• Emma Yanes Rizo
  • 09 Julio 2015
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Profética, Casa de la Lectura cumple 12 años como uno de los más importantes centros culturales de la ciudad de Puebla impulsado desde la sociedad civil. Presentamos este texto escrito por la Doctora Emma Yanes Rizo, quien prepara un libro sobre la historia de la casona que será probablemente publicado a fines de este año que corre. Es la historia de una casa ligada desde su nacimiento a los libros.

 

  La biblioteca pública de Profética, ubicada como sabemos en la calle 3 sur 701, celebra este mes de julio su doceavo aniversario. Para celebrar está grata iniciativa y el uso de ese espacio que solemos visitar con agrado, comentaremos aquí lo que nos parece una agradable coincidencia: la existencia previa en la misma casona de otras dos bibliotecas, una la del licenciado Miguel de Sandoval; la otra, de José Miguel Sarmiento. Y aunque ambas eran de uso particular, los libros que en las mismas se almacenaban reflejan la importancia para los poblanos de contar con un acervo bibliográfico. Sin conocer lo anterior, Profética abrió ese nuevo espacio al conjunto de los poblanos. Coincidencias que felizmente suceden.

 

 

El licenciado Miguel de Sandoval

 

El siete de agosto de 1882, la casa de la hoy Proféticapasó a ser propiedad del licenciado Miguel Sandoval, quien vivió en la parte superior de la vivienda hasta 1926. Sus padres fueron el escribano Gregorio Sandoval y Guadalupe Limón. Miguel se casó con  la señora Guadalupe Machorro. Tuvo tres hijos: Gonzalo, Alfredo y Josefina, de apellido Sandoval y Machorro.

  El licenciado Sandoval era un hombre acaudalado y culto, tenía en propiedad además de la ya mencionada casa de la Limpia, la casa número 11 de la calle de Astomba, la número 5 de la calle de Tecajete, la 12 de Herreros o La Fragua, la 6 de la calle de Santa Teresa y la 4 de la Portería de Santa Catarina.[1]

Mientras Sandoval vivió en la casona, rentó la parte baja del edificio con accesorias para diversos servicios. En 1904 ejercía ahí el abogado Miguel López Fuentes;  entre 1909 y 1914, estaba en la parte baja de la hoy Profética la tienda de Velas Esteáricas y Parafinas de Wenceslao Camacho; en 1914 litigaba ahí el abogado Luis Lozano Cardoso; de 1918 a 1925 se establece  en ese sitio la Botica y Farmacia Moderna de J. M. Carvajal. Y de 1921 a 1925 se encontraba ahí el local del tenedor de libros y contadores José Solar. [2]      

El 12 de noviembre de 1915, el licenciado Miguel Sandoval ante el notario Severo Sánchez de la Vega, otorgó su testamento. Fue consultando el mismo que pudimos conocer algunos de los libros que poseía en su biblioteca. Entre sus textos destacan un ejemplar de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, así como las Comedias completas de Lope de Vega en 15 volúmenes. Siguiendo el camino de la literatura universal, Sandoval fue lector también de Gil Blas de Santillana, obra de Renato Lasage (1668-1747), primera novela realista de la literatura francesa, cuya acción se  desarrolla en un clima de despreocupación donde al final triunfa la bondad innata del protagonista. Tenía también en existencia Las cartas de Lord Chesterfield, texto de referencia en todo lo que ha educación y buenas costumbres se refiere. Sin embargo, lo más interesante de su biblioteca son los libros relacionados con la historia de México. Sandoval resguardaba un ejemplar de la Historia de la conquista de México, de William H. Prescott, traducida al español por vez primera en 1844, con notas de Lucas Alamán. Se trata de una obra importante ya que el tema de la conquista y de la colonia había quedado relegado luego de la independencia, dada la hispanofobia del momento.[3]

             En la primera mitad del siglo XIX estuvo en auge la voluntad de difundir las obras de los ilustrados sobre el pasado antiguo de México, entre las que destacan dos que Sandoval poseía en su biblioteca: Historia de México, de Niceto de Zamacois, escrita en 18 volúmenes y 20 tomos (1874-1882), obra que documenta la historia nacional desde las culturas prehispánicas a mediados del siglo XIX;[4] y la Historia Antigua de México del escritor poblano Mariano Fernández de Echeverría y Veytia editada, por el también escritor Francisco Ortega, egresado del Seminario Palafoxiano. [5]

 

Miguel Sandoval fue, así, un hombre al tanto de los intereses culturales de su época.

