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Por: Sergio Mastretta

Los agravios ahí están, el sur agrario los echa en cara al altiplano. No son nuevos ni exclusivos de la región. Pero se manifestaron, y con gran fuerza, en los procesos electorales de noviembre y diciembre de 1989 en Puebla, Guerrero y Michoacán. Un año después es el turno del Estado de México. De hecho, la violencia política entre enero y abril de 1990 provocó el viaje del reportero: seguir la huella de la disputa municipal. Y llevar en la maleta las dos versiones de los partidos en pugna: el PRI que se tambalea y moviliza todo el aparato estatal para resistir y recuperar su consenso, y el PRD que quiere ser la garra del sorpresivo zarpazo cardenista de 1988, pero que por sus propias contradicciones no acaba de tomar forma.

La versión priísta es orgullosa: el descontento popular es por los errores del partido, por la mala selección de candidatos, trampas electorales, desconocimiento de liderazgos naturales y bases olvidadas. Pero dicen que ya revirtieron el proceso: consulta a las bases, renovación de comités municipales, atraer al priísmo abstencionista, etcétera. Por eso, del 6 por ciento que obtuvo en 88, el PRI subió en julio de 89 al 42 por ciento y en diciembre al 56. El cardenismo cayó en un 30 por ciento por estar "infiltrado por líderes con fines aviesos, que utilizan la violencia sistemática y aprovechan la crisis económica del país". La toma de alcaldías fue fruto de "la acción de minorías y profesionales de la desestabilización". Todo esto no impide que en el verano del 90 el PRD gobierne en 52 municipios, con el 45 por ciento del territorio y el 58.4 por ciento de los habitantes de Michoacán.

 

La versión del PRD es optimista pero ignora sus contradicciones internas: todo lo ocurrido es el resultado de la vinculación de un movimiento social con ese partido mediante el traslado (en Michoacán) de la estructura corporativa priísta al cardenismo. Sus militantes, muchos de ellos ex-priísta, conocen los conflictos y las fuerzas sociales en el estado. Esto explica también la carencia de estructura orgánica del partido y su suplencia por grupos sociales; por ejemplo, los comités municipales corresponden a la organización ejidal. En Guerrero fue distinto: la estructura corporativa permaneció bajo el aparato priísta; el cardenismo se manifestó en el voto, pero no hubo capacidad para defenderlo. Treinta y cinco de los 75 municipios vivieron el conflicto político y once son gobernados por el PRD. Sin embargo el PRI está desmantelado, es incapaz de organizar mítines que no fracasen pues ya sólo cuenta con sus siglas.

Las dos versiones están ahí, y algo tienen que ver una y otra cosa con la realidad. El PRI quisiera tapar el sol con el dedo de los resultados electorales. El PRD quisiera extender el paisaje insurgente sobre el páramo de sus pleitos internos como los que se han manifestado en Apatzingán entre ex-priísta y campesinos o en Guerrero entre la dirección estatal y el diputado local Zenón Santibáñez, quien para sacar adelante las demandas agrarias tiene que negociar con los funcionarios gubernamentales.

Lo que es cierto es que los ritmos locales no van de la mano de la dinámica nacional. En Jolalpan, 140 kilómetros al sur de Puebla, los dos bandos que en el pueblo han asumido las siglas de los partidos, recogen sus cadáveres en silencio. El jueves 16 de agosto, alrededor de las dos de la tarde, quedan muertos en una refriega por la alcaldía nueve campesinos. A las cinco, cuando el aire seco se ha llevado la pólvora, sus padres y mujeres los levantan para llevarlos al petate de la velación en sus casas.

 

Testimonios como los que siguen (Apatzingán, Arcelia y Teloloapan), los recogimos igual en Tlapa o Metlaltonoc, que en la Montaña o Coalcomán.

 

En el conflicto PRI-PRD en Michoacán, Apatzingán es caso aparte no sólo por el operativo militar, cuando el desalojo de las presidencias a principios de abril (a esta ciudad se dirigió el mayor desplazamiento de tanquetas del ejército), sino por las características peculiares que tomó el movimiento cardenista y el fraccionamiento de esa fuerza. Por eso Apatzingán es el único municipio que no quedó en manos del PRD después de las elecciones del 3 de diciembre. Tres voces dan su versión.

