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Mina de la empresa canadiense Goldcorp en Zacatecas. Foto tomada de Excelsior

Segunda parte

 

Preguntas alrededor del progreso y la nueva ciudadanía

 

Amanece en Tlamanca el sábado 15 de marzo del 2014. Preguntas a la orilla del río Apulco, asomado a su pedrerío desde la placita de una comunidad que ha echado de su territorio a los mineros chinos que llegaron a proponer su versión del progreso:

¿Una nueva izquierda se construye en México? ¿Y lo hace en la resistencia desde los pueblos contra la instalación de proyectos industriales llamados de muerte, como los que se contemplan para la Sierra Norte de Puebla?

¿”Territorio libre de minería” es la expresión de un movimiento por un desarrollo humano integral con justicia, democracia y sustentabilidad ambiental? ¿O qué ruta política sigue quien se opone al desarrollismo capitalista en el que se sustenta hoy nuestra sociedad?

¿Por qué califico como de izquierda a los movimientos sociales que tienen en la defensa del medio ambiente y los pueblos originarios? ¿Explica algo? ¿Ayuda a entenderlos?

Por lo menos creo que debemos hablar de una distinta, no nueva, versión de progreso, que se opone a la que imponen las urbes y los gobiernos, y que su significado en México es el de organización, movilización, construcción de alternativas contra un desarrollo económico que arrasa lo que entendemos por pueblos originarios, con sus montañas, playas, selvas y desiertos de por medio.

Pienso en ello aquí en Tlamanca, con la vista perdida en el manchón de pinos y encinos que esconde a la mina La Lupe que unos chinos con monos azules han intentado revivir. Resistencia, lucha, organización, unión… Palabras antiguas, plantadas en un discurso de izquierda ligado a los movimientos obreros, campesinos y populares de los años sesentas y setentas que reclamaban por un mejor lugar en el injusto reparto de la riqueza en México. Ahora las retoman estas organizaciones civiles como REMA, Tiyat Tlali, Tetela hacia el Futuro, OIDHO, pero no las ligan con agrupaciones políticas partidarias ni con nada que se le parezca. Ni mucho menos reclaman un lugar en la organización de la economía capitalista que ha despatarrado al país.

Ni política partidaria, ni progreso. Para acalambrar a los políticos de traje y foto y comunicación social y boletín de prensa.

¿Tanto nos ha nublado la vista la perspectiva de la política resumida a la actuación electoral de los partidos? A fuerza de no verlos --concentrados como estamos en los acontecimientos en imágenes sucesivas y dislocadas que por la fuerza mediática rebotan contra nuestras cabezas--, nos olvidamos de los hechos por los que, en la disputa de los intereses concretos de las personas y las clases sociales, se construye una nueva ciudadanía.

Respeto al medio ambiente, respeto de los pueblos originarios, con eso se ligan estos movimientos reunidos ahora en esta comunidad de Zautla. Algo ganaremos con reconocerlo.

Porque si lo contemplo, y lo escucho en este foro contra el modelo extractivo minero realizado en el municipio de Zautla los días 14, 15 y 16 de marzo, se trata de un discurso cada vez más elaborado, cada vez más preciso, construido desde abajo, desde las comunidades, sin mayor hilatura ideológica, sin mayor significación de intelectuales orgánicos, por hombres y mujeres cuya primera y principal tarea en el mundo es la de su sobrevivencia campesina. Es la gente de los pueblos originarios --porque hasta sus territorios generalmente van a dar las iniciativas empresariales-- que contempla su historia y su realidad y construye a partir de sus acciones en contra de quienes (empresas, gobiernos) ponen en jaque su existencia como personas, como familias, como comunidades, como territorios con una coherencia histórica y cultural. Es una visión del mundo distinta, que no se daba fácilmente en México. Es un discurso armado desde la montaña, la selva y el desierto, desde la orilla de los ríos, sin el peso de la urbe, construyéndose poco a poco con la suma de un montón de pequeños esfuerzos, de una enorme variedad de miradas que cubren el territorio y la historia de los pueblos y la vida cotidiana de las personas.