 

 

 

José Miguel Sarmiento

 

José Miguel Sarmiento fue un  ilustre personaje poblano que vivió como inquilino en la hoy Profética al parecer de 1938 a los años cuarenta y que también coincidentemente fue un defensor del patrimonio histórico de Puebla.  José Miguel Sarmiento nació en Cholula el 29 de septiembre de 1876. Fueron sus padres el licenciado Miguel A. Sarmiento y la señora Concepción Fernández de Lara. Sus estudios los hizo en el Seminario Palafoxiano y después en el Colegio del Estado donde continúo la carrera de leyes. Fue profesor por muchos años de Lectura Corriente y Expresiva, Gramática Castellana, Raíces Griegas y Latinas y Literatura. Fue director de la Academia de Bellas Artes, miembro de la Sociedad de Geografía y Estadística y de otras sociedades científicas en el extranjero.[6] 

 

El 3 de febrero de 1916, la Primera Jefatura del Ejército Constitucionalista nombra a José Miguel Sarmiento, miembro propietario para integral del H. Consejo Municipal de la ciudad de Puebla. El 29 de agosto del mismo año, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del poder ejecutivo de la unión, lo nombra Inspector Local Honorario y Conservador de Monumentos Artísticos de Puebla, puesto en que lo ratifica Venustiano Carranza ya como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, un  año después. En 1917 el gobernador del estado lo nombra Director de la Academia de Bellas Artes. Es responsable en 1918 de la compilación de flora y fauna para la Colección de Historia Natural del Estado de Puebla. En noviembre de 1919 lo comisionan, junto con Felipe Neri del Castillo y Manuel Rivadeneyra, para “rendir homenaje y respeto a los restos del poeta Amado Nervo” en representación del gobierno. En enero de 1926, el presidente de los Estados Unidos Mexicanos lo nombra Conservador del Museo de Puebla y lo reitera en su puesto como Inspector General de Monumentos Artísticos e Históricos, dependiente del Departamento de Bellas Artes.

 

De su labor en ese cargo, el historiador Carlos Montero destaca su iniciativa para quitar los anuncios comerciales y propaganda política de las casas coloniales del centro; la defensa del atrio y jardín de Santiago en 1918 y   en 1922 su propuesta de Reglamento para el Rescate y Conservación de los Monumentos de Puebla.[7] El anterior Reglamento derivó posteriormente, en 1939, en la Declaratoria de Monumentos Históricos de los siguientes inmuebles eclesiásticos: Iglesia de San José (1936), Convento de Santa Mónica (1936), Iglesia y Convento de Capuchinas (1938), Casa de Ejercicios de La Concordia (1936), Iglesia de la Soledad (1936), Puente del Emperador (1932), Templo de la Compañía (1933), Templo de San Cristóbal (1933), Iglesia de Guadalupe (1933), Catedral (1933), Templo de la Merced (1933), entre otros.[8]         

Por su parte, correspondió también a José Miguel Sarmiento, rescatar el inmueble de la casa de Victoria 2  o 3 Poniente 302, vivienda del coleccionista José Mariano Bello y Acedo, para convertirlo en Museo en 1938, luego de que falleciera su propietario.[9]  Gracias a la intervención de Sarmiento el inmueble sede del hoy Museo José Luis Bello y González, que contiene la segunda colección de artes aplicadas más importante del país, fue declarado Monumento Artístico por el gobierno del estado en 1942. [10]

 

La biblioteca de José Miguel Sarmiento en la 3 Sur 701 y la literatura en Puebla en las primeras décadas del siglo XX

 

Pasemos ahora a comentar la vida en torno a la biblioteca de José Miguel Sarmiento. Éste tenía en la entrada de la biblioteca la divisa heráldica de la familia Sarmiento-Acuña, que usaba como sello en cada uno de sus libros.

