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Arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia e investigador del Centro INAH Puebla, Arnulfo Allende Carrera es uno de los más importantes científicos del pasado arqueológico poblano. Involucrado en las excavaciones generadas por la intervención de sitios como el existente en el Paseo de San Francisco a mediados de los años noventa o, más recientemente, la encabezada por él en la Casa del Mendrugo --sin duda el más importante hallazgo arqueológico ocurrido en el subsuelo de la ciudad de Puebla--, mucho tiene que decir para responder interrogantes como el que expresa el título de este ensayo.

De esa capacidad goza el investigador de la historia y la arqueología de una ciudad como Puebla, que esta semana cumple un aniversario más con rumbo a su medio milenio: abrir territorios inexplorados, emplazar las viejas dudas y desmenuzarlas sin miedo a partir del análisis de las evidencias que la investigación arroja. ¿Hubo un asentamiento permanente en donde los españoles fundaran la ciudad? ¿Un centro ceremonial? ¿La idea de Cuetlaxcoapan como ciudad prehispánica puede ser considerada? ¿O asimilamos como un valle despoblado esta región de ríos entreverados en los que de sus forestas brotaban manantiales considerados sagrados por los aldeanos de la región?

De todo ello nos habla Arnulfo Allende para fortuna de este Mundo Nuestro que no deja de mirar la vida desde este territorio entrañable que nos la ha dado. Y siempre con la imagen de Chuchita, con su rostro definido por los investigadores, para imaginar lo que fue la vida en Puebla hace tres mil años.




“Y eso fue exactamente lo que sucedió.... Más o menos."

Pinky Dinky Doo.

 

 

            Introducción

 

            El origen, los antecedentes y las condiciones en torno a la fundación de la Ciudad de Puebla son, sin lugar a dudas, los aspectos más estudiados y controvertidos de su historia, que la han hecho uno de los casos más atractivos para los estudiosos desde muy poco tiempo después de iniciado su desarrollo.

 

La impenetrabilidad de las fuentes primarias y la diversidad de enfoques para su estudio han resultado tanto en leyendas e interpretaciones simplistas y acríticas, como en hipótesis fantasiosas y faltas de argumentos sólidos. A partir de finales del siglo XX se han llevado a cabo algunas exploraciones arqueológicas dentro del Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, las cuales han aportado evidencias materiales que en la actualidad nos permiten abrir la discusión hacia otras perspectivas.

 

Este trabajo presenta una revisión general de las evidencias arqueológicas localizadas en la Ciudad de Puebla en los últimos años, con el objetivo de contribuir con la disipación de las numerosas dudas y contradicciones que aún en nuestros días persisten sobre la época anterior al asentamiento hispano de la Puebla de los Ángeles.

 

            Antecedentes

            La fundación de la Puebla de Los Ángeles se llevó a cabo el domingo 16 de abril de 1531[1] (Meléndez, 1886; Tremendo y Pompa, 1992), probablemente donde se localiza la capilla de Santa Elena, en lo más alto de una loma al lado Oriente del río denominado por los indígenas Almoloyan[2], en el paraje conocido por los mismos como Huitzilapan[3]. Según la fuente documental más importante, Fray Toribio Paredes de Benavente “Motolinia” (1971 y 1979) (por ser testigo presencial y parte del grupo impulsor del proyecto) unas semanas después de este acto solemne se verificó una serie de lluvias que obligaron a los nuevos pobladores a retirarse del lugar y refundar la ciudad el 29 de septiembre de ese mismo año, en esta ocasión sobre una planicie (curiosamente más baja que el sitio elegido inicialmente), al Poniente del río, donde supuestamente no existía peligro para la ciudad en ciernes.

 

Los historiadores de la época colonial e incluso algunos de los siglos XIX y XX (Zerón Zapata, 1945; Bermúdez de Castro, 1985; Villa Sánchez, 1997; López de Villaseñor, 1961; Fernández de Echeverría y Veytia, 1931; Carrión, 1970; Leicht, 1986; Cordero y Torres, 1965) están de acuerdo, en términos generales, con esto. El establecimiento de una historia oficial y de la leyenda del sueño de Fray Julián Garcés como verdades absolutas a solo un siglo -aproximadamente- de la fundación de la ciudad se vio reforzado con la pérdida de los dos primeros libros de cabildo del Ayuntamiento de la ciudad[4] (Ayuntamiento de Puebla, 1998; Alejo, 2005), lo que, desde luego, no afectó la integridad del esquema histórico propuesto por las autoridades coloniales.