En todo esto pienso asomado desde Tlamanca al río Apulco, que pasa escurrido en este marzo de polvo y sol sobre las montañas resecas de la sierra. Respeto al medio ambiente, respeto de los pueblos originarios, con eso se ligan estos movimientos reunidos ahora en esta comunidad de Zautla. Y desde ahí pienso en la posibilidad de una nueva ciudadanía.


La mirada radical de las mujeres chatinas

 

No tengo que ir muy lejos. La respuesta me la dan este mismo sábado las mujeres chitinas que desde la Sierra Madre del Sur en Oaxaca han llegado al evento. kitse cha'tnio, o los que hablan la lengua cha’cña, que no son muchos más de 40 mil, y a quienes los españoles identificaron precisamente por la enorme dificultad que entraña su idioma para cualquier extranjero. Identifico en el mapa sus territorio en la región de Juquila, y sus pueblos: Santos Reyes Nopala, San Juan Quiahije, San Miguel Panixtlahuaca, Santiago Yaitepec, Santa Cruz Zezontepec, San Juan Lachao, Santa María Temaxcaltepec, Santa Catarina Juquila y Tataltepec de Valdez.

Vienen de lejos. Si tienes suerte, te llevará cinco horas desde la ciudad de Oaxaca llegar a Juquila, y varias más si te quieres ir a Zezontepec. Sus montañas parten desde las playas al oeste de Puerto Escondido hasta los picos que superan los tres mil metros en la sierra. Es uno de los territorios más aislados de México. Y ni qué decir del tiempo: han estado ahí desde el 400 antes de Cristo. Nunca se dejaron dominar por los mixtecos, quienes finalmente les respetaron su independencia territorial, pero no lograron impedir al asedio y despojo que trajeron los españoles que además los diesmaron con la viruela y el sarampión. La grana cochinilla tampoco les dejó riqueza. La Reforma declaró ociosas a sus montañas y permitió la llegada de los criollos, que se quedaron con las tierras de labor más atractivas. En tiempos modernos sus tierras se han volcado al café. Los pueblos chatinos han vivido subordinados a los poderes locales mestizos en las cabeceras municipales.

Pero no han perdido sus modos antiguos, sus unidades domésticas y sus sistemas de cargos. Ni su cosmovisión. Leo en la portal de la CDI lo que ha escrito un antropólogo anónimo:

“El mundo chatino se sostiene en un equilibrio entre la sociedad, la naturaleza y lo divino-sagrado, intrínsecamente vinculados, en donde los puntos de tensión han de garantizar el mantenimiento de la armonía de su universo. Igual que otros pueblos indígenas, los chatinos tienen sus mitos de creación tomados de figuras naturales sobresalientes, transmitidas por medio de la tradición oral y forman parte de su visión del mundo que también es concebida como una manera de actuar. Del panteón divino sobresalen la santa Abuela, el santo padre Dios, la santa madre Tierra, la santa madre Luna, los dioses del Agua, del Viento, de la Lluvia, de la Montaña, las santas Ciénegas y la santa Lumbre o santo Fuego. En el altar se llevan a cabo las principales ceremonias familiares y de la comunidad.”




Escucho dos definiciones de esta manera de mirar el mundo en la voz de una joven mujer del pueblo chatino, en Oaxaca. Dice de la tierra:

“Para nosotras las mujeres la tierra es el lugar donde se cosecha, se cultiva, donde se vive, es nuestra madre tierra porque nos da de comer, nos mantiene, es donde construimos nuestras casas, donde trabajamos el barro, donde bordamos y hacemos tortillas. La tierra es la mujer, es la madre, es la vida.”

