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Por: Verónica Mastretta

La gente se enamora. El amor, como tantas otras cosas de la vida, suele ser una ilusión, entendiendo la palabra  ilusión como: "error del entendimiento y los sentidos, que nos hacen tomar las apariencias por realidad."  (Diccionario de la Lengua Española).Ese periodo de ilusión en las parejas puede ser sustituido por una realidad correcta y por un entendimiento  basado en cualidades y afinidades mutuas. Cuando no, cuando lo único que había eran calenturas y errores de apreciación de la personalidad del otro, las parejas tienden a romperse cada vez más rápido y con más frecuencia. En el Distrito Federal el índice de divorcios ha aumentado en un 50 % a raíz de las modificaciones a las leyes que permiten que los divorcios sean sencillos y rápidos. El problema es que durante el periodo de "ilusión" de las parejas, éstas suelen reproducirse. Cuando la ilusión acaba, los niños ya están ahí, en medio de guerras conyugales que pueden ser feroces. A lo largo de mi vida me ha tocado ver como los niños son utilizados por los padres inmaduros e irresponsables como correos de mensajes agresivos entre uno y otro. En otros casos, son usados como confidentes de uno o de ambos padres, llenando a niños de cinco y seis años de información que les es imposible digerir. Los niños suelen sufrir también secuestro auditivo, es decir, los dos padres hablan mal del compañero con los niños, los cuales quedan atrapados en una guerra verbal y con sentimientos ambivalentes, porque es normal que los niños tengan sentimientos de afecto hacia sus padres y no saben cómo manejar la información que reciben de los padres que están en guerra. El peor de los casos es cuando finalmente la pareja se rompe y los niños son tomados como rehenes de la guerra conyugal por parte de uno de los miembros de la pareja, castigando al otro con la privación física de sus hijos, pero castigando principalmente a las víctimas inocentes de sus estupideces. Por supuesto que hay casos en que por orden de un juez y por razones plenamente justificadas se impide que un padre o madre esté en contacto con sus hijos, por ejemplo cuando son violentos, abusadores sexuales, enfermos mentales, adictos no contralados, etc., pero eso debe ser dictaminado por un juez y por los psicólogos que hacen las evaluaciones de la familia cuando hay rupturas y se acaba el contrato matrimonial. Sin embargo, los que cometieron el error, los que se casaron cegados por ilusiones sin sustento en la realidad, suelen pasar la factura de sus errores a los niños, víctimas inocentes del mal juicio de los adultos. Y así, lo niños empiezan oyendo cosas tales como “Tu papá es un patán, nos tiene muertos de hambre" o "Tu mamá es una puta drogadicta", cuando los niños ni siquiera entienden el significado de esas palabras, pero por el odio con que son dichas, intuyen que es lo peor que se puede decir de alguien. Durante mi vida he visto  casos en que se separa a los niños de sus madres sin que exista una orden judicial avalando ese acto. Simplemente,  he visto como padres poderosos o arbitrarios castigan a las mujeres que algún día amaron, tomando a los hijos de ambos como rehenes de guerra. En el primer caso que conocí, el niño de un año   fue alejado de su madre, entonces de 17 años, y entregado a la abuela por muchos años. Ignoro si se volvió a establecer una relación entre ese niño y su madre. En otro, los niños fueron separados de su mamá un año, por el único motivo de intentar rehacer su vida después de que el marido le pidiera el divorcio. En el tercer caso, el marido desapareció a los niños durante quince años, cambiándolos de ciudad innumerables veces y sin dar a sus hijos, cuando ya fueron adolecentes, la oportunidad de juzgar por ellos mismos el carácter de su mamá. A su hija la volvió a ver hace cinco años, se quieren y se respetan, al niño le llenó el papá la cabeza de tantas cosas, que se niega a verla. Tenía cinco años cuando los separaron. Habrá casos en que son los  papás los  castigados por las mamás, pero en general es el que tiene el mayor poder económico  o el más soberbio el que “gana” ilusoriamente una guerra, en la que, como en todas las guerras, pierden todos, .Las razones de las desavenencias de los padres y las culpas serán del 50% de cada lado, como suele serlo en la mayoría de los casos. El error de juicio al casarse es de ambos, pero la factura al l00 % la pagan los niños. Se supone que para eso existen las autoridades y los jueces, para mediar e impedir que los niños salgan profundamente lastimados de estos procesos de ruptura.  Parte del gasto gubernamental en comunicación social debería de promover una cultura del respeto a los derechos de los niños y se concientizara a la sociedad  y a las familias sobre los daños irreversibles que  las rupturas de pareja pueden dejar en los niños. El divorcio es la terminación de un contrato y tiene un procedimiento jurídico que puede ser civilizado.  ¿Por qué volverlo un proceso sembrado de víctimas infantiles, siempre inocentes?