• Polo Noyola y Sergio Mastretta
  • 24 Enero 2013
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Por: Polo Noyola y Sergio Mastretta

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Don Pedro Cipriano Bonilla, Huitzilan de Serdán, en la Sierra Norte de Puebla:

En mi infancia mis padres eran muy pobres, muy de escasos recursos, en mi infancia crecía y no conocía alimentos como ahora que hay de todo, eso no lo comimos. En años anteriores cuando yo empecé a ir a la escuela, nomás nos daban en la mañana tortilla con tantito frijolito, o cuando encontraban compraban algo, compraban carne, pero una vez al mes, casi siempre nos daban quelite, puro quelite, tortilla con sal nada más, eso estamos comiendo.

Cuando nosotros le llamábamos buena comida cuando mataban un pollito, un cochinito, ya para nosotros era una comida suculenta. Chilpozonte de pollo, o mole, pero eso solamente cuando hacían una fiestecita. El chilpozonte es rojo, nosotros le llamamos mole de olla. El mole pues es con chile ancho, chipocle, eso le llamamos mole de pollo, de cerdo. Es el mismo mole que en la ciudad de Puebla, pero antes lo hacían muy aguadito, ahora ya cambió todo, ahora lo hacen espeso, bien preparadito.

(Del trabajo de campo en la Sierra Norte, Polo Noyola y Sergio Mastretta)

 

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Don Filiberto Hernández Bonilla, también en Huitzilan de Serdán:

Yo recuerdo que nosotros sufrimos mucho, yo sufrí bastante que casi no comía, pues, en la mañana comía tortillas con sal, me acuerdo que mi mamá buscaba mucho un quelite que le decíamos aquí en náhuatl, pitopilitl, que hoy lo conozco como mapapa, es una hoja ancha que había que quitarle todas las venas y dejar el puro quelite, se desvena, se junta y se hierve. Nomás que es muy agarroso ese quelite, por lo que debe hervirse bien, se le echa ajonjolí molido, o cacahuate. Nos dábamos una comida pero buena con ese quelite. Ese lo recogíamos en los cafetales. También comíamos frijolitos, cuando mataban pollo, el chilmolito, que le dicen, consiste en chipocles hervidos, los molían en metate, a los jitomates también los molían y los echaban en el caldito de pollo. Cuando mataba mi mamá un pollo hasta hacíamos fiesta. Desgraciadamente no era seguido, porque mi mamá criaba las gallinitas, los pollos para venderlos y comprar maíz. Sí, tuvimos una vida muy sufrida, con mucha desigualdad económica. Mi papá sembraba maíz, pero mi papá se fue a un rancho, se fue a meter en una cueva, y nosotros le íbamos a dejar de comer hasta allá, me acuerdo que nomás nos daba media almud de maíz, unos tres kilos y medio, una medida antigua con la que medían el maíz, el café, el frijol. Con ese medio almud le teníamos que llevar los tacos para dos días, a nosotros nos quedaban muy poquito. Ya mi mamá andaba corriendo para conseguir para qué sopear, qué comer. Porque nomás pura tortilla, pues no. Sufrimos bastante. Dulces, de vez en cuando, por ejemplo el chicloso, había unos dulces de colores, tipo caramelo, envueltos en papelitos. Costaban cinco centavos. Nosotros no tuvimos la gracia de tomarnos un refresco en esa época, nomás veíamos a la gente que tomaba, pero nosotros no teníamos dinero para darnos el lujo de comprarnos un refresco, pues, tomábamos agüita nada más. Nuestro mundo era demasiado pobre, incluso yo terminé mi primaria, pero ahora sí con mucho esfuerzo. Después de que mi mamá me consiguió un pantalón y lo pintó, porque mi papá no me compró mi uniforme cuando salí de la primaria, pues ahí anda mi mamá consiguiendo la ropa, calzado prestado porque tampoco tenía. Terminé la primaria a empujones, como dice el dicho. Tenía ganas de seguir estudiando, pero no pude, se nos cerró el mundo, no pudimos salir adelante. Por eso hoy estamos mejor, todos mis hijos tienen la preparatoria, se desenvuelven más, tengo tres hijos en Nueva York, uno es cheff, y otro trabajan por allá en otras actividades. Se fueron con preparatoria y cuando llegaron fueron a la academia de inglés, pues siempre les dije que si estaban allá aprovecharan a estudiar el inglés, pues si no estudian estando allá, carambas, como un burrito. Pero ellos se han defendido y hablan inglés y ya se han desenvuelto bien. Tienen como cuatro años que vinieron y ahora otra vez piensan venir. Hasta blanquitos quedaron, pues no es lo mismo trabajar a pleno sol como nosotros, que como ellos que trabajan adentro de lugares. Me siento orgulloso, me siento bien, pues a pesar de todo ellos ya no sufren como yo, pues. Ya nos les cierras el mundo, pues, como a mí. Ya tienen mejor vida. Y la única que está aquí es mi hija nada más, que es la secretaria del Registro Civil. Me encuentro sólo con mi hija, pues, pero contento. Tuvimos dificultades con mi esposa y nos tuvimos que separar, pues, después me encontré a otra señora y volvimos a fracasar, pues, ahorita a ver qué mariposa me encuentro por ahí.

(Del trabajo de campo en la Sierra Norte, Polo Noyola y Sergio Mastretta)

 


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