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Él tiene 77 años y nació en esa casona. También su padre y su abuelo. Ha visto pasar el tiempo, que ya dura tanto como esas paredes de adobe asomado sobre pájaros, lobos y lagartijas.

Él es joven y lo único que lo identifica es un nombre sobre un bote de leche-bomba a punto de estallar con todo y calavera: BLACKDOMENEGA.

Todo ha pasado entre ellos.

--¿Por qué pintas mis paredes? --le dijo un día el viejo, extrañado por esos garabatos en los que no se posaba la mirada de nadie.

--Porque así marco mi territorio.

--¿Y a alguien le importa? --siguió el viejo--. ¿Por qué no pintas algo que la gente entienda? Mira esa lagartija que corre a ocultarse entre las piedras, ¿sabes que la miro desde niño? Ella sí que ha marcado su territorio, y estará aquí por mucho tiempo más después de que yo me haya ido.

Y de que tú también te hayas perdido.

El grafitero guardó silencio. Su mirada ya buscaba los espacios abiertos en las paredes, los enjarres perdidos limitarían el territorio de sus sueños verdaderos. Lombrices, mujeres lagarto, mujeres de sombras desnudas, mujeres zopilotes, chorlitos con sombrero, lagartijas en esqueletos. Qué manera de dejar testimonio del paso de uno en el tiempo breve del barrio campesino.

Unos días después el muchacho regresó con sus botes brochas y pinceles. Y empezó a marcar el tiempo ganado por el viejo.

Ahora la lagartija ya no se esconde entre las piedras. Le ha dado vida a la tierra.

(En memoria de todos los viejos que le han dado vida a Cholula.Y que la defienden.)