 

Para celebrar el Cuarto Centenario de la fundación en 1931 fue convocado un grupo de eruditos para determinar, entre otros puntos, la fecha exacta del acontecimiento (Castillo Varela, 1952). Es cierto que se logró una secuencia histórica del proceso de fundación más precisa y con argumentos sustentados en estudios con rigor científico y bases más críticas, dejando atrás la simple repetición de la eterna cantaleta, pero a cambio, y por eso mismo, la historia primigenia de Puebla quedó envuelta en una maraña de datos ambiguos y contradictorios y con serias dudas sobre la veracidad de los hechos y la fiabilidad de sus fuentes.

 

Durante la segunda mitad de ese siglo se llevaron a cabo y fueron publicadas investigaciones más rigurosas sobre el tema. Chevalier en 1957, Marín Tamayo en 1960 y Hirschberg en 1978[5], indagaron en archivos documentales y contribuyeron con una visión científica sobre el origen y naturaleza de la ciudad de Puebla, insinuando la posibilidad de presencia indígena antes y durante el desarrollo del proceso de selección-fundación-consolidación del nuevo asentamiento. Posteriormente Franz Tichy (1974) propuso, mediante un estudio cartográfico, la existencia de patrones de trazo de origen prehispánico para las ciudades del valle poblano-tlaxcalteca, incluyendo a Puebla en un sistema al que también pertenece el emplazamiento prehispánico de Cholula.

 

En 1986 fueron realizadas excavaciones arqueológicas en el Hospitalito, actual Museo Amparo (Cortés de Brasdefer, 1991); en ellas se localizó una capa de tierra debajo de un osario colonial, que contenía materiales arqueológicos que parecían ser prehispánicos, lo que sugería por vez primera la existencia probable de un sitio arqueológico del periodo posclásico tardío (pocos años antes de la llegada de los españoles) bajo la ciudad de Puebla.

 

Tomando todo esto como base y agregando a sus investigaciones el estudio de códices y tradición oral, Barbosa (1993, 1994 y 2000) propuso la existencia no de una, sino de tres ciudades prehispánicas subyacentes en Puebla: Centepetl-Cuetlaxcoapan-Tepoxuchitl. El mismo autor refuerza su hipótesis con el postulado de la fundación de Puebla como un proceso un tanto abierto y un tanto oculto de apropiación del territorio por parte de un grupo de españoles, probablemente de manera truculenta y mediante negociaciones ventajosas, con los indígenas poseedores del paraje conocido como Cuetlaxcoapan.

 

De esta manera a la secular controversia se agregó una interrogante más: ¿existió una, o más ciudades,  en el sitio que actualmente ocupa la ciudad de Puebla?, ¿el sitio se encontraba habitado justo antes de la llegada de los colonos hispanos?

 

            La hipótesis Centepetl-Cuetlaxcoapan-Tepoxuchitl

 

            Al tocar el tema sobre la existencia de asentamientos prehispánicos en la ciudad de Puebla, solemos conceptuar los términos “asentamiento” y “ciudad” desde una perspectiva contemporánea, lo cual considero erróneo. En cuanto al primer término, podemos considerar como un sitio arqueológico a todo espacio que presente evidencias de modificación por actividad humana. Estas evidencias pueden ser de distintas clases: restos químicos y biológicos, herramientas de piedra, fragmentos de cerámica, abrigos rocosos y cuevas, restos de arquitectura y/o arquitectura monumental. La variedad de materiales que consideramos como indicadores de actividad humana en un sitio constituyen la base sobre la cual lo caracterizamos. Entre sitios arqueológicos existe un orden jerárquico que va desde una simple concentración de materiales hasta una ciudad arqueológica. Esto significa que el término “asentamiento” no equivale necesariamente al concepto  “ciudad”.

 

En segundo lugar, hasta el año 1600 la Ciudad de Puebla estaba conformada básicamente por el área que actualmente es considerada como Centro Histórico (Méndez Sáinz, 1988), no era la ciudad que ahora conocemos. Por lo tanto el criterio para discernir sobre la existencia de una ciudad prehispánica bajo la Puebla de Los Ángeles, debe ser el de la presencia o ausencia de evidencia arquitectónica y únicamente en la extensión de la traza colonial que, además, conservó sus dimensiones prácticamente hasta la segunda mitad del siglo XX (Allende, 2002).

