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¿Qué hace una universidad que está comprometida con la sociedad para la que vive? Entre otras cosas reflexiona sobre los problemas concretos que a todos nos angustian, la violencia en México, por ejemplo. Eso hace en Puebla la universidad de los jesuitas.

Con este texto el Rector de la Universidad Iberoamericana Puebla inauguró el martes 25 pasado el foro El Chapo como pedagogía: Análisis sobre el Estado, la seguridad y los derechos humanos con el que dan inicio  los eventos conmemorativos del X Aniversario de la “Cátedra Latinoamericana de Análisis Político y Social, Ignacio Ellacuría sj”, en esa institución. La Ibero Puebla ha preparado una serie de actividades en homenaje a este analista político, académico, teólogo y filósofo jesuita, asesinado el 29 de noviembre de 1989 en la capital de El Salvador, justo cuando encabezaba un enorme impulso internacional para poner fin a la cruenta guerra civil en ese país sudamericano. (Mundo Nuestro)

 

Esta Cátedra fue fundada hace diez años por la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, la de Puebla y la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador, como un espacio de reflexión crítica para la producción de conocimientos en el ámbito de la política y la sociedad, a la luz del pensamiento de Ignacio Ellacuría: ofrecer modelos alternativos en función de la justicia, la paz y la fraternidad, fue su propósito.

Pero, ¿por qué se creó una cátedra de esta naturaleza, precisamente en honor al P. Ellacuría? ¿Quién fue este hombre y qué legado dejó al “modo de ser universitario”, a las universidades jesuitas y a la misma Compañía de Jesús?



Ignacio Ellacuría, SJ (1930-1989)

El contexto de los pueblos latinoamericanos y de nuestro propio país se caracteriza, lo sabemos ya, por una crisis profunda de las instituciones democráticas y de los sistemas políticos que han evidenciado su falta de credibilidad, por la mancha de la corrupción y la deshonestidad que los distingue, al igual que por su misma incoherencia respecto a los ideales que los fundaron. Las estructuras de poder imperantes sólo han reproducido la injusticia y generado pobreza, exclusión y violencia, manifestando con ello la franca incapacidad de los gobiernos para impulsar el crecimiento y el bienestar de las mayorías.

Ante esta dolorosa realidad, toda obra e institución de la Compañía de Jesús siente el llamado a comprometerse con su transformación. Así lo entendió Ignacio Ellacuría al enfrentarse a los desafíos históricos y políticos de su tiempo. Él fue un hombre de gran fortaleza espiritual, de aguda inteligencia, capacidad analítica y rigor intelectual, de compromiso firme, con quienes sufrían en carne propia la injusticia y la pobreza. Fue un luchador incansable que denunció con valentía la penosa situación de El Salvador, congruente y fiel a sus ideales, aún a costa de su propia vida. Todos estos rasgos, sin duda alguna, nos han marcado como jesuitas y han dejado honda huella en nuestras instituciones educativas. La influencia sociopolítica de Ellacuría sigue más viva que nunca, permeando en nuestro pensamiento y dando testimonio a través de nuestras obras, de su enorme sabiduría e inteligencia.

Su asesinato el 16 de noviembre de 1989 junto con sus cinco compañeros jesuitas -Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López y López- la trabajadora Elba y su joven hija Celina en la UCA del Salvador, ejecutados por el batallón Atlácatl de las Fuerzas Armadas, fue sin lugar a dudas, un trágico y vergonzoso episodio, no sólo para el Salvador sino para la humanidad entera, que evidenció la prepotencia arbitraria del poder injusto, obcecado por sus propios intereses al servicio de las clases dominantes.

Ellacuría, regresando de la seguridad de su exilio, a sabiendas de la amenaza de muerte quesobre él se cernía, no cejó en su esfuerzo por mediar entre las partes del conflicto: la guerrilla y el gobierno; sin embargo, justo eso fue lo que le costó la vida, siendo víctima de un acto atroz y violento que intentó acallar su voz, su ejemplo y su palabra crítica; pero que de ningún modo se logró. El crimen tuvo como fruto que la paz, tras doce años de guerra civil, más de 75 mil muertos y miles de desaparecidos, fuera posible poco tiempo después.

Una de sus principales enseñanzas fue su forma de concebir la Universidad. Para él, ésta cobraba sentido cuando se comprendía desde su dimensión histórica, enclavada en la realidad concreta, críticamente reflexionada. Lo que llevaba a la misma universidad a una permanente transformación de sí misma, a fin de responder histórica y eficazmente a la liberación del pueblo pobre. Desde la opción por ellos, luchó incansablemente contra cualquier forma de opresión, buscando que esa misma opción ética fuera permeando progresivamente en la totalidad de la Universidad.

Sin duda, este enfoque fue, es y será contracultural, con sus riesgos y costos evidentes. Bien lo supo él al afirmar que “en un mundo donde reina la falsedad, la injusticia y la represión, una universidad que luche por la verdad, por la justicia y por la libertad, no puede menos de verse perseguida”. A pesar de esto, nosotros no podemos cruzarnos de brazos ante una realidad que nos exige y demanda actuar. ¿Para qué queremos ofrecer a los estudiantes teorías y conceptos críticos, si no serán capaces de hacerse cargo de la realidad que tienen frente a ellos, si no tendrán la voluntad de comprometerse con ella y de utilizar sus competencias profesionales y talentos personales en la construcción de mejores sociedades?

Nuestro afán, por tanto, será desvelar lo que dicha realidad esconde a fin de evidenciar la mentira que los poderes fácticos han envuelto en el oropel de las ideologías. Solo la “verdad nos hará libres”, no las pseudo-verdades o las mentiras descaradas de las instancias en el poder. Este es el reto mayor al que deben hacer frente nuestras universidades jesuitas. Y ése es precisamente el reto que hemos asumido hace tiempo y que hoy pretendemos reafirmar pues, como nos enseñó Ellacuría, "no basta buscar filosóficamente la verdad; hay que procurar filosóficamente realizarla para hacer la justicia y construir la libertad". Libertad , verdad y justicia son tres componentes interdependientes e indispensables, para el nacimiento de una nueva sociedad.

Por ello, si creemos en lo que él mismo sostenía de su maestro Zubiri, “la realidad no es sólo lo que existe, sino también sus múltiples posibilidades”, deberá entonces movernos la búsqueda y creación de nuevas y mejores condiciones, desde las que podamos reconstruir nuestras sociedades fracasadas.

Deseo pues, que este evento y los muchos que le seguirán nos ayuden a nutrirnos con el pensamiento de Ellacuría, de forma que nuestro actuar universitario sea inspirado no sólo por sus pautas sino por su misma vida, para así ser una Universidad histórica capaz de denunciar las mentiras de los discursos oficiales, hacer luz en sus oscuridades y hacernos capaces de proponer alternativas y soluciones reales, como una universidad que se ha empeñado en la creación de otro mundo posible.



Fernando Fernández Font, Rector de la Universidad Iberoamericana