Y del territorio: “Para nosotras las mujeres el territorio es la naturaleza, los bosques, el aire, las plantas, los animales, el agua, los ríos, los arroyos, el mar, los lugares de cultivo. Es donde sembramos maíz y frijol, donde están los lugares sagrados de curación y petición de agua, donde ofrendamos nuestras cosechas. Es el pueblo, el lugar donde vivimos, es todo lo de nosotras, somos nosotros porque sin territorio no hay vida.”

Y luego nos dice lo que van a hacer como mujeres:

“Participar, tener valor, no tener miedo. Estar unidas para hacer fuerte la lucha, no dejar que nos dividan, ser más solidarias. Luchar contra el machismo, que los hombres no nos callen, y decir lo que pensamos y defender nuestros derechos. Vamos a organizarnos, a concientizarnos, a  hablar con nuestra gente. Vamos a sembrar y a reforestar. No vamos a permitir la entrada de minería a nuestros pueblos y territorios. Vamos a platicar con la autoridad para que informe al pueblo, vamos a vigilar sus movimientos. Vamos a luchar para que no existan divisiones de partidos y religiones. Vamos a informar a nuestra gente. Y vamos a recuperar nuestras culturas, lengua, costumbres y tradiciones.”

Releo lo que han dicho. Y me digo que desde esas cañadas aisladas de la sierra oaxaqueña viene esta visión del mundo.

 

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Es un proceso extraño este de la lucha contra los proyectos mineros en México. Y más el recuento que cada comunidad y grupo hace de sus propias experiencias. Para ponerme a tono con el discurso campesino, casi diré que lo llevan en la sangre y sus cuerpos brotan de la tierra. Por eso dios es una figura que traen a flor de piel. No dejarán de hablar de dios estos campesinos defensores de su tierra contra las explotaciones mineras. Anoto dos ejemplos:

Cornelio Teodoro es un ingeniero nacido en Tlamanca, ahí en Zautla, a la orilla del Apulco, al que la defensa de su tierra le ha cambiado la vida. Sus frases las lanza ante una asamblea que no se asombra de las reflexiones religiosas entreveradas con la crónica de lo sucedido en noviembre del 2012, cuando los pobladores expulsaron a los ciudadanos chinos de la empresa minera JDC Minerales, y dan idea de la conmoción que ha vivido en los últimos tiempos: “¡Dios, ¿por qué nos haces esto!, me dije cuando vi que mi pueblo no reaccionaba... Hasta picardías le dije, ¡pero Dios sí existe! Hemos sufrido amenazas, pero no importa… El dinero no lo es todo, me decía… El capitalismo provoca locura, el ambicionismo, la búsqueda del poder, lo va a llevar al fracaso… Pero cuando vi la enorme caravana de gente que subió hasta la mina La Lupe allá en el cerro, entonces me dije, ¡Dios es grande!”

El hombre de Chicomozuelo, Chiapas, es misionero de la iglesia presbiteriana desde hace más de 50 años, cuando los campesinos se metieron a las cañadas en la selva lacandona. Él es quien ha gritado que no está triste, que está muerto de rabia por el asesinato de uno de sus compañeros. Y Abelardo Franco es misionero en Nicolás Ruiz, y nos llama a todos “hermanos en Cristo” y afirma: “Damos gloria a dios de que ese demonio (el uranio) está durmiendo en el suelo y no nos vamos a dejar llevar por la codicia del dinero. No despertemos a ese demonio que está durmiendo en la tierra, dios nos dio la naturaleza para que la respetemos, no podemos seguir al dios de los más ricos, el dios del dinero, sigamos a un Cristo vivo, al que llevamos en el corazón, porque nosotros sí tenemos alma…”

 

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Por qué he escrito que en esta ola de resistencia serrana encuentro una nueva forma de ser izquierda en México. Tal vez porque este viernes 14 y el sábado 15 de marzo en la comunidad de Tlamanca la he encontrado en una serie de personas que provienen de pueblos y comunidades de todo el país, todas con algo en común: un discurso organizativo estructurado a partir de la defensa del territorio y sus comunidades, medio ambiente y cultura. Ninguno habla de partido político o procesos electorales. Todos forman parte de un proceso concreto de lucha social.

