• Sergio Mastretta y Leopoldo Noyola
  • 17 Enero 2013
".$creditoFoto."
Por Sergio Mastretta y Leopoldo Noyola

    El valle de San Miguel: historia y memoria colectiva

     El amasijo montañoso que conocemos como Sierra Norte de Puebla es un enredo caprichoso de cañadas que desaguan el oriente del altiplano central hacia el Golfo de México. Los ríos Necaxa, Zacatlán, Zempoala y Apulco se nutren de una infinidad de arroyos y pequeños ríos que caen por saltos y quiebres desde los tres mil metros hasta la franja costera. Ahí, la sombra de los abismos guarda centenares de pueblos y aldeas que han dado forma a la vida serrana milenaria.  Zautla ya estaba ahí en 1519, cuando desde la costa soplaron por entre las cañadas los vientos que arrasarían con los mexicas, sus aliados de Ixtacamaxtitlán y sus rivales históricos tlaxcaltecas y toda huella aparente de los ancestros de todos, los olmecas.

     Visto desde el satélite, el valle de San Miguel Tenextatiloyan se planta casi al final de la enorme planicie que los mapas viejos denominaban San Juan de los Llanos,  en una cuña enclavada en el centro sur del macizo arrugado de la Sierra de Puebla, y está cercado por un lomerío que desde las alturas asemeja una figura humana sin cabeza que fuera a saltar la cañada profunda del río Apulco; un lomerío autómata que  intenta escapar del agobio de los cultivos de cebada en la helada y seca llanura que se extiende desde la loma de Los Oyameles al norte, hasta Libres y Cantona, en los extremos sur y oriental de esa comarca, para hallar refugio en las montañas serranas que en sus cimas y barrancos han socorrido a la alianza natural de los bosques templados de pinos y encinos con las selvas tropicales de helechos y ceibas. Hacia allá quisiera escapar San Miguel en su vallecito, trepado en un lomerío en fuga de la intemperie de la planicie, de la guerra florida del viento desde la certidumbre del espino, de la vista larga y alerta de las sierras nevadas; dejarse ir como escaparon los pueblos sabios y templados de la inclemencia de los dioses aztecas y de la avaricia y rigidez igualmente inclemente del dios europeo.

     Pero no se escapa si se vive en un corredor humano, el movimiento de la historia te amarra a la tierra.

     Ahí  ha quedado montado el pueblo, en un cuenco que bien honra las ollas que fabrican las manos artesanas desde hace más de cien años. Tenextatiloyan, contra la sonoridad alfarera de su voz, refiere a la existencia antigua y perdida de unas caleras. Pero los Comales, las ollas y las vasijas han salido de aquí como si fuera desde siempre, pues así  de viejo es el paso de los hombres en la ruta de la costa al valle de México, igual con los olmecas, los aztecas, los novohispanos. Tamemes y mecapales en los tiempos originarios, mulas y carretones –pero también tamemes y mecapales-- en tres siglos de dominio español y uno del México independiente, todos han pasado con el apremio disímbolo de la paz y la guerra por el vallecito calero, con su caserío apostado para seguir a Puebla por la vía de Libres o a Tlaxcala por la vía de la reseca cañada de Ixtacamaxtitlán. Posta en ese corredor humano, trasiego de trastes y cacharros. Primero es el ferrocarril a Teziutlán, para variar porfiriano, que por su vía angosta lleva y trae granos, mantas, maderas, tabaco, vainilla, ganado, acero y mudanzas humanas desde el balcón teziuteco que controla el comercio con la costa veracruzana. Y las vasijas de Tenextatiloyan. Después es la carretera federal, construida en 1937 por el gobierno cardenista para el orgulloso dictador poblano, el teziuteco Maximino Ávila Camacho, y que por Acajete enlaza a la ciudad de Puebla por la vía de Zaragoza con el centro norte –Zacapoaxtla y Cuetzalan—, y la sierra nororiental con su perla envuelta en niebla, Teziutlán. Cuando, con el nuevo siglo, la autopista deja de lado al vallecito, una nueva modernidad asedia la vieja ruta de las vasijas.

     Esta historia se cuenta para entender el proceso social que logró que siglos después de la pérdida de los dioses y las piedras un grupo de hombres y mujeres de la sierra recuperaran en San Miguel Tenextatiloyan la memoria de la tierra.

     ¿Cómo se fortalece un pueblo mexicano cualquiera? ¿Cómo en particular la del pueblo alfarero que aquí se presenta?

     Dos vías fracasan: la tradicional, la del Estado autoritario y su paternalismo alumbrado en el discurso del político en turno, la del Estado de los funcionarios que deciden y se gastan el futuro de los ciudadanos; y la natural, la de los ciudadanos que los resisten, la de los pueblos que los dejan decir y anunciar, la de las familias que toman lo que pueden y les dejan, la de quienes se dicen “de lengua me como un taco”  y regresan en silencio a sus casas después de que han escuchado al político resolverles su existencia.

     ¿Existe una vía alterna? El reconocimiento de la identidad histórica y cultural de los pueblos originarios, su construcción y asimilación a través de la memoria individual y colectiva puede ser partícipe de una vía distinta. Colaborar en esa búsqueda es nuestro punto de partida. 


Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates