• Anamaria Ashwell
  • 13 Junio 2013
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Por: Anamaria Ashwell

 Anamaria Ashwell es Maestra en Antropología. Fue maestra fundador, coautora de su primer plan de estudios y primer coordinador de la escuela de Antropología de la BUAP (1980-1982); ha sido investigadora del Instituto de Ciencias desde 1978-2000. Actualmente miembro del Consejo editorial de la Revista Espacios, de la revista Crítica(primera época), Colección de Libros de Filosofía- CIF-ICUAP. Libros, artículos y traducciones varias ha sidopublicados en México y el extranjero. Sus ensayos más recientes se han publicado en la revista Elementos BUAP. Es colaboradora habitual de La Jornada de Oriente.

Nopalucan: El costo ambiental y humano que Audi no ve, con el que lucra CODESA (Construcciones y Desarrollos Inmobiliarios Santa Fe) y el Gobierno del Estado de Puebla permite.

1. Con voz pausada, mostrándonos fotos, un joven vecino de Nopalucan llegó hace algunos meses con miembros del Comité de Defensa del Patrimonio y el Medio Ambiente de Puebla A.C. a explicarnos la destrucción ambiental que la empresa CODESA y el gobierno del estado de Puebla, en beneficio de AUDI y VWAG, estaban provocando en su pueblo.

Nopalucan, que quiere decir lugar de los nopales –nos explicó con voz temblorosa pero firme–  está perdiendo los suelos de la serranía donde se asienta el casco histórico de su comunidad y la de otros pueblos originarios circundantes. Las minas de arena en el cerro de Nopalucan, de donde están extrayendo millones de metros cúbicos de tierra para trasladarlos a la plataforma que construyen para AUDI en San José Chiapa, están creando hoyos de más de 40 metros de profundidad, hasta alcanzar tepetates profundos, removiendo en el aire polvaredas insanas, trasladando tierras que alguna vez dieron maíz y frijol, talando ya más de doscientos árboles, algunos muy antiguos, en un pueblo, dijo, donde yo nací, donde nacieron mis hermanos, primos, mi padre y mi abuelo que aún cultiva maíz y frijol en las laderas. Escuchábamos casi incrédulas su denuncia una geóloga especialista en agua y suelos poblanos, una arquitecta restauradora, una historiadora y yo antropóloga; y con algo de ingenuidad le dijimos: soliciten los estudios de impacto ambiental de SEMARNAT, que autorizó minar esos suelos de su comunidad, para que podamos estudiarlos; así como toda la documentación que puedan obtener  sobre lo que proyectan allí y cómo piensan  restaurarlos. Le sugerimos rescatar documentos de archivos que den cuenta de la antigüedad del asentamiento humano en Nopalucan y Santa María Ixtiyucan y le dirigimos con una colega historiadora especialista en archivos que le podría asesorar; le sugerimos también documentar fotográficamente las piezas arqueológicas que vienen rescatando y que dieran aviso al INAH Puebla del peligro que corría su patrimonio cultural.

Yo me aventuré a decirles: AUDI no puede ser responsable de este saqueo ambiental porque conozco las reglas y leyes que controlan a VWAG al abrir sus armadoras en el extranjero. Son estrictas en términos ambientales porque además no haría sentido: esos coches que se venden en un segmento de lujo tienen que cumplir con exigencias “verdes” y tecnología no contaminante. No podía ser que AUDI se arriesgue a ensamblarlos en un entorno en el cual primero promovieron la destrucción ambiental y cultural de pueblos originarios mexicanos como ha sucedido con compañías que manufacturan prendas de vestir provocando desastres humanos como el sucedido recientemente en Blangadesh.

El joven nos explicó que ya habían ido a las oficinas del INAH pero no pasaron del escritorio de una secretaria del arqueólogo Merlo: “Ella nos dijo que hagamos nosotros la investigación y cuando tuviéramos todo documentado recién entonces el INAH evaluaría nuestra información”. Las oficinas de gobierno, continuó, “no responden a nuestras solicitudes para exponerles el problema y las máquinas avanzan día y noche”. En ese mismo momento, nos dijo, sobre lo que estimaban eran hasta cien hectáreas que los ejidatarios de Santa María vendieron a CODESA, algunos bajo engaños, otros por necesidad, otros presionados, las máquinas se llevaban parte del cerro que colinda con su barrio, San Sebastián. Ya no había nada que pudieran rescatar ni buscar como les pedían en el INAH, porque se habían llevado incluso el camino real que usaban para comunicarse entre los pueblos (ver J. Puga, “Arrasa CODESA con las tierras de cultivo de Nopalucan”; La Jornada de Oriente 10 de junio de 2013, así como “CODESA tiene que reponer la tierra”, La Jornada de Oriente 11 de junio de 2013).

Nada de lo que el joven nos dijo entonces, ni el tono de urgencia que crecientemente teñía sus palabras, nos preparó para lo que casi dos meses después habríamos de constatar nosotros, dos antropólogos y un periodista, cuando nos trasladamos a Nopalucan para investigar su denuncia y conocer su comunidad.

Fue el horror, con toda la carga que Joseph Conrad alguna vez puso en esta exclamación en su magistral relato El corazón de las Tinieblas.

 

2. Nopalucan ya no es el paisaje nopalli o de nopaleras que debió ser en tiempos coloniales cuando recibió su nombre. Ni pertenece administrativamente –aunque sí persiste la cercanía cultural– al actual estado de Tlaxcala a cuyo corregimiento en el siglo XVI fue encomendado. Desde su casco urbano se divisa aún, a lo lejos, reconstruida y pintada en un hermoso amarillo, la hacienda de los Cáceres Ovando, quienes fueron amos y señores en el siglo XVII de todo el valle circundante; y así también del municipio de Nopalucan y sus  actual 176 kilómetros cuadrados colindantes al Sur con Tepeaca y Acatzingo, al Este con Soltepec, Lara Grajales y Mazapiltepec y al Oeste con Acajete.

Hoy Nopalucan, con una población de alrededor de 27 mil lugareños, subidos a 2,460 metros de altitud, es un casco urbanizado rodeado de tierras de labrantío como la mayoría de los pueblos antiguamente campesinos del altiplano mexicano. Cultivan cercanías y rivalidades culturales también con pueblos que forman sus juntas auxiliares como Santa María Ixtiyucan, Rincón de Citlaltépetl, Juan de la Granja y Santa Cruz del Bosque y otras poblaciones de municipios adyacentes como San José Chiapa.



Rodeado de cerros en las faldas inferiores de la Malinche, Nopalucan se distingue por la luminosidad de su paisaje: acentuada por una cordillera montañosa al Sur y cerros al Oeste y un valle que se abre por el sur occidental hacia los Llanos de San Juan (INEGI).

Cuando fuimos a visitar el pueblo los vecinos del barrio de San Sebastián nos recibieron con cajas y costales llenos de pedacería arqueológica que habían recuperado en sus campos y casas. El recibimiento que nos hicieron tenía un mensaje claro: estamos aquí desde tiempos prehispánicos. Un hombre mayor, autodidacta que se dedica a recopilar historias y leyendas de su pueblo como muchos cronistas que los antropólogos hemos conocido en los pueblos a lo largo y ancho de México, nos dijo sonriente pero firme: “Existimos aquí hace mucho tiempo".




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