Un corresponsal de un matutino de Morelia, que no niega su filiación priísta, pero me pide que no aparezca su nombre, dice:

"El actual diputado federal Raúl Reyes Ramírez le ganó al PRI 19 mil contra cinco mil votos. Pero las cosas cambiaron, con el tiempo los de esa corriente se dividieron. En la elección interna que hicieron para la presidencia, los expriístas como el químico Reyes Ramírez y Jesús Vallejo, expresidente municipal y uno de los más fuertes acaparadores de fruta de la región -además de que se enriqueció con la compra de terrenos para urbanización-, utilizaron los métodos de siempre, golpes bajos, cochupos, acarreos. Eligieron a Enrique Hernández Barragán, un exempleado de Rentas en el gobierno municipal. Para esto el PRD ya se había resquebrajado en dos: unos, la gente de Jesús Vallejo, con Robles Garnica el senador; otros, la mayoría, con Cristóbal Arias. Surge un nuevo dirigente, Benjamín Buenrostro, un tornero con un taller particular, joven, que nunca había participado en política. El dio la cara, participó en tomas de carreteras, mítines, la gente lo siguió: desconocieron a Hernández Barragán y nombraron a Buenrostro, pero indebidamente, fuera de asamblea.

Total, hacen otro plebiscito y aparece otro candidato, un campesino, ejidatario del ejido de Holanda. Les gana a los otros dos por poquito.

"Del lado del PRI no se quedaron dormidos. Escogieron a Jaime Calleja, un transportista propietario de más de 150 tráileres, uno de los hombres más ricos de Michoacán y como aquí dicen, `el dueño del pueblo'. Es el principal surtidor de abarrotes en el estado y tiene por lo menos dos mil gentes en su nómina. Es productor de aguacate y tilapia. Un empresario, pues, que nunca se había metido en política. Con él vuelve a unirse el grupo que maneja el dinero de Apatzingán. "Las elecciones las ganó el PRI por 153 votos, creo. Y la diferencia tan escasa fue porque por un lado se dividió el PRD y por otro los del PRI escogieron para la sindicatura y una regiduría a gente muy mal vista: Rodolfo Ceja Abarca, líder de la CTM en la región por más de 15 años y que purgó una sentencia en Islas Marías por homicidio, y Joaquín Zamora Pérez, un gallero invasor de terrenos. La gente no los quiere y por eso se le cae la votación a Calleja.

"Así las cosas, Dionisio Plancarte, Nicho, como se le conoce, tomó la presidencia el 27 de diciembre del año pasado, desconociendo a Benjamín Buenrostro y sin el apoyo del grupo de Vallejo. Con Nicho están los campesinos, los peones agrícolas, es cierto, y uno que otro narco, como Albino Cuevas Naranjo, un cacique del otro lado del río, ganadero, ejidatario latifundista, prácticamente dueño del ejido Tepetate en San José de Chila, más de 300 hectáreas al borde del río Tepalcatepec, con riego de bombeo. Nicho es un hombre rudo. Él es una expresión de que, aquí, al gobierno se le echa la culpa de todo".

 

Por su parte, dice Jesús Vallejo:

"Aquí hubo una división que se da en cualquier institución política normal donde dos fuerzas no logran la mayoría. En lo personal creo que han infiltrado gente al partido que se ha dedicado a desprestigiar ante las bases a quienes tienen mayor preparación y capacidad. En mi caso me acusan de haber hecho negocios con terrenos, cuando todo mundo sabe que la ciudad ha crecido para todos lados. Pero ellos aplican la frase de `divide y vencerás'.

"Nicho Plancarte ganó porque el pueblo ya está cansado. Él se proyectó como una gente valiente, como auténtico campesino que es. Ganó con 482 votos, contra 460 de Hernández Barragán y 400 de Buenrostro. No fue una votación abundante, en otras ocasiones ha habido una participación arriba de las 10 mil gentes. Yo creo que Nicho es gente buena. Brava. Siempre dijo que sólo muerto saldría del palacio si había fraude, por eso la gente lo siguió. Pero la gente que lo asesoró estaba equivocada: utilizó posiciones de agresión verbal y física contra gentes del partido, eso es lo extraño. Se dedicaron a agredir a la gente pensante. Esa gente infiltrada es la que promovió la imagen de que somos priistas.

Nicho Plancarte representó la opción de evitar el fraude electoral por la vía del movimiento armado. El decía que se daría de balazos con todo el mundo. Pero desechó la opción legal de la defensa del voto. Ellos nos hicieron a un lado, no nos dejaron participar en la vigilancia de los comicios. El resultado fue el de las actas anuladas por la falta de cultura electoral de quienes estuvieron en las casillas por el PRD. En esas condiciones no hay defensa".

Por último, dice Benjamín Buenrostro:

"Soy nacido aquí¬, de familia con más de cuatro generaciones enraizada en la región, desde el siglo pasado. Por eso nació en mí¬ la intención de que en México se dé un cambio sustancial a favor de las clases marginadas. Ya no sólo los campesinos marginados, también los obreros y los burócratas. Y aquí¬ esa marginación quiere decir violencia alarmante, se ha desarrollado el delito por la mala situación económica.

"Por tesón, por luchadores, mis hermanos y yo hemos salido adelante. Y vemos que lo que hemos logrado en quince años no lo van a lograr las nuevas generaciones. Los salarios en las empresas están muy bajos. Y en el campo, los jornaleros ganan de 15 a 20 mil pesos, según el patrón. Y lo malo no es el sueldo sino el poco trabajo. Un ejemplo: en el limón puedes trabajar dos tres días y luego paras. Va según el precio de la fruta.

