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Nadie sabe con exactitud cuándo fue bautizada como la Novia de Acámbaro, el caso es que así se le conoce desde hace algunos años cuando fue coronada por ferrocarrileros de la localidad para que no quedara duda del amor que se le profesa. El 14 de junio pasado cumplió 70 años y La Fidelita sigue casi como nueva: pistones, cilindros de vapor, aceite, válvulas, manómetros, amperímetros, todo sigue en su lugar gracias al esfuerzo y cariño de los jubilados del ferrocarril.

Don Lupe Herrera

Don Guadalupe Herrara es actualmente el presidente de la Asociación Amigos del Ferrocarril en Acámbaro y cuenta sobre los cuidados previos al festejo de La Fidelita:

--Se tiene que estar pendiente de qué es lo que ya está deteriorado. Por ejemplo esta vez le tuvimos que cambiar parte de las ventanas, parte del piso y todo eso es madera que con el agua se va deteriorando, se va picando. Hay que estarle haciendo parches, igual que la lámina.



Don Lupe, como le conocemos, habla además sobre la próxima convención nacional de ferroaficionados que tendrá su sede en Acámbaro los tres primeros días de agosto y recuerda que cuando solicitaron la sede hubo alguien que les lanzó un reto.

--Ahora que solicitamos la convención, nos daban la convención siempre y cuando echáramos a andar la Fidelita, le dije que era muy difícil porque ya toda la tubería y parte del aceite que tiene el tanque están tapados y secos. Quisimos hacer la lucha por abrir la parte de adelante para cuando menos con madera creosotada prenderle fuego y que se vea que está saliendo humo, pero alguien nos dijo que era hasta peligroso, y mejor así le dejamos. Pero arreglamos un silbato y estamos haciendo hasta lo imposible para que se oiga como silbato de máquina de vapor, le pusimos su su tripié y toda la cosa, para que luzca más ahora que son los 70 años, ya merece la abuelita hacerle algo mejor. 



Por último don Lupe agrega que el dinero del mantenimiento sale del bolsillo de los socios de la Asociación más un apoyo mensual que reciben del gobierno municipal que apenas les alcanza para mantener el Museo José Cardoso. Ahora que son ellos como asociación los encargados de cuidar a La Fidelita, y  también de darle mantenimiento, hay un problema de inseguridad al que se enfrentan.

--Se está revisando continuamente la cosa de los fierros porque también los indigentes en ocasiones vienen y hacen destrozos, hay que estar al pendiente porque ha surgido que cualquier persona que ve cosas de fierro las van a vender, hay que estar vigilando que haya ese tipo de saqueos. 


Atisbos de libertad

Cuentan los maquinistas de esa época, que había la creencia de que las mujeres no podían subir a las máquinas de vapor porque eran celosísimas, su presencia las hacía echar lumbre, pero al paso de los años la Fidelita se ha ido acostumbrando a la presencia femenina, aunque los que siguen haciendo labor de limpieza y mantenimiento son hombres quienes además le procuran su belleza, sobre todo acercándose la fecha de su aniversario.

Años atrás la antropóloga Emma Yanes Rizo llegó a Acámbaro de la mano de su hija pequeña preguntando a los abuelos sobre la máquina 296. Recorrió el pueblo conversando largas horas con la gente que vivió las glorias del ferrocarril y el resultado fue un libro espléndido que lleva el título de “Vida y Muerte de Fidelita, la novia de Acámbaro” en donde contextualiza la labor del obrero ferrocarrilero, centrándose en su esfuerzo de construir dos máquinas de vapor, las únicas hechas en México que salieron a camino. 



Hoy pocos se acuerdan del significado profundo que tiene esta máquina que es más que un resto de nostalgia detenido en un pedestal. Pocos se acuerdan que tuvieron que pasar largos meses en los que las mujeres se quedaban esperando a sus maridos en casa con las comidas recalentadas y los hijos apenas veían a sus padres, eran días de ardua labor, intensa, en los talleres del ferrocarril,  cuando luego de su jornada cotidiana, herreros, maquinistas, pintores, fundidores, electricistas, se quedaban a trabajar horas extras en aquella mítica Casa Redonda, buscando terminar esas dos máquinas de vapor que significaban la liberación del yugo extranjero y el fin de la subordinación ferroviaria con otros países: no más máquinas que no se adaptaran a los caminos mexicanos, no más supervisiones y mantenimientos ajenos. El trabajo, hay que decirlo, se hizo sin remuneración alguna y al mando se encontraba el gran José Cardoso.

Y aunque el gusto nos haya durado poco, hoy que los extranjeros pueden operar a su antojo en nuestro territorio pagando sueldos miserables, revalorar La Fidelita es un ejercicio necesario. Los obreros ferrocarrileros en la época de las construcción de la 295 y 296 fueron el resultado magnífico de años de luchas laborales que les antecedieron pero que van en retroceso, por estas fechas ni siquiera sabemos qué pasó con su fideicomiso de jubilación que debió durar hasta el año 2033. Además el sindicato ferrocarrilero, que en algún momento de esta historia fue clave para construir las máquinas demostrando su compromiso con los trabajadores, en la actualidad es comandado por Víctor Flores, un hombre que sigue enriqueciéndose con las prestaciones mensuales que quita arbitrariamente a los jubilados de una empresa que ya no existe y que fue comparsa de su privatización a cambio de canonjías en el congreso federal.  La Fidelita sigue siendo la novia de Acámbaro es cierto, pero debería ser reconocida como ejemplo nacional de dignidad obrera, como un verdadero grito de independencia.