Porque en el evento se relataron muchos casos: los de la sierra de Puebla; los de Chiapas, Guerrero, Veracruz, Morelos, Guanajuato, Colima; los centroamericanos de Panamá, Honduras, Guatemala, El Salvador. Cada uno con una historia de la que brota un discurso inteligente y que se transmite de muchas formas.

Analizo dos casos cercanos: Tetela de Ocampo e Ixctacamaxtitlán. Los dos casos abren el foro. Los dos territorios se enfrentan a proyectos extractivos a cielo abierto Frisco, la minera mexicana de Carlos Slim, frenada por la movilización de los tetelenses y contra la pared por el requerimiento federal de una consulta indígena, y Almaden Minerals, una exploradora canadiense que no ha podido vender su fundo a ninguna megaempresa, pero que se pasea a sus anchas en la inmensa soledad de las aldeas en alto Apulco.  ¿En qué medida han provocado sus iniciativas el afloramiento de una ciudadanía que en la organización de la defensa de su territorio construye una nueva forma de hacer y valorar la política?

Voy al archivo de Mundo Nuestro para ofrecer un acercamiento detallado de lo sucedido en estos pueblos y territorios:

 

Esto escribí en marzo de 2012 sobre Tetela en el arranque de un largo reportaje sobre la minera FRISCO:

 “Descapotar el cerro”, dicen los ingenieros de minas, porque sus ojos y sus instrumentos buscan las piedras. Y ahí estarán los buldócer para cumplir su propósito. Y los molinos para convertirlas en polvo, y el cianuro para volverlas escoria. No distinguen un pino de un cedro, ni aprecian los encinos por su follaje, ni los liquidámbares por el reflejo dorado de sus hojas. Tampoco hay tejones ni tlacuaches, ni cenzontles ni carpinteros.  Ellos quieren el oro, apremiados como están por los financieros y los precios a futuro. El grupo CARSO tiene en su minera su crecimiento más explosivo en la bolsa de valores, impulsado por la dinamita que vuela los montes mexicanos. El oro. Veinte toneladas producía México en el 2001; setenta extrajo de las piedras en el 2010. El mundo se mueve por los coches y las computadoras, y nada funciona sin los circuitos metálicos. ¿A quién le importa entonces un cerro menos en la avasalladora historia del progreso humano? Y por si acaso, para eso están las leyes y los abogados.

http://mundonuestro.e-consulta.com/index.php/reportaje/category/tetela

Y luego veo desplegado en la pared de auditorio al aire libre en la placita de Tlamanca el documental “Tetela del Oro y la Esperanza”, realizado por Mariana Larracilla, activista de Tetela hacia el Futuro. Y confirmo que en dos años esa comunidad ha construido un relato novedoso de su historia de rebelión contra la mina. No hay panfleto que valga.

 

Ixtacamaxtitlán está en el otro extremo, con apenas unos cuantas personas movilizadas en contra de la minera canadiense, que desde antes del 2010 ha barrenado 120 hectáreas del conjunto de 14 mil que tiene concesionadas por la Secretaría de Economía. Esto escribí en septiembre del 2012, también en el arranque de un largo reportaje sobre lo que ocurre en los pueblos del alto Apulco.

 

Santa María Zotoltepec, al cierre de una asamblea informativa entre campesinos en el ensueño del empleo minero, geólogos del progreso y el realismo, madres de familia en la incertidumbre y activistas ambientales aves del mal agüero:

“Sé realista --me dice el joven geólogo Roosvelt, empleado de la minera canadiense Almaden Minerals, Ltd., y me lo dice fuerte para que lo escuche bien toda la comunidad presente en la asamblea--, la mina y el oro y los empleos y el desarrollo y el progreso y el futuro… o nada.”