"Aquí¬ nos llegó por fin la crisis, no la conocíamos. Bajó la producción, llegó la escasez de trabajo. Y la anarquía, la violencia, el hacer lo que quieras sin que las autoridades intervengan. Es lo que la gente pacífica lamenta. Una crisis que el gobierno no resuelve, porque eso debería hacer el gobierno. "Yo fui presidente del PRD, entré ahí¬ por convicción propia. De seguir como está la situación, todos vamos a peligrar, porque el que tiene mucho dinero tiene lo suficiente para hacerse de un equipo de seguridad; pero los que no, vamos a ser fácil presa de los delincuentes que provocan la marginación. Ahora en cualquier momento te despojan.

Apatzingán, Mach. Los pasos de la democracia Ejidatarios de la región apoyaron al campesino Nicho Plancarte, un hombre recio, con fama de maldito, que tomó la presidencia contra la opinión de los grupos urbanos del PRD.

 

"Me metí¬ en la política cuando Cuauhtémoc se manifestó en contra de las ideas y las prácticas del PRI, cuando pensó en cambiar la forma de gobernar en México. Nosotros vimos una esperanza en salir con él adelante.

Con el PRI ya no hay salida.

"Aquí¬ en Apatzingán, cuando nació el PRD nunca se pensó que se iba a colar gente de otros partidos ya muy viciada. De momento así¬ sería, viciada la cosa. Aquí¬ se tiene que depurar el partido, y nos va a costar mucho sacrificio. Es cierto que la gente que vino del PRI trajo una mentalidad negra, no vino a cooperar. Venía en son de revancha, en busca de una escalera, no a cooperar, a construir el partido. Y esa gente es la más peligrosa.

"Nicho Plancarte no sé bien de dónde vino. Yo me opuse a la toma de la presidencia porque sabía bien que iba a suceder lo que sucedió, que si no había gente preparada el gobierno no nos iba a respetar el triunfo. Eso se los dije, que necesitábamos gente nueva. Yo siento que sí¬ salimos derrotados aquí¬, pero fue por falta de organización y por las divisiones que hubo, no porque el PRI se recuperara. Ellos recurrieron como siempre al fraude. Cárdenas nos lo dijo claro: que si queríamos ganar en Apatzingán por lo menos deberíamos tener mil votos de diferencia, que si no sacábamos ni siquiera 500 nos olvidáramos del triunfo. Nosotros tuvimos supuestamente una diferencia de 79 votos, eso fue una derrota para nosotros, porque con una casilla que nos robaran y ya estábamos derrotados. Este Nicho nunca supo entender el mensaje de Cuauhtémoc. Él quiso aferrarse a ese triunfo.

"Nicho es un campesino, no entendió que con todo y sus ganas no la iba a hacer. Yo le pedí que no se distanciara de la gente antes de las elecciones, que no le cerrara las puertas a nadie porque nos iba a hacer falta después; gente a la que se le tuvo desconfianza y que nos pudo haber ayudado a apuntalar la elección. Les tenía desconfianza porque no eran de su misma condición, porque no eran campesinos. A mí se me tuvo mucha desconfianza. Yo gasté mucho dinero, mucho tiempo, y no se me agradeció.

"La mayor parte de la gente de Nicho eran campesinos, gente jodida. En la ciudad no tuvimos el éxito esperado, pero la gente de los ejidos, la gente del campo estaba con Nicho. Por eso yo les decía que trabajáramos también en la ciudad, en las colonias populares; ahí le hubiéramos robado al enemigo sin necesidad de llegar a la victoria dudosa que se llegó, a las pugnas.

"Aquí el PRD está dividido en clases sociales. Los expriístas están más cercanos a los cacicazgos tradicionales. Por eso la desconfianza de la gente de Nicho. Vallejo y el quí¬mico Reyes Ramí¬rez siempre le cerraron el triunfo a Nicho en el plebiscito. Ahí participé yo como precandidato, yo fui el único que aceptó la derrota y que lo reconocí a él, que nos ganó aunque fuera campesino, y le ofrecí ayuda. La gente que comandaba el diputado federal querí¬a que saliera uno de los de ellos; por decir: Hernández Barragán. Y cuando no salió se vio la frustración. Y a Nicho no sólo no le ayudaron sino que lo obstruyeron. Nicho no tení¬a gente para llevar una elección. Ni yo la tenía, pero yo estudié preparatoria, soy profesional, no se me hizo difícil improvisar un equipo y demostrarles a ellos que podí-amos caminar así, y lo logramos. El problema fue cuando tuvimos el triunfo. A este señor Nicho se le subieron los humos y empezó a despedir a mi gente. Yo vi luego que el barco se venía abajo.