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Pobladores de Santa María Malacatepec no van a permitir la perforación de pozos de agua potable para Lomas de Angelópolis. Así se lo expresaron ayer martes 14 de abril por la mañana en asamblea popular a Germán Castañón, Gerente de Administración de Proyectos del Grupo Proyecta, en una asamblea pública que contó con la presencia de las autoridades de la Junta Auxiliar y del Comisariado Ejidal y en la que este reportero estuvo presente.

Una negativa que se plasmó en un documento firmado por el presidente auxiliar Víctor Gordiano Largo, pero en el que no aparece la firma del representante ejidal, el más cuestionado por la gente en Malacatepec.

“Compraron la tierra, pero no compraron los manantiales”, le gritaron en la reunión realizada bajo la arcada de la presidencia auxiliar.

Porque lo que es un hecho aceptado por todos es que Proyecta, la empresa de Rafael y Gabriel Posada que ha desarrollado desde el 2003 Lomas de Angelópolis, ha plantado sus bardas y palmeras del encierro capitalista como un nuevo blanco conquistador en el siglo XXI, y ha comprado en los últimos dos años centenares de hectáreas en el territorio de este pueblo originario ubicado en un vallecito al sur de la ciudad de Puebla, al pie de la serranía del Tentzo, en el municipio de Santa Clara Ocoyucan. Tierras ejidales y de pequeña propiedad, una por una y de una y otra forma, en el valle y en el cerro, y hasta por cuatrocientas hectáreas.

Proyecta ya se hizo de su reserva de tierra.

Los campesinos miran unos cerros que ya no son suyos.

No hay manera de comprender el impacto de esta realidad  sobre una comunidad campesina. El griterío en la asamblea se disuelve como guijarros en la tierra, pero alcanza para vislumbrar que dará la pelea.

“Si ustedes no están de acuerdo --alcanzó a decir el ingeniero Castáñón cerca del mediodía--, pues con esa respuesta yo me retiro.”

“Es lo recomendable”, se alcanzó a escuchar que le dijo un campesino.

Se fue el ingeniero constructor de Proyecta de regreso a sus clústers y sus paraísos para las clases medias poblanas construidos sobre tierras campesinas. Y en Malacatepec quedó un pueblo angustiado por el desastre que se le viene encima.

Esta es la crónica de una mañana en la plaza pública de un pueblo al que la “ciudad planeada” de los hermanos Posada se tragará sin remedio.

 

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A las diez de la mañana no ha llegado el representante de Proyecta. Y no se ven más de diez personas afuera de la presidencia auxiliar.

La regidora… resume para mí la problemática:

“Yo no estoy de acuerdo con la perforación de los pozos. Fuimos a CONAGUA y nos dijeron que no han autorizado nada. Pero ahora salen con que la empresa quiere que le demos permiso. El comisariado dice que es gente de mucho dinero, que no los vamos a poder detener. Dice que ofrecen arreglar el panteón, y un camino. Y luego el presidente, yo lo veo encorralado, dice que van a venir los soldados, que él no puede mandar a la gente a una matazón.”

Un hombre viejo remata la incertidumbre:

“Tiene la culpa el pueblo, ya le vendieron las tierras a Lomas de Angelópolis.”

400 hectáreas, dicen los propios vendedores de la empresa con los que he platicado recientemente. Los clústers ya le han dado la vuelta al cerro en el que se construyen los fraccionamientos

 

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La 11 Sur cruza el río Atoyac para plantar ahí un y  griega que lleva al territorio sur de la ciudad de Puebla: al oriente, Santa María Azumiatla y la orilla sur de Valsequillo; al poniente, Santa Clara Ocoyucan y Santa María Malacatepec, en el extremo de la serranía del Tentzo. La carretera que lleva a este pueblo muy pronto se convierte ya en una avenida encerrada por las bardas marca Angelópolis. La mojonera la forman los seis grandes tanques que sustentan la existencia de Lomas, como puede leerse en su portal de internet: “Grupo Proyecta ha comprado los derechos de aguas para abastecer a Lomas de Angelópolis, Lomas Zonazul, Sonata y Cascatta por al menos los siguientes 10 años, por lo tanto los habitantes de estos desarrollos tendrán asegurado el abasto del vital líquido.”

