• Verónica Mastretta
  • 29 Febrero 2016
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En 1912, el movimiento a favor de sufragio femenino en Inglaterra alcanzó el clímax de la confrontación entre el gobierno y las mujeres que lo animaban.

Un choque frontal que finalmente llevaría al parlamento inglés a aceptar a regañadientes el derecho de las mujeres a votar en 1918. El lema de la más importante líder sufragista, Emmeline Pankhurst, fue "Acciones, no palabras".   La señora Pankhurst murió en 1928 a los 70 años de edad. En 1999, 71 años después de su muerte, la revista  Time la nombró una de las personas más influyentes e importantes del siglo XX.  Su lucha, y el de cientos de mujeres anónimas que la acompañaron en ella, moldeó y cambió el rol de las mujeres en la vida política de manera drástica, e impulsó a la sociedad occidental hacia la construcción de una nueva estructura social de la cual ya no hubo marcha atrás.

 

En 1912 las mujeres no sólo no podían votar en Inglaterra, tampoco podían ser elegidas para cargo alguno. No podían por lo tanto hacer leyes o influir sobre lo que regiría  sus vidas. Tampoco podían heredar el patrimonio central de sus padres.  "Hagan leyes respetables para que podamos respetarlas", era uno de los dichos de las mujeres a las que se llegó a conocer como  "las sufragistas". 




Emmeline Pankhurst detenida por la policía.

 

 

En 1912, si una mujer se separaba de su marido por causas absolutamente justificadas, como por ejemplo, ser víctima de  un hombre violento y golpeador, irresponsable, loco, bígamo o borracho, o que simplemente decidía abandonarlas, de todos modos las mujeres perdían todo derecho sobre sus hijos. El padre o la familia paterna podían disponer de los niños de la forma en que mejor les pareciera. Leyes machistas, hechas por hombres para favorecer a los hombres.

 

En 1912, un hombre que hiciera el mismo trabajo que una mujer, ganaba el doble.

 

En 1912, una mujer que en un día trabajara cuatro horas más que un hombre,  seguía ganando la mitad.

 

En 1912, el parlamento aceptó  que varias mujeres comparecieran ante una comisión  para explicar sus condiciones de vida y trabajo, para exponer las diferencias de trato en cuanto a derechos sobre los hijos, o su derecho a salarios iguales para trabajo igual, su derecho a  votar y poder elegir a sus legisladores y así  poder incidir en la creación de leyes más justas. Una vez terminadas las comparecencias, el movimiento sufragista obtuvo la siguiente respuesta a su petición: "No hay ninguna necesidad de dar el voto a las mujeres: ellas ya están debidamente representadas en el parlamento por las voces de sus padres, de sus hermanos, de sus maridos, de sus suegros  o de sus hijos. Por lo tanto, se rechaza la petición de otorgar el voto a las mujeres."

Las mujeres rebeldes, fuera de la ley.

 

En 1912, ser sufragista significaba estar fuera de la ley. Ser sufragista activa, participar en manifestaciones a favor del voto, ir a escuchar hablar a Emmeline Pankhurst, era motivo de cárcel, pérdida del trabajo,  pérdida de los derechos sobre los hijos, causal de divorcio y motivo de marginación social de parte de sus círculos cercanos.

 

En 1912 las mujeres solteras, de la edad que fuera, tenían incluso menos derechos que las mujeres casadas. No solo había discriminación entre hombre y mujeres, también había diferentes derechos y trato para las mujeres casadas o solteras.

 

 

En 1903, al quedar viuda, Mrs. Pankhurst formó la Unión Política y Social de Mujeres, una organización con un único fin: obtener el voto femenino. La organización llegó a ser conocida por su valor extremo, su audacia y por sus confrontaciones físicas con la autoridad: sus asociadas organizaban marchas, rompían ventanas, organizaban mítines clandestinos y se defendían del arresto policíaco a patadas y mordidas. Muchísimas activistas fueron sentenciadas a prisión. Muchas se volvieron fanáticas de su causa, sostuvieron huelgas de hambre y llegaron a colocar bombas en los buzones de correos, aunque siempre cuidaron que no hubiera gente cercana que pudiera resultar herida.

 

 Durante la  primera guerra mundial miles de hombres se fueron a la guerra;  la necesidad de la participación y de la mano de obra de las mujeres en actividades que antes fueron exclusivas de los hombres,  cambiaron para siempre el orden de las cosas y obligaron a que el parlamento finalmente aceptara conceder el voto a los hombres de 21 años y a las mujeres de 30. El motivo de esta medida fue que las mujeres no se volvieran mayoría entre los votantes, debido a que muchísimos hombres habían muerto en la guerra. No querían un país en el que el voto femenino definiera la composición del parlamento o el nombramiento del primer ministro. 

 

Una vez ganado el derecho al voto, el movimiento se transformó en el Partido de las Mujeres, dedicado a promover la igualdad femenina en la vida pública, y el anhelado derecho a poder litigar en un juicio la custodia de los hijos. En 1928 se concedió el voto a todas las mujeres mayores de 21 años, sin diferencia alguna con el derecho al voto de los hombres. 



La película  inglesa "Sufragistas", recientemente exhibida en cines, narra la historia de la toma de conciencia de una joven mujer, casada y madre de un niño, trabajadora en una lavandería desde los siete años. Las circunstancias la obligan a tomar una postura que nunca imaginó, y por la que acabó dispuesta a sacrificarlo todo.

 

"Sufragistas" es una película dura y triste, pero también inspiradora y positiva, como lo son las pequeñas acciones de las personas que deciden sacrificar parte de su vida personal por una buena causa común. 

 

Cada siglo, cada vida, cada año, trae sus propias luchas, su propio afán, indispensable para mejorar las condiciones de vida de miles de seres humanos. La clave es no cerrar los ojos y actuar a favor de causas y objetivos que parecen imposibles, pero no lo son.

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