• Ana Mastretta Yanes
  • 31 Octubre 2013
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Por: Ana Mastretta Yanes

Estoy a punto de girar la perilla, entrar a mi cuarto y esconderme de todas las sombras que bailan con la noche cuando un escalofrío recorre mi espalda, muerde  mi cuello y seduce a algún miedo que alberga mi cuerpo.

Alguien me observa.

Mis dedos despiden al frío de la perilla, la cual ve voltearse a mi cabeza.

Busco aquella mirada y la encuentro en unos ojos floreados de vida.

El revoloteo de una mariposa baila alrededor de nosotras.

No habla, pero quizás sin darse cuenta, sonríe.

Una sonrisa grande y acogedora, humilde y curiosa. Como la casa de abuelita.

Su cabello se eleva en todas direcciones, ajeno a nosotras.

¡Qué bonita mujer! Pienso al instante.

Se acerca un poco más.

El tenue brillo del foco ilumina ahora todo su cuerpo.

Una chispa de emoción enciende una vela en mi alma cuando leo el nombre de mi libro favorito en su playera; la cual le descubre las piernas.

Son fuertes, pero delicadas. Su quietud es inquieta, quizás esperan que me dé cuenta de algo.

Extrañas sensaciones me recorren cuando le sonrío y agranda su sonrisa.

La saludo y ella me saluda de la misma forma.  

La vela encendida se consume, pero el fuego no se extingue, baila en mi corazón, abre una puerta de mi mente. De ella emerge una emoción palpitante, la cual brinca hacia mí y susurra: Soy yo.

Maldito espejo, no sabía que te encontrabas entre las dos.

¿Ella es mi reflejo o yo soy el suyo?

Con una alegría latente, aquella que veo reflejada, ríe con migo. Nos despedimos momentos antes de que entremos al cuarto de nuestro propio lado del espejo. Volvemos a ser una. El tiempo que por unos instantes se detuvo, sigue su curso.

Me pregunto  cómo motivaría a mi amiga del otro lado si me confesara que no se siente hermosa. Yo, quién nunca sé qué responderme.

¿Quién? Yo.

Yo, quién en medio de las preocupaciones previas a su fiesta de quince años descubre el otro lado de la humanidad. Ella vive en una realidad de sueños, un mundo dentro de este mundo; en una vida que no está acostumbrada a la contraparte de ser humano. Mientras se pregunta qué responderse, anhela que le contesten otra pregunta cual ni siquiera sabe cuál es.

Tal vez es momento de dejar de pensar en las respuestas y comencemos a crear un mundo donde uno pueda platicar consigo sin temor a juzgarse, y tener la esperanza de que en ese mundo quepan todos los mundos.

Lo que imagino no es algo inalcanzable, es el otro lado del espejo.

 

Dedico este texto a los reflejos, quienes pacientes no pueden mirar al frente porque nos ponemos enfrente, y a la paz: la única alma capaz de contrarrestar las bombas.

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