  

Los tanques como mojoneras de la existencia de Lomas de Angelópolis.

 

Los tanques con el agua de Nealtican, “con los derechos comprados por al menos diez años…”

 

“Por lo menos diez años”, dicen. ¿De dónde sacarán el agua los Posada cuando llegue el año 2025?

Llevo esa pregunta en la cabeza. Y por ello busco las imágenes que ayuden a comprender la dimensión de este crecimiento urbano que por todos los costados de la metrópoli se come paso a paso la tierra campesina:

  

La proyección de crecimiento de Lomas de Angelópolis sobre el territorio de Malacaepec.

Y aquí, en este territorio proyectado para las etapas por venir de Lomas de Angelópolis, la posible ubicación de uno de los pozos profundos que pretende perforar Proyecta:

  

Más en detalle el área de expansión de Lomas de Angelópolis y la zona pretendida para la perforación de pozos.

 

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A las 10.45 ya se ha reunido un buen número de vecinos. La pequeña arcada que resguarda la Presidencia Auxiliar está llena. Escribo frases que recuperan las voces campesinas:

Es la ambición del dinero, por eso se ha vendido… La gente tiene miedo, ya ven lo que pasó en Chalchihuapan… Malacatepec tiene fama de gente valiente, pero ya se ve que no… Es que el rico quiere acaparar todo… La hacienda todo lo abarcaba, ahora ya se vendió y ellos ya quieren cerrar los caminos… Es que el ejido puede vender, pero no los caminos… Ellos pueden construir si quieren, pero no podrán rascar, y si lo hacen, les recogemos los terrenos… Es el agua la bronca, es el agua, una semana sin agua y ya nos volvemos locos… Así pasó en Tlaxcalancingo, al rato vamos que tener que comprarle el agua al rico… Ellos dicen que tienen mucho dinero, entonces que se construyan allá en Lomas una planta de tratamiento y que limpien la del río Atoyac…Sí, señor, ellos compraron los terrenos, no los manantiales….

 

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Los terrenos los han vendido uno por uno, en tratos particulares armados por la empresa con quienes la gente llama coyotes: personas del pueblo que empezaron a comprarle sus parcelas primero a 20 pesos metro, después a 30. Pequeña propiedad, ejido, no importaba. Ahora el precio alcanza los 150 pesos, se dice; y hasta 500 en las últimas fechas. Pronto la gente supo que era una empresa. Empezaron a ver movimiento de camionetas. En el mes de enero los ingenieros llegaron con unas máquinas, empezaron a explorar en busca del agua. Entonces empezó el descontento.

“Nos vamos a quedar sin agua, eso sí no lo permitiremos.”

 

Campo y cerro, todo vendido.

 

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El municipio de Santa Clara Ocoyucan al que pertenece Malacatepec es todavía rural en su mayoría. Poco más de 26 mil habitantes al día de hoy en 28 comunidades; pero en cuatro se concentra el 50 por ciento de la población: Santa Clara, Chalchihuapan, San Bernabé Temoxtitla y Malacatepec.

 

Municipio de Santa Clara Ocoyucan, territorio de la expansión de Lomas de Angelópolis.

 

Santa María Malacatepec está a quince kilómetros en línea recta del zócalo de la ciudad de Puebla. Más o menos cincuenta minutos en automóvil si se sigue la ruta de la 11 Sur. Poco más de tres mil habitantes. Según INEGI, con un grado de marginación alto. Tiene tres kínders, un primaria con dos turnos, una secundaria, una telesecundaria y un bachillerato. Tiene un centro de salud. Sus drenajes van a dar al caño que viene del río Atoyac y que por un túnel que atraviesa la montaña va a dar al valle de Atlixco. Con esas aguas riegan unas treinta hectáreas, por cierto las más próximas a los nuevos clústers de Lomas de Angelópolis. La gente recuerda que el teléfono llegó por primera vez en 1999. Hoy ya nadie habla de ello, el celular ha resuelto el problema.