Trataba así se hacer un homenaje o seguir el ejemplo del distinguido Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar (Galicia), bibliófilo también, quien llegó a tener una de las más importantes bibliotecas nobiliarias de la España moderna, posteriormente donada al rey Carlos II, hoy parte del fondo de la Biblioteca Real de Madrid. En dicha biblioteca hay entre otros ejemplares una copia manuscrita del siglo XVI de la Historia de las Indias de Bartolomé de las Casas, el Atlas de Oliva y la correspondencia de Pedro de Gasca.[11]

  Por su parte, la biblioteca de José Miguel Sarmiento, hoy resguardada por la Universidad de las Américas, cuenta con una interesante colección donde destacan las obras de los escritores liberales y los modernistas de la época. Entre los primeros sobresalen:

  Ignacio Mariscal, con sus  Poesías de 1911. Mariscal nació en Oaxaca el 5 de julio de 1829 y murió el 16 de abril de 1910. Fue poeta y periodista,  desterrado en su momento de Oaxaca por su oposición liberal a Santa Ana con el triunfo del Plan de Ayutla; posteriormente fue diputado al Congreso Constituyente de 1856 a 1857.[12]

José Contreras y Peón, con sus Obras Poéticas de 1889. Nació el 12 de enero 1843 y murió en 1907. Era miembro de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística desde octubre de 1873. Ingreso a la Academia Mexicana el 16 de marzo de 1896. Fue Director del Hospital de Dementes de San Hipólito y se especializó en enfermedades mentales. Además de ensayos científicos en la Gaceta Médica de México de 1879, publicó poesía. Fue amigo y colega de Guillermo Prieto e Ignacio Manuel Altamirano. 

Juan de Dios Peza, con  Musa de viaje de 1889. Peza nació en la ciudad de México y fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Fue  alumno de Ignacio Ramírez el Nigromante y de Ignacio Manuel Altamirano, muy amigo también de Manuel Acuña.

Guillermo Prieto con su Romancero Nacional de 1885. Escritor, novelista, cuentista, ensayista, liberal. Salvó la vida de Benito Juárez en Guadalajara. Es nombrado por Altamirano como: “El poeta mexicano por excelencia”.  Sus restos descansan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

José Rosas Moreno, con sus Fábulas de 1872. Nació en Lagos, Jalisco. Desde joven se afilió al partido liberal, escritor y educador de temas infantiles. Se le conoce como “el más grande fabulista de América”. Ignacio Manuel Altamirano, Juan de Dios Peza y Francisco Pimentel, tienen importantes ensayos críticos sobre su obra.

Vicente Riva Palacio con sus Páginas en verso de 1885. Liberal, se une a Zaragoza en la lucha contra la invasión francesa. Participa en el sitio de Querétaro de 1867-1875. Novelista, poeta, dramaturgo, historiador.

Ignacio Manuel Altamirano, con la Selección de obras, en el primer centenario de su nacimiento. Se considera a Altamirano el padre la literatura mexicana. Nace en Tuxtla Guerrero, hijo de madre y padre indios. Estudió derecho en el Colegio de San Juan de Letrán. En 1854 se adhirió a la revolución de Ayutla. En 1857 se unió a la guerra de Reforma, en 1859 fue diputado del Congreso de la Unión. En 1863 se une a la lucha contra la invasión francesa y el imperio de Maximiliano. En 1867 se retiró de las armas. Fue maestro y organizador de las “veladas literarias” en su propio domicilio.  Funda junto con Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, El Correo de México y posteriormente la revista Renacimiento.[13]

Y por último, Luis González Obregón con sus Ensayos históricos y bibliográficos. González Obregón fue alumno de Altamirano. Funda junto con Ángel del Campo, Luis G. Urbina y Ezequiel A. Chávez El Liceo Mexicano, Científico y Literario que subsistió hasta 1894. Publicó entre otros libros Las Calles de México (1922 y 1927) y La vida en México en 1810, editada en 1911. Su biblioteca fue centro de consulta y tertulia y sede de la Academia Mexicana de la Lengua.

