• Luc Mehl y Steve Fassbinder
  • 28 Febrero 2013
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Por Luc Mehl y Steve Fassbinder

 No es fácil mirar a México. Cuántos países se contienen en él. Y tan aislados. Ciudades y pueblos, todo conectado por el pavimento. El mundo urbano vive en su encierro. El mundo campesino sobrevive cercado por las montañas y los desiertos. Y mientras, vamos y venimos por carreteras que son fronteras que no cruzamos. El paisaje se paraliza en una postal. Así, difícilmente vemos a México.

A menos que vayas en bicicleta. Desde la ciudad de Puebla, y por caminos rurales, hasta el albergue El Refugio a 4,260 metros de altura. Y que tu primer destino sea llegar a la cumbre del Pico de Orizaba, cerca de los 5,700 metros. Y que bajes después, en un solo tranco de cinco horas, 3.8 kilómetros de bicicleta desenfrenada. Y que duermas en un maizal. Y que en tres días recorras 100 kilómetros de brechas por barrancos insondables hasta llegar al río Antigua. Y que ahí regales las bicis a los lugareños y trepes a un bote inflable río abajo hasta llegar cuatro días después al mar veracruzano.

Cuatro norteamericanos capacitados para el deporte extremo. Gringos, les decimos. Ellos lo hicieron. En bicicleta, en escalada, en kayacs. 360 kilómetros en dos semanas. Solos. Sin guía. Sin el menor asomo de miedo por el México profundo.

Con la fuerza de sus piernas en los pedales, con sus manos como garras en los remos.

Cuerpos extremos para conocer mejor a México.

(Sergio Mastretta)

Para mirar mejor a México

El alucinante viaje a la playa de cuatro deportistas extremos

Desde la frontera extrema

En enero de 1989, cuando tenía 11 años, la temperatura llegó a -60 º C. Me encanta Alaska, sus montañas agrestes y sin límites, ¡pero enero es un buen momento para las vacaciones!

La idea de viajar a México se me ocurrió después de completar la travesía de las dos montañas más altas de América del Norte: Denali, en Alaska, y el Monte Logan, en Canadá. La tercera montaña más alta, el Pico de Orizaba, era el paso lógico.

El estilo de estas travesías es el de viajar por nuestros propios medios, ´la tracción humana’: llevar nuestras provisiones y movernos tan rápidamente como sea posible. La travesía del Denali (320 km) requiere 25 días; y 30 días la de Monte Logan (600 km). Al Pico de Orizaba se puede acceder por carretera, pero queríamos “alcanzarlo” con nuestro propio esfuerzo. Planeamos ir en bicicleta 130 kilómetros hasta su falda; después de treparlo, bajar otros cien kilómetros en bici hasta el río Antigua; y de ahí, otros 130 kilómetros hasta el mar en Veracruz.

Yo soy Luc Mehl, tengo 34 años y soy profesor de Ciencias Ambientales en la Alaska Pacific University-

Tres amigos se sumaron al viaje: Steve Doom Fassbinder, de 38 años, trabaja en Alpacka Raft, la empresa que elabora los kayacs; Jim Harris, fotógrafo profesional de deporte extremo, de Salt Lake City, y Todd Tumolo, de 27 años, de Anchorage, guía de montaña en la la Alaska Mountaineering School.

“Cuando recibí la invitación de Luc Mehl para unir fuerzas en un viaje al centro de México en una travesía al Pico de Orizaba (5,636 metros sobre el nivel del mar) y al mar de Veracruz en bicicletas baratas, a pie y en kayacs inflables, mi respuesta rotunda fue: ¡Sí! La propuesta básica era: comprar bicis de bajo costo --no más de cien dólares-- en Puebla. Cargar veinte kilos con el equipo indispensable, crampones, piolets, kayacs. Y la regalía de las aguas bravas. Iríamos en bici varios días hasta el albergue a 4,260 metro sobre el nivel del mar. De ahí escalaríamos hasta la cima del glaciar del Pico, el tercero más alto en América del Norte. Después, durante algunos días, de nuevo en bici, bajaríamos por las cañadas hasta alcanzar en el río Antigua, el cañón Barranca Grande; ahí dejaríamos las bicis, inflaríamos los botes y a lo largo de cuatro días de remo saldríamos al Golfo de México.” (Steve Fassbinder)

Todos sabíamos que salir en bicicleta a través de la ciudad de México sería la parte más peligrosa de nuestro viaje, así que mejor cogimos el autobús directo a Puebla. No es un ciudad pequeña (la población del área metropolitana es de tres millones), pero como teníamos un contacto en Cholula yo estaba seguro de que podríamos encontrar bicicletas y la rutas para atravesarla. Nuestra amiga, la profesora  Gabriela Ruiz Guevara, fue una ayuda increíble. Ella nos recogió en la estación de autobuses y nos llevó  a las tiendas de bicicletas. No esperábamos una hospitalidad así, pero pronto entendimos que la generosidad nos esperaba en México.

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