  

El templo a Santa María, sus campanas, el altavoz. El llamado antiguo de un pueblo originario.

 

Pregunto sobre los principales problemas en la comunidad a un grupo de hombres que me acompañan a conocer los campos que Proyecta ha comprado. Los desgranan: la falta de trabajo; el agua y los pozos que los ricos quieren perforar;  las calles angostas, puros callejones; la deforestación en el monte, ya no queda gran cosa; las bandas, las pandillas en las noches. Y nada más. No, me dicen, aquí que se conozca no han extorsionado a nadie.

 

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Estamos en una loma que se levanta unos quince metros sobre el valle. No es muy grande, pero alcanzamos la punta con todo y camioneta. Un chipote, un granito en la tierra. Es el cerrito que conocen como el Tepostepe, qué no saben qué quiera decir, pero a donde cada año venía la gente a una misa para honrar a la tierra. Ya no lo harán en este 2015 porque la loma ya es de la empresa. Recorro el horizonte desde el norte, donde ya se construyen los fraccionamientos de Lomas de Angelópolis, y la vista sigue una montaña que se levanta por tres kilómetros en el oriente hacia el sur. La línea del monte no deja ver una meseta que baja hacia el territorio de Azumiatla. Todos estos campos de Malacatepec son los que Proyecta ha comprado en los últimos dos años.

  

El campo vendido. La primera intentona exploratoria por el agua. Al fondo, el monte que da paso a la meseta también perdida.

 

La pregunta es abierta para el grupo de campesinos que me han traído a su valle: ¿qué opinan del hecho de que la ciudad se le viene encima a Malacatepec?:

Muy fuerte, señor, la ciudad ya nos está acabando, ya se viene Angelópolis, los grandes empresarios ya vienen comprando, ora de qué va a vivir la gente, ya no van a tener sus animales, que un burro, un caballo, y dónde van a sembrar la calabaza, el maíz, vamos a dejar de ser campesinos… Ándele, como en San Baltazar Campeche… Aquí había mucho ganado, se sembraba mucho chile, las casitas eran de adobe y teja, eso ya se perdió, ora la iluminación eléctrica, puro cable... No, señor, no pensamos en lo futuro, pura desorientación, gente sin conocimientos, muy cerrada.

Y luego la realidad de la tierra perdida:

De esos alcanfores que se ven, de ahí pa´rriba, todo ese cerro que ve ya lo compraron, todo, así como viene aquel cerro, hasta la mitad de aquel, y la planicie arriba bien grandota, todo lo que dejaron los abuelitos. Sabemos que fue compañía de Angelópolis, creo dicen que unos Posadas.

Y cómo ocurrió que vendieron:

Nos vinieron a engañar, usté pa qué lo quiere el monte, es pura piedra, cosas así, uno por uno, y sí, la gente dijo, como es monte, pa qué lo quiero… Y ellos tienen más inteligencia, arquitectos, ingeniería, saben pa qué se ocupa todo eso. Sin en cambio no vino nadie a prevenirnos, a decirnos no vendan, son buenas tierras… Sí, aprovecharon la necesidad… Al municipio le dan dinero… Y de repente se vio la gente con un dinerito, no pensó en lo futuro. Gente de aquí lo hizo, hay personas que se dedican, como decir, al coyotaje, ellos son los que les pasaron los terrenos a Angelópolis, gente del mismo pueblo que conoce a la gente… Inclusive ellos ya traiban un plano de reforma agraria con lo ques todo Malaca, con los nombres de los dueños… En ese cerro que ve hubo tres o cuatro que no querían vender, quedaron en medio, lo mallaron y ya no les pagaron… ¿Y qué podían hacer, es gente pobre, ¿una demanda?, genera dinero, gastos, y pues no lo tiene uno… Allá ya cercaron, en el cerro, pero todo este plano, también… Sí señor, ya se viene la ciudad pa’cá.

