• Sergio Mastretta y Leopoldo Noyola
  • 17 Enero 2013
".$creditoFoto."
Por Sergio Mastretta y Leopoldo Noyola

Chilapa: alternativas contra la marginación social y la depredación ambiental

     En la cima de la brecha que lleva a las comunidades Loma Bonita, Chilapa y Rosa de Castilla. Desde ahí se domina el territorio entero del municipio de Zautla y se identifican algunos de sus poblados: tras el lomerío, San Miguel Tenextatiloyan, con poco más de cuatro mil habitantes, el pueblo más grande de la región; y en su valle, las junta auxiliar de San Francisco del Progreso y las comunidades de San Isidro y Tijapan. Por el otro extremo poniente, en el cañón del río Apulco y setecientos metros más abajo, San Andrés Yahuitlalpan, con mil habitantes,  Contla, con otros 700, y Tlamanca, con poco más de 1200. En el centro, y sobre la ladera oriente de la cañada, el pueblo de Zautla, la cabecera municipal, que apenas alcanza los 600 habitantes, y Emilio Carranza, que con sus poco más de 1550 habitantes es la segunda en importancia. Y al norte, un buen número de pueblos, todos con menos de 500 habitantes: Tenampulco, Ocotzingo, Ixtactenango, Guadalupe Hidalgo, Juan Francisco Lucas.

     Se cuentan en el mapa 38 pueblos en Zautla, todos considerados, en términos del CONEVAL, como “pobres multidimensionales”. Interesante término de los sociólogos, que así lo explican: “son los hogares en situación de pobreza multidimensional conjugando la línea de bienestar económico, medido por el indicador de ingreso corriente per cápita, con la magnitud de carencias o privaciones sociales.” Así han quedado calificados los poco menos de 20 mil habitantes de Zautla, incluyendo a las familias alfareras de San Miguel, Emilio Carranza, Tagcotepec, San Isidro, San Francisco, El Tepeyac, Oxpantla. Son alrededor de 4100 familias en el municipio, de las cuales por lo menos dos mil se dedican a la alfarería. ¿Qué dirán de eso las estimaciones del CONEVAL?

     Chilapa está al fondo de una hondonada abierta por un arroyo cristalino que todavía recoge agua todo el año. Sobre la comunidad se cierran los faldones boscosos de una montaña que ha perdido sus añejos pinos, pero se ven muchos renuevos despuntando entre los encinos. “Antes esto estaba oscuro, lleno de bosque –dice el ingeniero Iglesias--, uno que otro pino alto queda, ya se los acabaron, todo eso que se ve son encinos, ya no es ocote, aquí se lo acabaron, y por eso se están yendo a otro lado. Esos bosques al sur no son de Chilapa, son de Acatacata y Ocotzingo, allá le están pegando los talamontes porque su bosque ya se lo acabaron”.

     El camino se desbarranca hacia Chilapa. Encontramos un camión de tres toneladas que bloquea el camino. El hombre nos observa en silencio, reconoce la camioneta del presidente municipal. Decide moverse. Cuando pasamos a su lado habla por radio con alguien, entendemos que a su gente, abajo en el pueblo. “Nosotros tenemos 95 radios distribuidos en todo el municipio –dice el presidente--, y la mayoría está en manos de las personas que participan en los grupos organizados de alfareros y productores de hortalizas en los invernaderos. Pero ya ve que no somos los únicos que entendemos que la comunicación es clave, ya también los talamontes se comunican así”. Y la comunicación les funciona: hace dos años entraron cuatro judiciales estatales con los que los talamontes suelen arreglarse; esa vez no se entendieron y su propósito era detener a un chilapeño; no lo lograron, troncos cortados sobre la brecha que lleva a la carretera federal les impidieron la salida; se sucedió una balacera y dos de los policías murieron acribillados cuando intentaban escapar por el monte.

     Arriba, en la cumbre, el sol de la media tarde pegaba directo. Aquí abajo el frío arremete sin discusión. Hombres y mujeres que vemos en la calle enfundados en chamarras y suéteres. Aquí no hay alfareros, pero los hombres no emigran tanto como en los pueblos de la zona baja, en la cañada del Apulco, aquí son leñadores, y no falta trabajo en la producción de carbón y en el corte de los ocotes. De hecho, una gran parte de las familias se dedican a la tala clandestina del monte. Hay dos muy rústicos aserraderos que fabrican huacales. Se cuentan por lo menos una docena de vehículos para sacar la madera, dos torton entre ellos.

     Vamos a conocer a un grupo de ocho amas de casa que se han organizado para producir hongos setas con recursos gestionados por el Ayuntamiento. Se puede pensar en ellas cuando se regresa al diagnóstico del CONEVAL: “La pobreza multidimensional se reduce incrementando el ingreso o disminuyendo las carencias, pero sólo la acción integral que aborde ambas dimensiones simultáneamente conlleva a la superación de la pobreza en el largo plazo, de aquí la importancia de asumir la acción integral”.

     En un galerón a pie de camino, en las afueras del pueblo, una mujer nos explica el proyecto de hongos. Los bolsones plásticos llenos de forraje y semilla cuelgan contra la oscuridad del techo y relumbran con los flashazos de las cámaras como fantasmas sorprendidos. Por sus costados despuntan las setas en borbotones petrificados. Están a punto de corte, así que mañana y tarde los riegan. Sacarán de tres a cuatro cosechas. “Es un pequeño invernadero que estamos cultivando --dice, nos apoya el ayuntamiento, y me da mucho gusto, nunca es tarde aprender cosas bonitas, se cultiva, se vende, así ya no talamos tanto árbol”.

     “Esa es la estrategia –dice el presidente Iglesias--: se hace la invitación general, los que quieran participar forman sus grupos y se les capacita. Si pasan la prueba de grupo organizado, es decir que no se desintegre, que participen en los talleres y en las actividades de trabajo, que participe por lo menos un setenta por ciento del grupo original, si pasan ese filtro, se les ayuda con la construcción y el equipo”.

     No va a ser fácil con los hongos zetas: el kilo se los pagan a ocho pesos, y si la producción es buena pueden cosechar cinco kilos al día. 40 pesos para una familia. Qué hacer cuando las bandas de los talamontes les obligan a venderles diez árboles, aunque sepan que cortarán veinte. Y no le preguntes a ninguno a cómo te compran y a cómo lo venden. Hasta esta pequeña aldea han llegado el mentado crimen organizado.

     “Hace treinta años era un monte oscuro, esto era una ranchería, casi no había ciudadanos, no había tala. –dice el presidente auxiliar de Chilapa--.Pero se abrieron las brechas, llegó poco a poco el comercio. Ora todavía hay madera, pero antes había mucha, la gente no tenía que salir fuera, ora por eso hay muchos albañiles, nos vamos a Zaragoza, a Puebla”.

       “Los que perjudican son los aserraderos –interviene su esposa--, ellos acaparan”.

     “Como dicen unos –sigue su marido--, quien tiene más dinero acapara más, ¿y los que no tenemos…?”.

     “Los que tenemos conciencia ya no talamos –dice la señora--, sabemos que estamos perjudicando al medio ambiente, sabemos que son arbolitos chiquitos, que ya no los podemos tumbar. Antes había mucha agua, este era un río enorme, ora ya nomás es un hilito de agua, sabemos que el día de mañana nos va a hacer falta, si seguimos talando el día de mañana se va a secar, ¿y qué va a pasar? Por eso queremos aprovechar esta oportunidad de producir hongos…” 


Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates