• Arq. Mederico Faivre
  • 07 Marzo 2013
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Por: Arq. Mederico Faivre

El arquitecto Mederico Julio Faivre (Buenos Aires, Argentina, 1944) tiene un largo historial en arquitectura y urbanismo en su país. En 1969, a los 25 años, ganó como estudiante la Bienal de París. Ha sido por muchos años profesor titular en la Universidad de Buenos Aires y ha colaborado como profesor invitado en varias instituciones académicas en América Latina. Su trabajo fundamental lo ha orientado hacia la remediación ambiental, la arquitectura con recursos escasos y la recuperación patrimonial. Actualmente continúa desarrollando el proyecto y dirección de las obras en la Universidad Nacional de Quilmes en el suburbio sur de Buenos Aires construida sobre una antigua instalación textil y la Universidad Nacional de la Pampa en la provincia de la Pampa.  Tuvo a su cargo la recuperación y restauración y actualización tecnológicade la sala principal  del Teatro Colón entre el 2007 y el 2011. Entre otros reconocimientos, el arquitecto Faivre ha obtenido el Gran Premio a la Arquitectura Argentina. 

Querétaro: la ciudad educa al ciudadano

Qué puede decir un viajero venido de un territorio austral que, a igualdad de tiempos, estaba despoblado, sin pueblos originarios y sin piedra. La sorpresa, el placer, son infinitos al recorrer el Centro Histórico de Querétaro. La sensación es que todos los actos, todas las decisiones, todos los conflictos, todos los deseos de los que fundaron, poblaron, pelearon y gozaron de estas tierras quedaron registradas en ese sistema de fotografía primitiva para vencer al tiempo que es la piedra labrada. 

 Los cuidados frentes alineados, siguiendo las leyes de Indias, las calles perpendiculares, cada ventana, cada puerta, los portones para carruajes, los claustros son modelos y  tipologías repetitivas pero con variantes infinitas que corresponden a diferentes períodos y clases sociales. 

Sin conocer la historia y el porqué de lo ocurrido, como viajero que soy advierto loteos de frentes pequeños con puertas y ventanas angostas que sin duda fueron construidas por clases populares que con dignidad se sumaron a la belleza y a la contundencia de esta ciudad. En particular esto se advierte en las adyacencias del Centro Histórico. 

Pasajes y andadores poblados de encanto, pequeños detalles que pueden ser un llamador de bronce, herrajes ingeniosos, sillares trabajados gastados por el tiempo, le suman interés al caminante… Y de pronto, toparse con un hecho trascendente de la arquitectura y del arte como son las iglesias, los conventos, los edificios públicos, los parques, ejemplo de espacios públicos que educan y expresan al ciudadano. Pude ser testigo cómo la ciudad era usada  el sábado y el domingo, cómo los ciudadanos disfrutaban de los espacios públicos, el tiempo acompañaba, los jóvenes, los niños le daban vida al Centro Histórico, no era un espacio monumental, seguía siendo "el corazón" de Querétaro.  

El silencio es otro protagonista que le suma calidad la ciudad. El Patrimonio edificado está poblado de nuevos usos, y es encomiable el cuidado con que está tratado y reciclado. La puesta en valor a mano de expertos se nota en las grandes obras patrimoniales. 

Salvo en los parques del centro histórico, no hay árboles en las calles, las banquetas son pequeñas, y volviendo a las arboledas de los parques, éstos están trabajados geométricamente, como si se tratara de edificios que siguen la estética francesa. 

El barroco especialmente se advierte en el interior de los claustros, las fachadas son más severas y simples… cuánto esfuerzo y conocimiento para atrapar el tiempo y la belleza. 

Para recordar en especial recomiendo la esquina del teatro y sus tres acompañantes, que configuran un punto atípico de la ciudad. Y por lo insólito y desconcertante, el excelso monasterio de los agustinos, no así los textos que pretenden explicar esta obra de arte “inexplicable”.

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