• Sergio Mastretta
  • 18 Abril 2013

 


Así, y desde hace más de sesenta años, sobreviven los árboles del CENHCH. Y descubro ahí los sicomoros, los ahuehuetes y los fresnos. Enormes, diría imbatibles, sombras para apaciguar espíritus efímeros. Sobrevivientes, igual a los profesores de la pandereta que a las generaciones de escolares a los que no han dejado de brindar su vida grata y apacible. No puedo imaginar mejor pinta que la que puede encontrarse en estos rincones bajo la fronda del CENHCH.

De toda esta foresta en esta esquina norte del CENHCH llaman la atención dos enormes árboles: un fresno y un sicomoro mexicano, llamado arce en algunos lados. Están en los extremos del terreno que el proyectista de la rueda tiene contemplado para instalar el aparato. Ambos sobrepasan, a ojo de buen cubero, los treinta metros de altura. Y delimitan con todo aplomo el tamaño de la bronca que se les viene a los impulsores de la obra.

“No --dice el funcionario gubernamental que nos acompaña en el recorrido--, por supuesto que esos no se van a tumbar, ya los proyectistas modificaron el proyecto.”

No pierdo mucho el tiempo con su dicho. Observo con detenimiento el fresno, y sé que difícilmente se encontrará otro de ese tamaño en la ciudad de Puebla. Luego miro al sicomoro, con su tronco largo, con su fronda alta, con sus hojas grandes, como de cuento, como de dibujo con el que los niños cumplen su tarea escolar y figuran otro mundo posible.



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Y aquí, una vez más, el gobernante en turno decide poner a prueba a la sociedad civil organizada, y descarga desde su olimpo colgado de las aspas la idea de lo que debe ser la fortuna de una ciudad.



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Ruido, desinformación, vanidades y vestiduras desgarradas. Es la cuenta final que se puede hacer cuando todavía no empieza nada. Los fuertes, el teleférico, la rueda de la fortuna. Y no ha ocurrido lo mismo con AUDI porque ese actor trasnacional se maneja con otros ritmos y usos. Y además, San José Chiapa nos queda lejos, allá los campesinos que se defiendan si esa avalancha industrial que barrerá sus maizales y veredas les transforma sus vidas hasta el fin de los tiempos.

Pero si la vida rueda en la esquina del barrio del Artista o a la vuelta del pupitre de la secundaria del centro escolar, la propuesta sí levanta el polvo.

Pienso en ello frente al sicomoro que se eleva más allá de los treinta metros, muy cerca del boulevard 5 de Mayo. Ahí hago un resumen de lo que quiere el gobierno de Moreno Valle:

Sobre una extensión de hectárea y media, en la zona norte del CENHCH, en la esquina del boulevard y la 11 Oriente, justo en el área de talleres del Centro, que cuenta con dos edificios en L, uno de los cuales está totalmente abandonado por presentar fallas estructurales serias, se encuentra un área arbolada importante: son decenas de fresnos, cedros, jacarandas, ahuehuetes, palmas, ficus, y otras especies. Ahí, en una explanada que bordean dos edificios de un piso, y por entero sobre lo que hoy es la estructura fracturada, se propone instalar una “rueda de observación” que rebasará el dosel y se elevará hasta los ochenta metros. A la rueda la acompañarán unas instalaciones para estacionamiento y habilitación operativa.

El proyecto, por lo dicho por algunos funcionarios a la prensa, es impulsado como obra pública, y por su carácter técnico, será itinerante; estará un año en las instalaciones del CENHCH y dejará para el Centro Escolar un monto económico de 40 millones de pesos, que se destinará para el mantenimiento y desarrollo de la propia institución.

Este proyecto, del que no se ha detallado nada en relación a su costo, su mecanismo de financiamiento y operación, ha levantado la protesta de un numeroso grupo de padres de familia que lo rechaza. Ese grupo paró las acciones de obra que iniciaron la semana pasada, y se ha propuesto impedir definitivamente la instalación de la rueda.

Al día de hoy, miércoles 17 de abril, los ciudadanos no sabemos nada respecto de cuestionamientos elementales: cuánto cuesta, qué mecanismo de financiamiento utilizará el gobierno, qué y de quién será la empresa contratista que desarrollará la obra. Ayer, una vez más, padres de familia descontentos rechazaron la obra. La de una rueda de la fortuna que nadie ha visto.

Es una rueda al ritmo de la pandereta, gira y gira, y no sabemos nada.


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