• Carlos Figueroa Ibarra
  • 21 Agosto 2014
".$creditoFoto."

Este texto fue leído por el investigador y politólogo del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP Carlos Figueroa Ibarra el pasado 13 de agosto en Ciudad de Guatemala, al recibir la distinción "Profesor Investigador Emérito René Poitevin" por parte de la sede Guatemala de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).

La noche del día de ayer, mientras caminaba desde el campus central de la Universidad de San Carlos de Guatemala hacia la colonia El Carmen, donde se encuentra lo que es mi casa cuando estoy en Guatemala -el hogar de mis amigos y hermanos Alfonso Batres y María Isabel Galindo de Batres-, pude darme cuenta de  algo que no había leído con detenimiento sino hasta ayer. Y eso es que la distinción que hoy me ha conferido la Flacso Guatemala lleva el nombre de un querido colega que hoy ya no está con nosotros. Me refiero a quien fuera su Director, el Dr. Rene Poitevin. Poite,  como cariñosamente lo llamábamos hace unos 40 años, en 1974.  Eso era cuando la Escuela de Ciencia Política apenas arrancaba y personas que hoy se han convertido en auditorios, centros de documentación y distinciones, como el propio René y también Jorge Romero Imery, empezaban su carrera profesional como cientistas sociales.  Evoqué aquella pequeña escuela, ubicada en uno de los edificios de la Ciudad Universitaria de la USAC, al cual estudiantes y profesores llamaban coloquialmente "El Gallinero"  y pensé en todo lo que a las ciencias sociales les ha acontecido en estas cuatro décadas. Para empezar, poco tiempo después de 1974, en alguno de mis viajes a Guatemala, -pues me encontraba estudiando el posgrado en la Universidad Nacional Autónoma de México-, pude ver cómo René Poitevin, Victor Gálvez Borrell, Mario Luján, Jorge Romero Imery, Raúl Zepeda entre otros, celebraban jubilosamente  que finalmente el Consejo Superior Universitario de la USAC,  había aprobado la creación de la Escuela de Ciencia Politicas con las carreras de  ciencia política, sociología y relaciones internacionales.

Vivíamos en aquellos años la plenitud de la dictadura militar. Pero era una dictadura militar en la que la represión había menguado. Finalmente el primer ciclo insurgente había terminado, el país atravesaba una calma que después supimos, solamente fue un breve interregno entre dos grandes tormentas represivas. Además el gobierno de turno buscaba legitimarse después del fraude electoral de 1974. Fue en ese breve espacio en el cual  nació la Escuela de Ciencia Política,  aunque las ciencias sociales en Guatemala habían nacido mucho antes. No puede olvidarse la aparición de la antropología culturalista, a la cual le debemos los primeros estudios  acerca de los pueblos indígenas de Guatemala e incluso las primeras reflexiones acerca de  las relaciones entre indígenas y ladinos en el país.

Las ciencias sociales en Guatemala se empezaron a cultivar probablemente en el Seminario de Integración Social de Guatemala, pero también en diversos espacios de la USAC. Entre ellos en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, en la Facultad de Humanidades aun en la Escuela de Trabajo Social y poco después en la naciente Escuela de Historia. No había surgido con plenitud la Escuela de Ciencia Política cuando el mundo intelectual de Guatemala resultó impactado por el libro de Carlos Guzmán Böckler y Jean Loup Herbert Guatemala una interpretación histórica social (1969) y poco tiempo después con la aparición de La patria del criollo de Severo Martínez Peláez (1970). Hoy acaso se pueda decir que con el debate que aquellos dos libros generaron en el primer lustro de la década de los setenta del siglo XX, despegó la reflexión desde las ciencias sociales en Guatemala. Probablemente algo más estaba ocurriendo en el resto de Centroamérica, y particularmente en Costa Rica, donde un régimen democrático y más abierto a lo que acontecía en el mundo, propiciaba un desarrollo de las ciencias sociales superior al del resto de los países centroamericanos. En dicho país ya se encontraba EdelbertoTorres Rivas y su presencia impulsó el Primer Congreso Centroamericano de Sociología celebrado en aquel hermoso lugar llamado La Catalina, en Heredia,  y poco tiempo después el XI Congreso Latinoamericano de Sociología que se volvió un hito de las ciencias sociales latinoamericanas. Esto sucedió  porque allí se debatió a fondo la teoría de la dependencia a través de figuras memorables como Agustín Cueva, Theotonio dos Santos, Vania Bambirra, Ruy Mauro Marini.

