• Armando Pliego Ishikawa
  • 18 Febrero 2015
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La BUAP bajo asedio. Son muchas las interrogantes que surgen a partir de los acontecimientos recientes en la universidad pública poblana. Y se resumen en uno simple: ¿qué está ocurriendo que nos lleva a afirmar lo que sostiene el título de esta crónica escrita por el colaborador de Mundo Nuestro Armando Pliego Ishikawa, estudiante de Comunicación en la universidad? Lo ocurrido es grave: el desalojo de un grupo de estudiantes en plantón en el zócalo por un conflicto en sí mismo pleno de cuestionamientos sobre su carácter de fondo, pero ligado a un tema medular, el del alcance de la matrícula en la universidad pública) y el secuestro por unas horas de una estudiante de Derecho que participa en el proceso de elección de consejeros universitarios. No es aventurado pensar que las autoridades judiciales no darán con los responsables en ninguno de los casos. Y en ese marco, y como consecuencia concreta, una campaña abierta en algunos medios contra el rector Alfonzo Esparza. Vale aquí el recuerdo de la cuna que mecen muchas manos. ¿Quiénes y con qué propósito?

La crisis del Estado en México es manifiesta. Las instituciones de educación superior, con la BUAP a la cabeza, sostienen por mucho nuestra muy endeble estructura social. No nos demos el lujo de perderlas. (Mundo Nuestro)

El jueves 12 de febrero por la mañana espero en las palapas de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la BUAP la hora indicada para partir. La convocatoria para marchar en protesta por el ataque violento contra los estudiantes del Colectivo Universitario por la Educación Popular (CUEP) el pasado domingo 8, es a las dos de la tarde, frente a las oficinas de rectoría, en Ciudad Universitaria. Mi facultad está junto al Complejo Cultural Universitario, por lo que tendré que tomar un camión.

Descubro dos autobuses turísticos “servicio de lujo” estacionados justo afuera de la facultad. Minutos después, un grupo de compañeros me invitan a la feria por el día del amor y la amistad, en CU  y para eso están los camiones, llevarán gratis a quien quisiera asistir al festejo, y que podemos irnos en ese momento.

El mismo día dos comportamientos juveniles: la pachanga y la marcha. Aprovecharé el viaje a la primera para irme a la segunda.

 

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A mediodía trepamos el autobús y emprendemos camino a la feria. Jugamos un poco y nos tomamos fotografías, pues sólo vamos ocho personas a bordo. Llegamos a Ciudad Universitaria, del lado del Boulevard Valsequillo, a un lado de las instalaciones del Polideportivo Ignacio Manuel Altamirano. 



Foto por Armando Pliego Ishikawa.

 

Es una feria en serio: estudiantes por montones se pasean con globos en forma de corazón, platos de comida y bolsas con dulces entre decenas de mesas  donde se ofrece todo tipo de productos; hay un escenario con instrumentos musicales montados y listos para que algún grupo se presente; en la entrada principal hacia CU el equipo de Radio BUAP transmite desde un stand en vivo el evento; en otro stand unas muchachas reparten como bienvenida bolsas con el logo de la BUAP. Ignoro su contenido pues todo lo veo rápido, decidido a llegar al punto de partida de la marcha hacia el Carolino, y me quedo sin bolsa.

Luego de atravesar la feria, camino hasta la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas, frente a la cual se encuentra la oficina de Rectoría en este campus. Pronto me doy cuenta de que no hay mayor prisa, pues espero alrededor de una hora y no se ve movimiento alguno. Me llama la atención la presencia de varios elementos de la Dirección de Seguridad y Apoyo Universitario (DASU), que tienen una suerte de reunión informativa. Minutos después se dispersan, y pasadas las dos de la tarde empieza a aglutinarse la gente con la que marcharé hacia el zócalo de la ciudad. 



Foto por Armando Pliego Ishikawa.

 

Una camioneta del SUNTUAP llega con un equipo de sonido montado en la parte trasera; pronto varios estudiantes toman el micrófono y denuncian los sucesos violentos del pasado domingo en la madrugada, cuando una veintena de universitarios fueron golpeados y ocho fueron levantados de un campamento en el zócalo, para ser liberados horas después en un terreno baldío a las afueras de la ciudad. No es la primera vez que esto ocurre, pues en el 2012 agentes municipales rompieron un plantón estudiantil contra la imposición de Peña Nieto en las elecciones presidenciales.

Omar es uno de los estudiantes que fue golpeado en aquella noche. Lleva una venda en su brazo izquierdo, recargado en un cabestrillo, además de algunos raspones en sus manos; habla con mucha serenidad a las personas que estamos a los alrededores de rectoría, denuncia el clima de violencia y de inseguridad que se vive en nuestro país, y subraya los atropellos que activistas de distintas causas han sufrido en nuestra entidad: los presos cholultecas por el conflicto en la Pirámide, los presidentes auxiliares de Chalchihuapan, Canoa y La Resurrección presos en San Miguel…

Luego de varias intervenciones se organiza el contingente que marchará hasta el Carolino. Uno de los organizadores señala que el acceso a CU ubicado sobre la avenida San Claudio, frente a la Facultad de Administración, se encuentra cerrado.  Como sea, la  marcha parte en dos bloques: unos vamos detrás de la camioneta que trae el altoparlante y el otro grupo camina entre las facultades y exhorta a los espectadores a unirse.

Al pasar frente a la Facultad de Ingeniería Química vemos que las puertas de acceso están cerradas con cadenas y custodiadas por elementos de la DASU. Entiendo así el porqué de la reunión de esos trabajadores frente a Rectoría. El contingente pasa frente a Ingeniería, Electrónica, y Computación, cuyo acceso, entre San Claudio y la 14 Sur, también se encuentra cerrado. Así que no hallamos cómo salir de Ciudad Universitaria. Algunos compañeros increpan al personal de apoyo universitario, cuya respuesta fue tan infructuosa como esperada: “son órdenes”.

El grupo busca la salida por Arquitectura, pero descubre que también las puertas están encadenadas. En su trayecto un puñado pega con engrudo carteles con letras rojas que rezan “este es el diálogo de la BUAP”.  Los manifestantes seguimos caminando hasta el Polideportivo, justo por donde llegué, con la celebración del día del amor y la amistad en su apogeo. Desde las filas para los juegos mecánicos y los puestos de comida los universitarios voltean a ver al contingente que se mezcla entre la gente. En la retaguardia, un par de vigilantes de la universidad vienen de escolta y hablan por radio constantemente. 



Foto de Armando Pliego Ishikawa.

 

El contingente se precipita hacia el escenario en el que toca una banda de salsa. Algunos se trepan al tablado, interrumpen la música y toman uno de los micrófonos para dirigirse al público;   el personal de seguridad quiere impedirlo, pero un grupo cierra filas y les impide subir al escenario donde ya puede verse una manta desplegada que dice “Tocan a un@ y nos tocan a tod@s”. Luego de unos minutos de tensión, al terminar de dar su mensaje los manifestantes devuelven el espacio a la agrupación musical y bajan del escenario; el vocalista se dirige al grupo de marchistas, les agradece que reclamen sus derechos y les reconoce la importancia de que ejerzan y defiendan nuestras libertades. Después de estas palabras la música arranca de nuevo y el contingente continúa por su camino.

Todavía no encontramos por dónde salir de Ciudad Universitaria.

 

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Finalmente, alrededor de las cuatro de la tarde,  encontramos abierto el acceso de Boulevard Valsequillo al norte del polideportivo, y el grupo marcha hacia la 14 Sur, para emprender la habitual ruta hacia Plaza Dorada. El contingente va encabezado por integrantes del CUEP, del FEET (Frente estudiantil Educación para Todos) y de la Liga Estudiantil Democrática, mejor conocida como LED.

Somos alrededor de 200 personas. Caminamos por las calles de San Manuel al igual que en ocasiones anteriores en el otoño del año pasado, sin embargo el ambiente se siente distinto. Ni una sola patrulla de la policía municipal hace acto de presencia durante todo el recorrido; la única escolta que llevamos son dos policías estatales con el rostro cubierto, quienes a bordo de motocicletas bloquean el tránsito de los automóviles para abrirle paso a la marcha.

En Plaza Dorada encontramos el contingente de la zona del Centro Histórico. Tras ordenar la marcha nos encaminamos hacia el edificio de la Procuraduría donde la marcha se detiene. Tras las rejas, personal de seguridad de esta instancia gubernamental graba al contingente. Algunos manifestantes dejan estampas y carteles pegados en la pared y barrotes del edificio. Mientras tanto, varios oradores exigen a las autoridades investigar la agresión contra los universitarios y presentar a los responsables ante la justicia.

Encuentro a una vieja amiga con la que platico mientras marchamos hacia el centro por el Boulevard 5 de Mayo.

“Todo está muy turbio”, me dice.

 “Yo no sé para quién estamos marchando”, le replico.

Comentamos sobre las coincidencias con el año electoral, la nueva administración de la BUAP, e incluso la ausencia de policía municipal durante esa manifestación. Nunca me había sentido tan confundido durante una marcha. Generalmente los objetivos son claros, pero en esta ocasión hay mucho recelo sobre las distintas posturas que en la universidad se han asumido.