  Por su parte, en lo que se refiere a los modernistas, destaca en la biblioteca de Sarmiento la obra de Lascas (1901) del poeta Salvador Díaz Mirón.[14] Hay también en existencia una selección de poemas del presbítero Federico Escobedo, latinista y también considerado precursor del modernismo.

Cuenta a su vez dicha biblioteca con una colección representativa de la obra de Amado Nervo: Almas que pasan (1906) Los balcones (1920), Ellos (1920), Ensayos (1910), Mis filosofías (1930), Las ideas de Tello Téllez (1921), Juana de Asbaje (1920), En torno a la guerra (1921). Amado Nervo estudió en el seminario de Zamora en Michoacán. Escribió en El Mundo Ilustrado, El Nacional, El Imparcial y en las mejores revistas literarias. Influyó en Gutiérrez Nájera y en el grupo que se congregaba en torno a la Revista Azul y la Revista Moderna. Entre 1898 y 1900 fundó y dirigió la Revista Moderna, sucesora de Azul.  Amado Nervo fue muy cercano a Luis G. Urbina, Manuel Gutiérrez Nájera y Rubén Darío. Murió el 24 de mayo de 1919, sus restos yacen en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

La biblioteca de Sarmiento posee también con un ejemplar de Rumores de mi huerto (1908), de María Enriqueta Camarillo, la cual se dio a conocer como cuentista en la Revista Azul y llegó a ser un importante exponente  del modernismo. María Enriqueta nació en Coatepec, Veracruz en 1872 y murió en la ciudad de México en 1968. Fue miembro de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz.

    Finalmente, hay en dicha biblioteca un libro escrito por el propio José Miguel Sarmiento: Los domingos del doctor Guzmán.[15]Se trata de un homenaje a los 25 años de tertulias literarias realizadas en la casa del doctor Daniel Guzmán  quien fue uno de los defensores del centro histórico de Puebla y bisabuelo de quien rescató el inmueble de la 3 Sur 701 en el año 2003. En el libro se relata la vida bohemia de Puebla de finales del porfiriato a los años treinta. Por sus páginas pasan los poetas Eduardo Gómez Haro, Rafael Cabrera y Manuel Rivadeneyra, entre otros. Dichas tertulias, según comenta el historiador Cordero y Torrres: “tomaron tal seriedad que sin estatutos, ceremonias, ni reglas esclavizantes, formaron la Sociedad de la Juventud de Puebla y con su nacimiento lanzaron su órgano periodístico intitulado Primaveral.”[16]

Sirva entonces esta coincidencia involuntaria de las otras bibliotecas en la casa de las 3 sur 701, como un homenaje literario que después abriría sus puertas a todo público.  

 



[1]  El Lic. Miguel Sandoval y Limón otorgó testamento en la ciudad de Puebla ante el notario Severo Sánchez de la Vega el 12 de noviembre de 1915. Expediente 29728, tomo 217, libro 5º, ff. 87-114v.

[2]   Idem.

[3] Testamento de Miguel de Sandoval, ya citado.

[4] Ídem. Niceto de Zamacois (España 1820-México 1885), fue historiador, novelista y poeta español, asentado en México donde contrae matrimonio. Fue colaborador  junto con Hilarión Frías y Soto e Ignacio Ramírez, de la obra Los mexicanos pintados por sí mismos. Colaborador también del periódico El Renacimiento, fundado por Ignacio Manuel Altamirano.  

[5] Obra registrada en el testamento ya citado.

[6] Tomado de los documentos personales en el archivo de la familia  Sarmiento.

[7]  Carlos Montero, Arquitectos e Ingenieros Poblanos del siglo XX, BUAP, CONACYT, 2006., pp. 277-279.