Habla del oro guardado bajo la capa de ceniza volcánica que cubre el lomerío pelado que trepa a la montaña cerrada de nubes, arriba de los tres mil metros, la misma que del otro lado, en Tetela de Ocampo, cae para formar la cañada en la que la empresa Minera Frisco quiere poner su propia explotación a cielo abierto.

“Sé realista --vuelve decir--, ponlo en una balanza…”

Yo le he dicho antes que la empresa canadiense está obligada a informar de las consecuencias que tendrá la instalación de una mina a cielo abierto para la región: el tajo enorme, los riesgos del cianuro para la cuenca del río Apulco, el agotamiento del agua.

Y luego viene su primera acusación: “Tú tienes un negocio con esto --me dice--, tú tienes una organización, una empresa de esto, tú ganas dinero con esto, tú tienes relación con Oxfam y de ahí sacas dinero.”

La mentira como un barreno. Es la primera noticia en mi vida de la existencia de Oxfam, me digo, y averiguaré al respecto. Pero no paran ahí los reclamos y acusaciones: en un momento me rodea el grupo de campesinos mineros. Uno de ellos, que podría tener mi edad, me dice: “Usté dijo que iba a hablar con la verdad, muy bien, dígale aquí al pueblo, con toda la verdad, ¿en cuánto va usté a vender este movimiento?” Así, sin más, segunda acusación. Y todo el grupo le aplaude. Y no para ahí, pues del grupo sale un hombre de bigote, sombrero, tirantes y faja de cargador. Sube y baja frente a mi cara su mano derecha con el índice extendido mientras habla y lanza la tercera acusación: “Mire señor, si esto se para, si no se hace la mina, yo le digo que usté va a ser responsable de que yo no tenga trabajo, porque usté no más viene a decir, pero usté no nos va a dar empleos. Así que yo no me voy a olvidar de usté.”

http://mundonuestro.e-consulta.com/index.php/reportaje/category/ixtacamaxtitlan

 

Y ahora escucho el relato que hace una mujer de Santa María: “Fuimos a esa reunión con los de Tuligtic, y nos fue muy mal, la gente se volteó contra nosotros. Mejor quisimos desaparecer del pueblo. Pero fuimos a un foro informativo en Tetela, y nos entusiasmamos de nuevo, y ya no nos importa que nos vean como bichos raros en Santa María, y los mineros ya dejaron el cerro como coladera. Tienen a la gente intimidada. Pero ya vieron que nos movilizamos, que hicimos la caravana, ya tiene miedo la minera, por eso se ponen a pintar las casas. Yo digo que no nos vamos a dar por vencidos. Papa Dios está con nosotros…”

 

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Participo el sábado en la mesa 5, sobre las estrategias de resistencia. La dinámica del grupo es sencilla: uno de los activistas de REMA, Miguel Mijangos, expone en lo general el concepto de estrategia y sus distinciones en un proceso largo y complejo como el que los conflictos mineros suponen; luego plantea un conjunto de preguntas que nuestra mesa, dividida en cuatro subgrupos, responde en pequeñas asambleas.

Analizamos en mi grupo dos casos: Tlamanca, en Zautla, contra la empresa china, y Coacuila, en la región de Huauchinango, contra la construcción de un gasoducto.

Relatan los de Tlamanca: el mecanismo principal de defensa se dio en que desde el inicio del conflicto se dio la participación del gobierno municipal, que entendió de inmediato que no podía tomar ninguna decisión respecto del cambio de uso de suelo y permisos de construcción sin conocer la opinión de las 32 comunidades en Zautla. La misma autoridad buscó información con especialistas en el tema de la minería extractiva y sus consecuencias. Se llevaron a cabo las asambleas comunitarias. Se analizó en concreto el problema del agua y el riesgo que podría generar la minera. La asamblea municipal del 23 de noviembre simplemente confirmó la decisión de una inmensa mayoría.