 

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Entramos al Centro Histórico por la 11 Oriente. Doblamos sobre la 16 de Septiembre hacia la catedral. El dramático eco que se escucha en los edificios conforme avanzamos hacia el zócalo me estremece como siempre. Al llegar a la 3 Poniente la marcha dio vuelta para subir hasta Reforma y caminar hasta el Palacio Municipal. Yo me separo de la marcha para poder tomar fotografías del contingente entrando al primer cuadro de la ciudad. No pararemos en el zócalo, y al llegar a la esquina de la 2 Sur y Palafox y Mendoza, la marcha continúa hasta llegar a un costado de la Plaza de la Democracia. Son las seis de la tarde.

El contingente realiza un pequeño mitin, en el que participan estudiantes pertenecientes al CUEP y a la LED. Miguel Ángel, uno de los estudiantes golpeados y privados de su libertad, habló sobre la labor del CUEP, y de cómo llevan más de dos años en el proceso de negociación con la universidad por espacios para poder impartir sus cursos gratuitos para el examen de admisión. Ese tema es el que ha generado este conflicto: estudiantes que imparten cursos para el examen de ingreso a las prepas y las facultades.

Foto de Armando Pliego Ishikawa.

 

Mientras habla, algunos cuelgan mantas con la exigencia de aulas para los cursos que imparte el CUEP en las rejas de la Iglesia de la Compañía; otros distribuyen entre la gente volantes con consignas contra la represión en Puebla. La lista de oradores es larga.

Fidel, de la LED, recuerda a los espectadores que en el pasado miembros de su organización han sido asesinados, dice que le da gusto haber derramado sangre por lo que él llamó la reivindicación de la universidad, y que lo seguiría haciendo de ser necesario. Siguen las denuncias contra el rector, el alcalde y el gobernador, los señalan como los responsables de la represión, y exigen su renuncia.

Al final habló un representante del SUNTUAP, quien agradece la presencia de los estudiantes. Creo que ninguno de nosotros entiende lo que significan esas siglas en la historia de los conflictos universitarios. Yo mientras discuto en la parte posterior del mitin  con algunos compañeros sobre las inquietudes que sentimos.

¿Por qué se centra todo en el rector Esparza?

Si bien reconocemos que muchos de los agredidos se han manifestado abiertamente contra la administración de Esparza, coincidimos en la duda sobre su vinculación en los ataques que han recibido esos compañeros.  Algunos señalan que es responsable porque “es evidente” la cercanía su relación con el gobernador, sin embargo nadie ha reparado en presentar mayor argumento. 



Foto de Armando Pliego Ishikawa.

 

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La discusión ayuda. Yo llevo desde mediodía dándole vueltas. Y de repente me veo hablando en voz alta todo lo que me pasa por la cabeza:

Pienso que sin duda todos estamos allí para denunciar la represión, pues toda violencia ejercida de esa manera debe ser condenada, sin embargo veo los carteles en contra del rector, donde se le señala como primer responsable, o se le reduce a un simple servidor del gobernador, y pienso que el panorama es mucho más complejo.

La universidad se muestra errática. Por una parte, el rector visita al procurador para exigir solución, y por otra personal de seguridad cierra casi todos los accesos de CU el día de la marcha y amedrenta a los manifestantes. 

¿Quién se beneficiará de esto? La universidad está siendo golpeada mediáticamente; las elecciones para el Consejo Universitario arrojan dudas sobre su legitimidad en algunas escuelas, y la violencia en estos procesos se hace cada vez más constante. Desde simples actos de negligencia para formalidades en la expedición de documentación para registro de aspirantes, hasta el secuestro de candidatos a ser representantes universitarios, como fue el caso de Gloria Matamoros el viernes 13. Además, la respuesta a la represión a alumnos de la universidad durante la visita del presidente Peña Nieto el mes pasado, y a la represión del domingo 8 le han causado a la universidad muchas críticas.

Al final de la marcha, los compañeros con los que platico comentan que la situación seguramente se encuentra lejos de mejorar, y que era momento de estar sumamente atentos a los próximos días, y a lo que nuestras autoridades tienen que decir sobre estos hechos. Si bien no conocemos su origen o alcances, resultaría ingenuo no reconocer que alguien está lucrando con esta crisis interna. Mientras tanto, los universitarios seguimos confundidos sobre los sucesos en esta etapa, y la participación estudiantil disminuye tanto en lo oficial como en lo extracurricular, tanto por desidia como por miedo y confusión.

 

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Ya es de noche. Ya no somos un grupo. Cada quien es una sombra rumbo a su casa.









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