básico. Hace que se formen los testículos, y ellos producen testosterona al tiempo que se suprime el desarrollo femenino.

La testosterona va al cerebro en la vida prenatal tardía y prepara el hipotálamo y la amígdala para una vida de agresión física y una especie de deseo sexual que se separa del afecto y arroja la prudencia al viento. (Lo sé, no todos los hombres, pero sí muchísimos.) Por el contrario, casi todas las mujeres, protegidas del asalto hormonal, tienen cerebros que se ocupan de los negocios sin este distractivo y destructivo delirio.

Nuestra propia especie no siempre ha sufrido la supremacía masculina. Entre nuestros antepasados cazadores-recolectores, que vivían en comunidades pequeñas y móviles, las decisiones del grupo se hicieron cara a cara entre hombres y mujeres que se conocían íntimamente. Los hombres trataban de dominar, pero no les resultaba fácil. Podrían lucirse en la caza, pero la guerra, como estimulante universal de la hombría, no era común.

Esto cambió cuando los cazadores-recolectores se asentaron en poblados más grandes y numerosos. Tales culturas llegaron a tener nobles, plebeyos y esclavos, y a menudo fueron a la guerra. Los hombres tomaron distancia de la familia, y las mujeres se convirtieron cada vez más en el objeto de la lucha masculina. La política se convirtió un juego masculino realizado en espacios públicos donde los hombres podían deshonrar y excluir a las mujeres, y estas tendencias se hicieron más poderosas con el auge de la agricultura, los cacicazgos y los imperios.

La Biblia, la Ilíada, las grandes epopeyas hindús, están llenas de sexo y violencia. No sé si el rostro de Helena fue lo que lanzó miles de barcos griegos contra Troya. No sé si David realmente se enamoró de Betsabé y por ello mandó al marido combatiente a morir en el frente, o si Salomón tuvo setecientas esposas. Pero toda la evidencia vuelve verosímiles tales historias, y esa cultura de la dominación masculina no terminó con los antiguos. Prevaleció durante la Edad Media y en el Renacimiento también.

Pero entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué algunos hombres dejan al fin de lado sus privilegios?

La gran transformación de los dos últimos siglos, con el lento pero inexorable declive de la supremacía masculina, puede atribuirse en parte a la influencia de las ideas de la Ilustración. La liberación de la mujer ha avanzado junto a la emancipación gradual de los siervos, los esclavos, los trabajadores y las minorías de todo tipo.

Pero el factor más importante ha sido la tecnología, que ha hecho cada vez más obsoleta la fuerza física y la destreza marcial de los hombres. El músculo masculino ha sido reemplazado en gran medida por las máquinas y robots. Hoy en día, las mujeres operan aviones de combate y helicópteros de ataque, un despliegue de fuerza letal con la que un gladiador romano o Shogun guerrero no habría soñado.

Conforme las mujeres cada vez adquieren más poder y autoridad pública, ¿van a ser justo igual que los hombres? No lo creo. Muéstrame un cerebro masculino, y yo te mostraré una abultada amígdala --el centro del miedo y violencia en el cerebro-- densamente dotada de receptores de testosterona. Las mujeres carecen de las mechas biológicas que conducen a los hombres a reaccionar a pequeñas amenazas con violencia exagerada y a la tentación sexual con imprudencia.

Crece la evidencia que muestra que las mujeres líderes operan de manera diferente. El caso del cierre del gobierno federal en octubre 2013 terminó, a pesar de la parálisis completa del Congreso, cuando tres senadoras republicanas rompieron filas de su partido. Dos mujeres demócratas siguieron su ejemplo, y tras ellas hombres de ambos bandos. El comité bipartidista que trabajó en el acuerdo final tuvo equilibrio de género, pero el perspicaz John McCain bromeó que las mujeres lo tenían tomado.

La senadora Susan Collins, de Maine, quien empezó todo con su valiente llamado al compromiso, le dijo a un periodista: "No creo que sea una coincidencia… Aunque las mujeres abarquemos todo el espectro ideológico, estamos acostumbradas a trabajar juntas.” Mientras que sus colegas masculinos se cruzaron de brazos enfurruñados, las mujeres cruzaron el vacío con las llamadas de teléfono, el correo electrónico y las redes sociales. Los hombres vieron a un acuerdo aceptable y siguieron su ejemplo.

¿Qué pasa con las mujeres en el poder ejecutivo? Todavía no hay suficientes mujeres jefas de Estado para estudiarlas sistemáticamente, pero son suficientes en otras funciones de gobierno. En un estudio de 2006, el politólogo Lynne Weikart y sus colegas encuestaron a 120 alcaldes --65 mujeres y 55 hombres-- en un comparativo de ciudades con más de 30.000 habitantes. Las mujeres alcaldes fueron mucho más capaces de alterar el proceso del presupuesto para buscar una amplia participación.

Tal vez es hora de que consideremos regresar a las reglas de los cazadores-recolectores que prevalecieron en el 90% de la historia humana: mujeres y hombres que trabajan, comparten, hablan, escuchan y cuidan niños. Los hombres no dominaban fuertemente porque no podían; las voces de las mujeres siempre estaban allí, para decir la verdad al poder masculino cada noche alrededor del fuego. Había violencia, y principalmente masculina, pero al azar, más accidente que ideología.

Las mujeres no harán un mundo perfecto, pero será menos imperfecto que el que los hombres han hecho y gobernado estos miles de años. Mi nieto, creo, será feliz en el nuevo mundo. Será mejor para él porque las mujeres van a contribuir mucho más en gobernarlo.

 

 El  Dr. Konner es profesor en el Departamento de Antropología y en el Programa de Neurociencia y  Biología del Comportamiento en la Universidad de Emory. Este ensayo es una adaptación de su nuevo libro, "Las mujeres después de todo: sexo, evolución y el fin de la supremacía masculina." (Tomado de The Wall Street Journal, 6 de marzo de 2014; traducción de Mundo Nuestro)

http://www.wsj.com/articles/a-better-world-run-by-women-1425657910