• Sergio Mastretta
  • 06 Junio 2013
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Por: Sergio Mastretta

Y se ponen de acuerdo en el mercadeo. Según estimaciones de la gente, diez matas dan unos nueve kilos. Y el precio en el cerro ha oscilado de entre los 500 mil pesos el kilo, cuando lo llegaron a pagar más caro, a los 300 mil que se pagan a la fecha. Ya en el altiplano un kilo no lo dan a menos de 2.5 millones de pesos. Pero en el altiplano no lo vende el campesino. Eso sí¬, hace sus cuentas: una camioneta buena, equipada de lujo, con 30 kilos de yerba la mercan del otro lado de la frontera.



Este es el testimonio de un campesino cualquiera:

"Hace falta por el gobierno imponer trabajos, señor. O Aguililla va a seguir siendo el rey en narco. Han golpeado mucho a la gente, le han quitado el arma, ya cambian más seguido la partida pa que no se compre al militar. Pero por otro lado ya los aviones no fumigan, están comprados. Eso no se acaba. De estar jodido a tener camioneta y casa el otro año, ¿usté qué haría? A uno qué le importa que se enyerbe el gringo, amigo. A uno le encorajina que el gobierno nos haya apaleado tanto".

 

No es posible saber el monto de la producción de marihuana en la región. De cuando en cuando las partes judiciales y militares hablan de seis, de diez, de treinta toneladas recuperadas. Pero lo que sale y ha salido en la última década en que la región se volvió un bastión del narcotráfico tal vez lo sepan en los tugurios policiacos. El hecho es que entre Aguililla, Coalcomán, Aquila, Arteaga, Tumbiscatío y Villa Victoria, el área de la Sierra Madre del Sur michoacana, se lleva una quinta parte del territorio estatal. Descarada o clandestina, según la época, la actividad ha llegado a ser parte fundamental de la economía regional. Dicho de otra forma:

30 hectáreas de frijol de temporal le suponen al agricultor una inversión en trabajo e insumos de 38 millones de pesos. Si el año no es bueno, la utilidad no pasará de los diez millones. Cincuenta kilos de marihuana, que se siembran en cualquier joya, les dejarán 15 sonantes millones.

 

De regreso de Aguililla a Apatzingán aparecen algunas cruces en el camino. Las alumbran flores marchitas. Nombres y fechas de muertes escritos a pincel. Venganzas, pleitos entre bandas, nada de eso se especifica.

En la reyerta partidaria, por el caso de Aguililla, el narcotráfico ha dado pie a mutuas acusaciones. La prensa oficialista dio vuelo a la ligazón narcotráfico-PRD. Los voceros de ese partido afirman por el contrario que los conflictos políticos afectan el ciclo de producción de enervantes hábilmente cuidado por la ligazón entre narcos, autoridades municipales priístas y sótanos de la justicia mexicana. Aquí en los pueblos sólo priva una certeza simple: el cultivo del narco, con riesgos mortales para los campesinos que lo practican, es una alternativa real dentro de una estructura económica que ha arrasado la economía campesina. Por eso la yerba la siembran igual campesinos priístas que perredistas. Los panistas en estas tierras pierden por omisión. diría cualquiera.



Arcelia, Guerrero.

 


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