• Ángeles Mastretta
  • 16 Marzo 2015
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He hablado ya, pero nunca es suficiente, de la codicia con que un grupo de empresarios consiguió poner al límite de su existencia al proyecto del auto deportivo Mastretta MXT. Pero menos he hablado de la actitud cómplice y omisa de los funcionarios de Nacional Financiera en la quiebra de un proyecto excepcional y valeroso: diseñar y producir un coche en México.

 

Provoca tanta tristeza como enojo ver que esto sucede en nuestro país. Bajo un gobierno que ampara su prédica de que México está en movimiento diciendo que ayuda a los pequeños empresarios y se compromete con ellos sin ofrecer más prueba que la voz optimista de un locutor.

 

Este viernes trece de marzo, el sueño Mastretta MXT recibió un golpe más. Daniel Mastretta, el diseñador del auto lo reflexiona así.

 

Porque teníamos la capacidad, por pasión y también por compromiso con nuestro país que está urgido de proyectos innovadores y de alta generación de valor, nos lanzamos hace algunos años a la labor de diseñar y construir un automóvil mexicano. La capacidad y la pasión no eran suficientes. Recurrimos a quienes supuestamente apoyan y se comprometen: fondos de inversión cuyo discurso reza que su trabajo es aportar recursos que ayuden a llegar al objetivo.

Esos fondos pusieron condiciones que debimos aceptar, y que les permitieron tomar el control de nuestro proyecto y nuestra compañía en una forma abusiva. Nos quedó claro que su interés era apropiarse del valor sin medir las consecuencias para el proyecto y sin importarles el interés de los socios creadores. Procedieron a condicionar su apoyo a la literal expulsión de la empresa, de sus socios fundadores.

En eso estaban, cuando recurrimos a la banca de desarrollo mexicana, para salvar el proyecto. Concretamente a NAFINSA. Pedimos a sus directores su apoyo, que nos dieron. Pero también les pedimos su compromiso para establecer el equilibrio perdido que resolviera el conflicto interno entre los fundadores y los abusivos fondos incrustados en la organización.

Caímos de la sartén al fuego. En los hechos, la banca de desarrollo del gobierno federal apoyó a dichos fondos y dio en los hechos total impunidad a quienes se apropiaron de la empresa y el proyecto. Sin conocimiento y en forma irresponsable impusieron una dirección general inepta y negligente, iniciando una rápida y decidida destrucción de valor, y descuidando compromisos que eran parte del nuevo acuerdo. Los socios originales advertimos de todo esto objetivamente, a tiempo, con pruebas, por los medios institucionales. Esto sólo provocó una profundización del proceso de destrucción.

Fondos de inversión y banca de desarrollo, con mayoría en el consejo, generaron condiciones que después usaron para negar apoyos firmados y comprometidos. Frenaron la empresa y destruyeron el valor que quedaba. En marzo de 2014 la detuvieron. Al mismo tiempo iniciaron la búsqueda de un comprador, que adquiriera todo este esfuerzo de años por montos irrisorios.

Con argumentos y pruebas, los socios fundadores impugnamos y detuvimos el proceso. Durante este año, la empresa ha estado detenida y abandonada a su suerte por quienes marginaron a los socios fundadores y generadores de un valor reconocido en su momento por el medio automotriz internacional, y que había sido generado en su mayor parte, por el trabajo de dichos fundadores y los trabajadores de la empresa.

Ahora, terceros afectados por esta situación reclaman, con razón, ser retribuidos por compromisos no cumplidos cuya atención era uno de los acuerdos al incorporarse la banca de desarrollo del gobierno mexicano. Y proceden en contra del patrimonio de los socios fundadores. Dicha banca de desarrollo y los fondos de inversión privados a los que se entregó el control, también socios, lo permiten. Como si no tuvieran responsabilidades como socios. Como si nosotros los fundadores, hubiéramos generado la destrucción del valor. Como si quisieran dejar claro que en nuestro país, está penado generar innovación.

Al iniciar este proyecto sabíamos que había riesgos. Buscamos el apoyo de quienes supuestamente están para eso. Caímos en una gran trampa. El mensaje está muy claro. En México quienes generan el valor corren el riesgo altísimo de perder no solo ese valor, sino todo lo demás. Los verdaderos responsables no corren ningún riesgo.

 

Esto me dice Daniel Mastretta, con rigor y tristeza. A la hora de la comida les enseñé el texto a dos jóvenes visitantes. Ellos no levantaron los hombros con indiferencia, pero pusieron en su rostro y sus palabras lo que tantos creen ya: en México si quieres trabajar con honradez en un proyecto empresarial, suéñalo, pero mientras duermes. Lo demás es un riesgo y puede ser una desgracia.

 

 

 

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