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Mundo Nuestro. Nin  Solís es una fotógrafa poblana que ha encontrado su vida en la ciudad de Berlín. Y en la tragedia de la migración mexicana, cortada de raíz por la brutal deportación de miles de mexicanos nacidos en Estados Unidos, su vocación por la vida de los otros que sus retratos nos descubren en sus espacios más íntimos: las habitaciones en las que transcurre el tiempo que se contiene en el sueño del regreso. La suya es la mirada del fotoperiodismo: no hay una imagen del instante sin contexto, sin pasado, sin movimiento, sin futuro.




Pude acercarme a “los otros Dreamers” gracias, en parte, a mi propia experiencia en Berlín, donde viví hace seis años y adonde regresé hace poco tiempo. En ese entonces, y aún ahora, tengo la sensación de ser ajena a mi entorno.

Conocí a Jill Anderson, coatora del libro Los otros Dreamers, por amigos en común. Fue ella quien me advirtió de la presencia de estos jóvenes, algunos de ellos trabajadores en un call center cercano a donde ambas vivíamos. Por su manera de vertir podías distinguir que no pertenecían al DF. En la colonia comenzaron a aparecer grafitis de los gangs de Los Ángeles.

 

En su proyecto posdoctoral, Jill utilizó el testimonio como herramienta de investigación. Me contó algunas de las historias de estas personas y me enfrentó a un mundo que no conocía. Surgió en mí la inquietud por retratar a estos jóvenes que habían sido invisibles en ambos países: en Estados Unidos, donde crecieron, y en México, donde nacieron y apenas estaban regresando.

 

Sentí que, desde mi posición como fotógrafa, podía y debía involucrarme en este trabajo. En lugar de retratarlos en un estudio, decidí ir a sus casas, ver dónde y cómo vivían. Siempre he creído que el espacio en el que se vive es un retrato de la propia personalidad, de lo que se es. Fotografié sus viviendas, sus cuartos, sus objetos personales, sus espacios vitales, su entorno. Cada historia es el pedazo de un testimonio colectivo.

 

La labor del fotógrafo es de fragmentación, de selección, se puede tomar sólo un detalle o la totalidad de un sillón, por ejemplo. Por lo general no quiero explicar nada: en el libro no aparecen pies de fotos. Quiero que quien las vea las interprete como quiera, que decida por sí mismo qué pensar acerca de lo que observa.

 

Mis fotos no ilustran los testimonios, los complementan. Mi intención era capturar el presente de estas personas.

 

Hay, por supuesto, grandes diferencias entre fotografiar espacios y fotografiar personas: mi primera aproximación fue sin cámara. Sabía que antes de levantar la lente tenía que comunicarme con ellos. Sus retratos son producto de un proceso. Les pedí que vieran directamente la lente de la cámara. Con ello también miran de frente a todo aquel que se acerque al libro.

 

Ahora mi interés también incluye el retrato. En el barrio berlinés en el que vivo (Neukölln), multicultural, observo rostros que pertenecen a épocas remotas, para mí tienen un aire a ciertas a esculturas que alguna vez vi en un libro o en algún museo.

 

Mis ideas surgen principalmente a partir de la contemplación. Si detengo mi mirada en algo demasiado tiempo es porque quiero fotografiarlo, pero antes me pregunto qué es lo que verdaderamente despertó mi interés. Nunca he podido pasear por una ciudad y tomar fotos por un mero sentido estético. Quiero que lo que haga tenga un sentido que vaya más allá y por lo mismo me interesa involucrarme con otras disciplinas. Me gusta la idea de la fotografía como una herramienta de investigación.

 

Mi padre murió muy joven, cuando yo apenas tenía dos años. Lo conocí a través de su mirada, de las fotos que me tomó durante esos dos años. Por eso mismo creo que, aunque hay otras cosas que me gustan, no pude haberme dedicado a algo más que a la fotografía. Es lo que me conecta con mi origen.

 

Mis fotógrafos favoritos son alemanes, especialmente los de la escuela de Düsseldorf, fundada por Hilda y Bernd Becher, y Karl Blossfeldt, fotógrafo de principios del siglo XX, escultor que fotografiaba plantas ampliadas hasta llegar a abstracciones casi arquitectónicas.

 

Cuando trabajé con Graciela Iturbide le escuché decir varias veces que la fotografía le gustaba porque era una persona muy solitaria y este es un oficio para solitarios. Aunque yo no soy una persona solitaria, concuerdo con ella y me gusta la idea porque me otorga una independencia que casi ningún otro oficio me permitiría.

 

En mis fotografías busco lo extraño. Me interesa lo que de alguna manera no tiene congruencia, lo roto. Vivimos rodeados de imágenes perfectas y estamos acostumbrados a ellas, por eso cuando miramos algo que no cuadra en el conjunto, entonces la vista se detiene, se interesa y busca, y la atmósfera de esa búsqueda es la que quiero transmitir con mis fotografías.

 

Nin Solís, su portal de internet