 

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La asamblea inicia sin que esté presente el ingeniero de Proyecta. Tampoco está el de la Comisión Nacional de Agua. La arcada está repleta de vecinos. Alguien increpa a los fiscales porque no han repicado las campanas. Las frases aquí también salen sueltas, voces de mujeres enojadas con sus autoridades. El reclamo es contra el comisariado y el presidente auxiliar. Alguien grita que si no se acuerdan que de aquí de Malacatepec salió una escolta para custodiar a Zapata. Una señora confirma el ánimo de clase campesina que está en el alma del pueblo: “Esos señores de la empresa nos humillan, pero no porque sean ricos tienen la razón…”

Luego, otra mujer resume el consenso con un grito: “Compraron la tierra, pero no compraron el agua…”

El presidente auxiliar es Víctor Gordiano Largo. A su lado está el comisariado ejidal Ernesto Palacios Morales, al que le reclaman que el ejido haya vendido los caminos.

“Es una propuesta --dice el presidente--, no hay ningún acuerdo con la empresa, no hay gato encerrado. Yo me adhiero a lo que diga el pueblo.”

Luego dice que está claro que el pueblo no quiere permitir los pozos. Sugiere que se firme un acta circunstancial. Fírmala tú, le responde una mujer joven, Lorena.

Uno de los fiscales me dice que nadie vendió obligado. Que ahora Malacatepec será un pueblo rodeado por fraccionamientos.

Y finalmente, como fiscal que es del templo, manda que repiquen las campanas.

 

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Llega el ingeniero Germán Castañón, Gerente de Administración de Proyectos del Grupo Proyecta, un hombre de unos 55 años, camisola a cuadros, afable. Lo reciben a rayo de sol. Y todos le hacemos caso cuando sugiere que para lo que viene será mejor pasar a la sombra.

Regresamos a la arcada. Griterío. Brazos que piden calma. El presidente informa que no llegó el de la CONAGUA.

Las señoras van a lo suyo: usté quién es, y por qué quieren perforar pozos.

Castañón se arranca y la primera frase nadie se la interrumpe:

“El motivo de mi presencia aquí es el de ver la posibilidad de que se llegue a un convenio con el pueblo para que nos permitan la posibilidad de explorar un pozo.”

Luego comete el primer desliz:

“Alguien de aquí de buena voluntad nos dijo que sería bueno que ayudáramos en algo, y yo lo hago con mucho gusto, no es nada a cambio. Ustedes saben que no hay nada firmado…”

Habla del arreglo del panteón, y de un camino. Griterío, no y no es lo único que se escucha.

Lorena, la más aguerrida, le hace una simple pregunta: ¿cuál es el interés por rascar?

“Necesitamos el agua para los fraccionamientos”, dice muy sincero el ingeniero.

Los reclamos se le van encima: ¿Qué no sabe que sabemos lo que les pasó a los de Nealtican?... Si tienen tanto dinero, ¿por qué no mejor construyen una planta que trate el agua del río Atoyac?... Se van a secar nuestros pozos, ustedes con la tecnología le van a dar en el punto clave a la vena… Aquí la gente en su sano juicio no está dispuesta a que eso ocurra…

Sí, Germán Castañón es un hombre afable, no pierde el piso ni la cordura.

“Yo venía por su autorización, propuse que podemos arreglar las bardas del panteón… Si me dicen que no se puede --dice--, yo me retiro y no hay ningún problema…”

Sí, es lo más recomendable, le dice una voz igualmente tranquila.

Se va en medio de un severo griterío.

 

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Sigo por la plaza al ingeniero Castañón. No me va a responder la pregunta por el número de hectáreas que Proyecta ha comprado en Malacatepec. Menos me dice en cuántos fraccionamientos están pensando.

“Yo soy el constructor”, me dice.

Y sí, lo veo irse muy tranquilo.