Y el relato de Coacuila casi da un manual para una estrategia antiminera: el proceso inició con la búsqueda de información y con la identificación del conflicto. Siguió con una investigación a fondo del proyecto mismo, con la participación de especialistas. Al mismo tiempo se desarrollaron foros informativos a través de asambleas comunitarias. Las decisiones se tomaron colectivamente. Se subrayó el hecho de que no se identificara el movimiento de resistencia a un liderazgo particular. Se pasó a la acción directa, con el cierre del lugar de trabajo de construcción. Finalmente se estableció un consejo para la coordinación de tres ejes de acción: la lucha legal (amparos), la lucha social (asambleas, marchas, paros) y la lucha mediática (alianza inteligente con medios de comunicación, redacción de boletines informativos, bitácoras y crónicas)

 

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El Foro, entonces, me ha permitido comprender cómo a través de pequeñas luchas y acciones se construye una ciudadanía distinta, crítica, politizada, consciente de la importancia de la vinculación de los distintos movimientos.

En la mesa de estrategias nos da tiempo de escuchar el relato de lo sucedido el martes 11 de marzo de este 2014. El relato lo da un joven de la comunidad de San Martín Caballero, en un punto de la playa oaxaqueña al oeste de Puerto Escondido:

“A las 8 de la mañana un operativo de la Policía Estatal entró al predio de nuestrea cooperativa, la Cooperativa de Acuacultura y Pesca Cacalotillo, en la playa Cacalotillo, y desalojó violentamente a la comunidad, se llevó detenidos arbitrariamente a los socios de la Cooperativa Fortino Carmona Moreno, Enrique Santos (padre), Enrique Santos (hijo), Arnulfo Torres Pérez, Carlos Clavel Galán, Onésimo Carmona Moreno y Jaciel Isaí Diego Cruz. Asimismo, agredieron y amenazaron de muerte a los habitantes de la comunidad, entre ellos mujeres, ancianos y menores de edad.  A las mujeres y niñas las amenazaron con violarlas si no abandonaban el predio. Los policías dijeron actuar por orden de un tal Francisco Gil, un supuesto hombre rico y poderoso, que pretende ser dueño del predio. También les gritaron que sus órdenes de aprehensión ya estaban fabricadas.

 Luego metieron maquinaria para destruir las modestas viviendas de los pobladores hechas con mucho esfuerzo y con materiales de la región, y se llevaron nuestras.”

Luego nos habla de los manglares que existen en esa playaCacalotillo, y la laguna que resguarda. Y el peligro de que se pierda.”

Más tarde recupero el comunicado que denuncia este hecho y cuenta la historia de la Cooperativa de Cacalotillo: se fundó en el 2005, recuperó el predio en cuestión mediante un procedimiento jurídico que tardó años en resolverse, pero tomó posesión legal hace más de un año; fundaron así su comunidad y resistieron a quienes identifican como los caciques de la región, quienes se habían apoderado ilegalmente de esta playa con la finalidad de ponerla a la venta para la imposición de megaproyectos turísticos en esta Costa oaxaqueña. La mayoría de los habitantes de la comunidad y socios de la Cooperativa de Cacalotillo son campesinos y pescadores. Rescataron esa playa para preservar el medio ambiente y el derecho de los pueblos indígenas a su territorio, contra los intereses de caciques, ganaderos de la Colonia Agrícola Ganadera de Río Grande y prestanombres de empresarios nacionales y extranjeros.”

Lo que siguió en el último año fueron las amenazas de muerte para los líderes y el riesgo permanente de desalojo. El que se cumplió en martes 11 pasado.

 

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Montañas y desiertos. Cañadas en la selva, playas para arriba y para abajo del golfo y el pacífico. Ni qué decir del mar Caribe. Y mira lo que se pretende con los bosques que resisten la devastación en el Nevado de Toluca. El capitalismo al abordaje. Sus profesionales uniformados: los metrosexuales financieros, los lustrosos abogados, los infatigables geólogos, los implacables operarios de las excavadoras.

Y frente a ellos pensar en una nueva ciudadanía. Mirar al Apulco y recordar la voz rotunda de la joven chatina.