No es posible desligar a las ciencias sociales  del contexto político y social en el que se desenvuelven. Es verdad de perogrullo afirmar que cualquiera que haga una historia del desenvolvimiento de las ciencias sociales, tiene que vincular el mismo a la sociedad en la que se desenvuelven. Y en este tenor hay que recordar el contexto del despegue de las ciencias sociales en Guatemala. Ya mencioné un interregno entre dos oleadas represivas. A nivel latinoamericano lo que se observaba era  un desplazamiento hacia el norte de America latina de figuras fundamentales de las ciencias sociales como los cientistas sociales que ya he mencionado y otros más como René Zavaleta, Sergio Bagú, Clodomiro Almeida y muchos más. Con satisfacción puedo decir que me beneficié de todo esto como estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la UNAM.  Este desplazamiento hacia el norte de América latina fue consecuencia del golpe de estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende en septiembre de 1973. Y en el contexto que vivimos hoy en la sede Guatemala de Flacso, hace que convenga recordar que los congresos centroamericano y latinoamericano celebrados en Costa Rica en 1974, se realizaron en el momento en que la ferocidad pinochetista acosaba a la Flacso en Chile. Ésta terminaría cerrando sus actividades en Chile, porque el oscurantismo dictatorial que combinaba neoliberalismo con anticomunismo consideraba a la Flacso como un reducto del marxismo que amenazaba a la cultura cristiana y occidental.

Aun en aquel interregno que he mencionado para Guatemala, los que empezábamos a hacer ciencias sociales teníamos que andar con pies de plomo en la investigación social y en la docencia. Nunca olvidaré  a aquel librero español que llegó a buscarme indignado porque el libro que había pedido yo para mi clase de Introducción a la Sociologia en la Facultad de Derecho en la USAC, había sido retenido en la aduana guatemalteca y el gobierno se negaba a entregarlo. El libro versaba sobre sociología marxista y en aquel año de 1974 gobernaba Carlos Arana Osorio y era ministro de Educación Alejandro Maldonado Aguirre. Y el librero español no era un fervoroso marxista indignado por la ausencia de libertad de pensamiento en Guatemala. Simplemente era  un comerciante que veía evaporarse sus ganancias porque el lote de libros que había pedido yo corría el riesgo de podrirse en una de las bodegas de la Aduana Central. Por fortuna para el librero y para los estudiantes de derecho de aquel año de 1974, a instancias de dicho librero y también de las mías, el Ministro Maldonado Aguirre emitió un dictamen en el que establecía que Guatemala era un país democrático y con libertad de pensamiento y que por lo tanto se autorizaba que el libro de sociología marxista pudiera ser llevado a la librería y libremente distribuido.

Pocos años después el contexto había cambiado radicalmente. Centroamérica vivía el estallido revolucionario iniciado en Nicaragua y que se propagaba a El Salvador y Guatemala. La insurgencia se expandía en Guatemala y la dictadura militar volvió a ser terrorista. Una de las organizaciones revolucionarias del país secuestró al hijo de uno de los más prominentes empresarios del país y además de dinero pidió que se publicara un manifiesto en los distintos diarios del país. Como lo supimos en aquel momento,  a los analistas del ejército de Guatemala les pareció que aquel manifiesto manejaba muy bien las categorías usuales en las ciencias sociales y concluyó que aquel manifiesto solamente podría haber salido de la Escuela de Ciencia Política de la USAC. Y con tal conclusión obró en consecuencia. A través del Ejército Secreto Anticomunista amenazó de muerte a siete académicos, en cuenta a quien hoy les habla.  Tres de los siete académicos, Jorge Romero Imery, Ricardo Juárez Gudiel y Julio Alfonso Figueroa finalmente fueron asesinados. Los otros cuatro nos salvamos porque pudimos salir al exilio.

 La anécdota acaso valga para ilustrar lo que probablemente pensaban los funcionarios civiles y militares de las dictaduras militares latinoamericanas: que las ciencias sociales eran subversivas. Algunos hechos le daban fundamento al prejuicio: en aquel momento el marxismo era una teoría muy influyente en las ciencias sociales y en Centroamérica en particular, buena parte de los cientistas sociales habían tomado partido teórica o prácticamente por un cambio revolucionario. ¿Como olvidar al sociólogo nicaragüense Blas Real Espinales muerto en combate contra la agonizante dictadura somocista?