 

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Felipe Soriano Sánchez es un hombre joven. Usa lentes. Tiene habilidad para dominar una asamblea. Déjenme hablar, compañeros. Y habla, y largo. Su lenguaje es de activista universitario: “Zapata dijo en el plan de Ayala que la tierra no se vende, Zapata luchó por la tierra que nos dieron los abuelitos. Sin violencia, porque no queremos que se repita lo de Chalchihuapan, pero vamos a oponernos a que esto ocurra. Estamos a tiempo de actuar, honremos a nuestros abuelos, de aquí salió una escolta a custodiar a Zapata, luchemos por recuperar las tierras.”

Y luego propondrá hacer una movilización con pancartas para protestar contra la empresa que hacen y deshacen al pueblo. Ir a ver la zona en la que quieren hacer las perforaciones. Y que se escriba en un acta que el pueblo no va a permitir los pozos. Y que la firmen el presidente y el comisariado, y que queden bien claritos los sellos.

Y luego cierra con un ¡Zapata vive…! que la gente no le revira con ¡la lucha sigue! ¡Y vamos a la papelería! Claro, por las cartulinas para los carteles.

Y tras las risas se lleva una buena carga de aplausos.

Felipe irá con un grupo a ver qué ha hecho Proyecta con las perforaciones. Encabezará la elaboración de un documento que por la noche acabará firmando el presidente auxiliar Víctor Gordiano. No lo firmará el comisariado ejidal Ernesto Palacios.

“A mí no me pueden obligar a firmar nada”, dijo el comisariado Ernesto Palacios.

No pudo con él la enjundia de Felipe.

 

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Lorena le llega al corazón a su gente.

“Señores hagan conciencia --les dice a los Malacas--: están vendiendo lo que es nuestro. El dinero que les están dando se acaba. Vamos a regresar al tiempo en que nuestros abuelos trabajaban de esclavos. ¡Hagan conciencia! ¡Antes se moría la gente antes que vender! Y Zapata se levantó porque el campesino no tenía nada.”

 

 

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A mediodía regreso a la ciudad. Cruzo los clústers que ya cercan las bardas características de Lomas de Angelópolis. Claro, muchas palmeritas, morelenses por cierto. En la entrada de uno de ellos construyen con piedras enormes lo que seguramente será una cascada. Cuántas características tienen las “ciudades planeadas” de Proyecta.

  

Puerta del clúster Baja C Sup. No será el último desarrollo de Lomas…

 

Compran a 20, 30, 150, 500 pesos, según ande la precariedad campesina. Venderán a precios de hoy a 6,000 pesos. Y la garantía de que la inversión tendrá rendimientos ocho veces superiores a lo que te deja un banco en diez años.

¿Será posible saber cuánta plusvalía le ha dejado a los Posada y Proyecta la tierra de los pueblos de San Andrés Cholula y Santa Clara Ocoyucan? ¿Lo sabrá su socio Pedro Aspe? ¿Lo habrá medido en sus indicadores de pujanza empresarial Endevour Puebla?

Soy amigable --dicen en Facebook los de Lomas, discurro mientras cruzo el río Atoyac--, soy futurista (algún día los de Malacatepec conocerán los rascacielos), soy divertido (siempre somos niños en Lomas), soy contemporáneo (somos lomas cerca del cielo), soy integral (todo nos queda cerca), soy moderno (qué aires de tradición y modernidad, sofisticación y vanguardia), soy naturaleza (sí, ocho veces más verdes que en la ciudad de Puebla), soy ecológico (pronto tendremos el Refrigerador Bio Robot que enfría sin electricidad), soy orgulloso (aquí va una foto con una mujer indígena dándole al metate que por algo ha reconocido la UNESCO a la comida mexicana como patrimonio de la humanidad), soy curioso (por nuestros indígenas hay más idiomas en México que en toda Europa), soy natural (garantizamos en Gran Reserva vistas exclusivas de la Malinche, el Popo y el Izta), y, bueno, no está demás, soy extraordinario (somos azules, armonizamos con el paisaje urbano).

Atrás dejo el más grande atraco a los campesinos en la historia de Puebla. Atrás queda Santa María Malacatepec. No permitirán un solo pozo, dicen los campesinos. Y con más fiereza, las campesinas.

Pero ya vendieron su tierra.