• Dick Keis/En movimiento
  • 04 Marzo 2015

Mundo Nuestro. La vida de una pareja no termina con la muerte de la mujer amada, con la ausencia del hombre que se ha ido. El dolor lo enfrentamos con la memoria. Así, poco a poco, construimos un territorio nuevo en el que la figura ausente resplandece.

 

Dick Keis, académico estadounidense, ha iniciado esta crónica de viaje  (Moving on, diario de mi tiempo y mis viajes en Francia y México http://dick-keis.blogspot.mx/) en homenaje a Marie su esposa, quien muriera a principios del 2011. Marie fue una artista plástica francesa que en Oaxaca logró plasmar la complejidad de la belleza de una sociedad mexicana desigual, injusta, contradictoria. Ella no pudo terminar su libro Faces and Stories: a Sketchbook Journey in México (Rostros e Historias: bocetos de un viaje a México). Ahora Dick lo reconstruye con una narración que es al mismo tiempo memoria amorosa de la vida de una pareja y recorrido por un país visto y valorado desde la perspectiva plástica y la sensibilidad social de esta artista gráfica. Reproducimos aquí, con permiso de su autor, la entrada Una ráfaga de viento, en la que explica la forma en que Marie trabajaba y nos regala la riqueza espiritual de su vida.

 

Recientemente Colectiv -O,  la agrupación fotográfica a la que pertenezco, inició un proyecto titulado "Oficios" para el Día Mundial de Arte 2015. Nuestro proyecto es retratar ocupaciones que son muy antiguas o corren peligro de desaparecer, e imprimirlas tamaño póster que pegaremos en las paredes en el Centro Histórico de la ciudad. Como ya había comenzado a trabajar en un proyecto muy similar a este, yo estaba feliz de participar. Uno de mis defectos como fotógrafo es mi timidez para acercarme a la gente y pedirle permiso para tomar sus retratos. Este proyecto me dio el pretexto perfecto para hacerlo pues reconoce la importancia de la labor que hacen estas personas, y les sirve como una buena publicidad para ellos como artesanos.

 

Yo estoy muy conmovido por la apertura de la gente que he elegido para el proyecto. Al igual que los bocetos de Marie, mi relación con ellos ha abierto un canal para el diálogo para compartir sentimientos personales acerca de su trabajo y sus vidas. Me ha hecho pensar en el libro de Stud Terkel, Trabajar: Lo que la gente hace durante el día y sus sentimientos al respecto (1974). Así que lo pedí para mi Kindle, pero lo que encontré pronto en su relectura es que a la mayoría de los entrevistados por Terkel no le gustaba el trabajo que hacían, pocos se sentían verdaderamente satisfechos y muchos se sentían alienados por su trabajo. Lo que yo estoy descubriendo es lo contrario: ¡mis vecinos aquí en Oaxaca están orgullosos de lo que hacen! Son una especie en extinción en muchos casos, pero reconocen el valor de su trabajo y las habilidades que se requieren para hacerlo. Ello me ha dado una idea para un libro sobre estas personas y sus sentimientos acerca de su "oficio". ¡Parece que soy mucho más bueno para arrancar libros que para acabarlos! Así que esta entrada es un probaditar, la etapa embrionaria de lo que algún día podría traer a Studs Terkel de su tumba: Trabajo con Dignidad: Un Retrato Oaxaca.



El organillero Bonifacio

Bonifacio es un organillero, una ocupación muy estimada en México. Esta ocupación se remonta a finales del siglo XIX, cuando el gobierno alemán envió un regalo a Porfirio Díaz. Es un trabajo duro, ya que los órganos son pesados y deben ser transportados de un lugar a otro para tocarlos. Los órganos de manivela no son fáciles de encontrar, y fuera del DF no se mira fácilmente a los organilleros. Es una profesión que desaparece. Bonifacio obtuvo el suyo de unos artesanos que estaban cerrando su taller. Es un órgano antiguo, sencillo pero sólido. Él toca en los días de mercado en toda la ciudad. Él es de la Mixteca, una zona montañosa fuera de Oaxaca, y tiene esposa y cinco hijos. Él también elabora juguetes de madera que vende a veces en el mercado, y su hija Marisol vende gardenias a su lado. El día que lo fotografié, led compré dos racimos para el altar de Marie. ¡Espero que no sean demasiado fragantes para ella! Hoy fui al mercado de la Merced y le di copias de algunas de las fotos que tomé. Él estaba muy emocionado, y yo también.



Pepe y sus Monos de Calenda.

Pepe es el motivo de otro proyecto de libro, uno que empecé tan pronto como llegué a Oaxaca este otoño. Nos conocimos el año pasado en un festival y conectamos inmediatamente. Antes Pepe era talachero, arreglaba llantas, incluso llegó a mi casa a hacer un trabajo. Pero ese negocio no era muy bueno, por lo que ahora está haciendo Monos, unas marionetas gigantes de papel maché, ese es hoy su medio de vida. Él los alquila, pero los vende también. Los Monos son importantes en Oaxaca, y las bodas, fiestas religiosas y eventos de la comunidad no se consideran un "verdadero acontecimiento" sin los monos, la banda municipal y el baile. Pepe es muy sociable, parte del mobiliario en su barrio donde casi todo el mundo que pase se detiene para conversar un rato con él. Si no se detienen, Pepe habla con ellos de todas formas, especialmente si son mujeres. Pero lo hace de una manera tan respetuosa y cómica que atrae a una mirada y una sonrisa. Nunca supo quién era su padre, y cuando le preguntó a su madre, ella le dijo que "Pedro Infante", uno de los actores más reconocidos de México. Él lo tomó en serio. Se puede ver a Pedro mirando sobre su hombro derecho en esta foto y la foto de Pedro está en el altar de Pepe junto a su madre recientemente fallecida.



Don José

Don José es uno de los dos herreros que visité. Su taller se encuentra en su casa, un espacio humilde, donde pasa la mayor parte de su tiempo. Está lleno de piezas de hierro, muebles de hierro forjado y herramientas de todo tipo. Cuando volví por la noche para darle una copia de su foto, él tocaba la guitarra para relajarse del trabajo del día.

Él se enorgullece del detallado trabajo con el que dobla y da forma al hierro caliente. Lleva más de cuarenta años en la forja, lo miras trabajar y todo parece tan fácil. Sus ojos brillan como los carbones que calientan las barras de hierro al tiempo que les da forma. Pero en el taller no hay nadie aprendiendo su oficio, nadie que recoja su martillo y golpee su yunque cuando él se haya ido. "Es demasiado trabajo, toma demasiada paciencia para los jóvenes de hoy", me dice. Así que sigue haciendo el trabajo que ama como si lo fuera a hacer para siempre.

 Después de todo, no hay ninguna razón para dejar de hacer lo que realmente te gusta hacer. Bonifacio, Pepe y José están orgullosos de la labor que realizan. La verán difícil para llegar con los gastos a fin de mes, pero eso ocurre con la mayoría de los artistas. El arte le da sentido y satisfacción a sus vidas. Pone el pan en su mesa, les genera un merecido sentimiento de bienestar, y les permite mantener la cabeza erguida.

Eso es lo que debe ser el trabajo para la gente.

 (Continuará)

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