Recuerdo muy bien una conversación telefónica con Edelberto Torres Rivas en 1987. Me contaba que  se había fundado  la sede Guatemala de Flacso  y que su primer director era el muy querido amigo y economista Mario Aníbal González. Además de sus méritos profesionales, que son muchos, Mario Aníbal había sido electo como Director de aquella incipiente Flacso Guatemala, porque su perfil acaso le daba un margen mayor de seguridad personal en un contexto como el guatemalteco. Flacso Guatemala se fundó cuando estaba naciendo el primer gobierno civil, lo que no quería decir pleno estado de derecho y militares en sus cuarteles. Por tanto, en un país que había vivido el asesinato de 400 universitarios en un lapso de unos tres o cuatro años, el tema de la vulnerabilidad mayor o menor de su director era algo a considerar. Por fortuna, la violencia politica se fue apaciguando en el país y desgraciadamente empezó a ser sustituida por la violencia delincuencial que hoy vivimos. Cabe recordar que hay estimaciones que consideran a la ciudad de Guatemala como una de las diez ciudades más peligrosas del mundo.

Ha pasado ya algún tiempo desde que las ciencias sociales eran consideradas subversivas. Hoy es un lugar común en Guatemala decir  que hay ciencias sociales críticas y también hay ciencias sociales sistémicas. Hay enfoques teóricos que buscan conservar lo establecido y otros que buscan transformarlo. Desde un horizonte académico todas las teorías son legítimas y con capacidad de producir conocimientos nuevos. Es en el marco de este horizonte académico, que en sus poco más de 27 años de existencia, la Flacso Guatemala ha dado aportes fundamentales  a las ciencias sociales en Guatemala. Tuve la fortuna de ser profesor en la maestría y el doctorado del Programa Centroamericano de Ciencias Sociales que funcionó en la sede. Y pude observar un nivel académico envidiable. La producción editorial de Flacso Guatemala es notable. Los eventos académicos que ha realizado son muy importantes. En sus 27 años de existencia, Flacso se ha convertido en una referencia  para el pensamiento crítico en Guatemala. Y el clima teórico y metodológico que inspira a sus trabajadores intelectuales es ampliamente plural. Pero la violencia política no ha desaparecido ni tampoco los imaginarios oscurantistas que la propician. Por eso no resulta sorprendente advertir la imagen que los sectores más conservadores de Guatemala han empezado a difundir de la sede: según ellos, Flacso es una institución  en la cual no existe pluralismo (¿existe en la Universidad Francisco Marroquín?),  es un reducto de antiguos subversivos y  es un centro de activismo de los movimientos sociales. Es esta una imagen que solamente es explicable por la cultura política dominante en Guatemala, la cual  tiene sus raíces en el oscurantismo colonial, en el despotismo decimonónico y oligárquico y finalmente en la guerra fría.

Recibo la "Distinción Profesor e Investigador Emérito Rene Poitevin" en un momento crucial de la historia de Flacso Guatemala, el cual puede tener repercusiones para todo el sistema Flacso. Se trata de preservar el espíritu que ha animado al mencionado sistema Flacso y el cual pude percibir en los cuatro años que tuve el honor de ser Consejero a título individual en su Consejo Superior. Se trata de un espíritu fuertemente apegado a lo institucional, respetuoso del Acuerdo constitutivo de Flacso y de los distintos reglamentos. Un espíritu apegado también a los usos y costumbres que rigen el desenvolvimiento de todo el sistema. Flacso es un organismo internacional y autónomo, pero también es concebido como un organismo intergubernamental. Esto implica un sistema en el cual el consenso es la norma y la imposición algo impensable. La democracia tal como es concebida en la institución es una democracia de consenso. Los Consejos Académicos de las sedes, y los órganos de decisión respectivos en los Programas y Proyectos, son actores fundamentales como también lo son los gobiernos signatarios del Acuerdo Flacso. La autonomía de Flacso implica la libertad para elegir los temas de investigación, los enfoques teóricos que deben guiarlos y la libertad de cátedra en el caso de los proyectos docentes. Flacso no deber ser refugio para funcionarios gubernamentales temporalmente desempleados, sino el espacio para profesores investigadores de carrera con estabilidad laboral, críticos y autónomos en su pensamiento. Si bien es cierto que Flacso como institución  tiene que ser ajena a todo tipo de militancia, también hay que recordar que no puede ser tratada como un ministerio. Su relación con el Estado y con los gobiernos de turno es de respeto  y coadyuvancia en la solución de los problemas nacionales y sociales, independientemente de la tesitura política de dichos gobiernos. La relación del Estado y los gobiernos de turno con la Flacso debe ser de respeto a su autonomía y de cumplir con el acuerdo gubernativo para financiar sus actividades.

Click HERE is best bookmaker in the world.
Offers Bet365 best odds.
All CMS Templates