[8] Edificios Coloniales, Artísticos e Históricos de la República Mexicana que han sido declarados Monumentos. México,  INAH, ed., Cultura, 1939. 

[9] Archivo de Monumentos Históricos del INAH, Puebla, casa 3 Poniente 302.

[10] Emma Yanes Rizo, Pasión y coleccionismo, El Museo de Arte José Luis Bello y González, INAH, 2006.

[11]Diego Sarmiento de Acuña, fue un noble distinguido en servicios al rey: mayordomo, consejero de Guerra, hacienda y estado, embajador extraordinario en Alemania, Francia, Inglaterra y Flandes, gobernador y capitán general del reino de Galicia, comendador de Monroyo y de la orden de Calatava; representante de Felipe III (1613-1618) y de Felipe IV (1620-22), cerca de Jacobo I de Inglaterra con quien realizó un importante papel como embajador.

La biblioteca de la Casa del Sol formada en el siglo XVII fue la primera en la entidad de aquellos días, contiene entre 7000 y 8000 volúmenes, y fue ejemplo a seguir en su época de otros bibliófilos como Diego de Arce y Reynoso, Lorenzo Ramírez de Prado.

En su disposición testamentaria (1785) del quinto titular del condado de Gondomar el acopio pasa a “la biblioteca particular de su majestad”.

El perfil del erudito: “entre sus aficiones literarias estaban señaladamente los libros de caballería y la poesía”. Fue cronista de las tres órdenes militares mayores. Mecenas y corresponsal de escritores altos como Alonso de Ercilla. El inventario de su biblioteca de 1623 corrió a cargo de Esteban Eussen.   

[12] Mariscal además participó en la elaboración de la Carta Magna de 1857, acompañó a Benito Juárez a Veracruz durante la guerra de los tres años. Participó en la redacción de las Leyes de Reforma como consejero jurídico. Intervinó en la aplicación de la Ley de Desamortización de los Bienes del Clero en 1856. En víspera de la intervención francesa es designado ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En 1863, Juárez lo designó Oficial Mayor de la Secretaria de Relaciones Exteriores. Al triunfo de la república es nombrado Presidente del Tribunal de Justicia del Distrito y Territorios Federales y Secretario de Justicia e Instrucción Pública. En 1871 es nombrado Ministro de Relaciones Exteriores. En 1885, Ministro de Relaciones Exteriores durante el Gobierno de Porfirio Díaz. Fue traductor al castellano de Shakespeare, Longrellua, Edgar Allan Poe y lord Byron.

 

[13] En dicha revista escribieron tanto románticos, como neoclásicos y eclécticos, conservadores, liberales, hombres de ciencia, etc. Altamirano fue el puente entre la generación del liberalismo ilustrado, con escritores como Ignacio Ramírez, Francisco Zarco, Guillermo Prieto y Vicente Riva Palacio y la generación de los entonces jóvenes Justo Sierra, Manuel Acuña, Manuel M. Flores, Juan de Dios Peza y Ángel del Campo. Fundó dos periódicos: El Federalista, en 1871,  y La Tribuna,  en 1875.

[14] Salvador Díaz Mirón (1853-1928), nació en el puerto de Veracruz. En 1876 es deportado a Nueva York por razones políticas. A su regreso colabora en diversas publicaciones. En 1878 representó  a su distrito de Jalancingo, en La Legislatura de Veracruz. En 1884 es diputado del Congreso de la Unión. En 1910 es desaforado y encarcelado por atentar contra la vida de Juan C. Chapital. Al triunfo de la Revolución es puesto en libertad. Durante el gobierno de Victoriano Huerta es director del periódico El Imparcial. Lasca, su principal libro, contiene un total de 30 poemas  inéditos. Díaz Mirón está sepultado en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

[15] José Miguel Sarmiento, y Alfonso G. Alarcón, Los domingos del doctor Guzmán. Puebla, Ed. Económica, 1937.

[16]  Citado por Alejandro Palma, óp., cit., p. 97.

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