 

Según la hipótesis Centepetl-Cuetlaxcoapan-Tepoxuchitl “...está documentada fehacientemente la existencia de asentamientos indígenas en el área de la ciudad de Puebla, poblaciones que en el momento del contacto español estaban habitadas.” (Barbosa, 1993; 55). Apoyándose en los mapas de la Historia Tolteca-Chichimeca (Kirchhoff et. Al., 1989) el autor sitúa entre Centepetl (Cerro de San Juan o La Paz) y Tepoxuchitl (25ª Zona Militar) el sitio denominado Cuetlaxcoapan, que corresponde con el Hospitalito (actual Museo Amparo) y toda el área circundante a la Plaza Mayor y la Catedral  angelopolitana (Barbosa, 1995; 3), mencionando, además que estos tres sitios eran de “…mayor importancia y comportaban carácter urbano definido.” (Barbosa, 2000: 6).

 

Una vez establecida esta idea afirma, aludiendo directamente al caso de Puebla, que a la llegada de los conquistadores se dio una “... ocupación gradual de... ciudades indígenas, donde se construyó sobre y junto a edificaciones, siguiendo la traza que ya existía...” (Barbosa, 1995; 2-3).

 

Si consideramos como cierto lo anterior, tendríamos que Cuetlaxcoapan, durante el horizonte posclásico (900 d.C. -1519 d.C.), fue una urbe planeada mediante una traza de forma reticular, orientada sobre un eje Norte-Sur desplazado 118º al Este del Norte magnético, disposición espacial similar a la de ciudades prehispánicas como Teotihuacan o Cholula. Cuetlaxcoapan sería una ciudad con edificios públicos de carácter religioso, civil y militar y con un sistema de redes de control y distribución hidráulicas que incluían canales navegables. Dado que estas características confieren a Cuetlaxcoapan la condición de asentamiento urbanizado, podríamos inferir que era una metrópoli, edificada por y sustentante, de una sociedad estratificada de tipo estatal (Wiesheu, 2002). La actividad humana en este tipo de ciudades produce grandes cantidades de cultura material de la más amplia variedad de clases.

           

Los indicadores arqueológicos que esperaríamos localizar en cada ocasión que el subsuelo de la ciudad es expuesto serian pisos o niveles de ocupación, cimientos, restos de muros, canales para conducción de agua, muros de contención, plataformas, basamentos piramidales y plazas. Alguien podría argumentar que una incursión violenta de los colonizadores arrasó todo indicio de civilización autóctona en Cuetlaxcoapan, pero aun cuando esto fuera cierto tendríamos, al menos, toneladas y toneladas de desechos culturales como fragmentos de cerámica y huesos no humanos, herramientas líticas, entierros humanos, así como escombros compuestos por materiales constructivos como piedra careada, aplanados de cal-arena, madera trabajada, además de miles de objetos arqueológicos, completos o incompletos, inherentes a la vida humana en una ciudad de la importancia que se atribuye a Cuetlaxcoapan en dicha hipótesis. Para los arqueólogos está muy claro que nada de esto ha sido hallado en el subsuelo del centro histórico de la ciudad de Puebla, en ninguna ocasión.

 

Ante la abundancia y diversidad de interpretaciones sobre las mismas pocas fuentes documentales y la carencia de elementos de verificación en los estudios aplicados a resolver este debate nos encontramos con un dilema: la historia oficial, instrumentada desde la época colonial y de naturaleza incontestable, debido a la intencionada oscuridad de sus datos sustantivos, es impugnada por una hipótesis generada mediante un proceso teleológico cuyo corpus de datos esenciales es manipulado de la misma forma que los de la historia oficial que se pretende desmitificar, contribuyendo más a la nebulosidad en torno al tema y dando lugar a nuevas quimeras.

 

Frente a esto persiste la idea, tanto en la percepción general de la población como entre diversos grupos académicos, de que “disponemos de un profundo conocimiento de los patrones demográficos, del desarrollo urbanizador de la metrópoli y de su proceso de edificación material...” (Contreras y Cuenya, 2000: 17). Esta certeza es una clara muestra de la impronta ideológica que nos ha dejado la leyenda del sueño de Fray Julián Garcés y la historia oficial  de Puebla.

           

Esta situación prevaleció, hasta tiempos muy recientes, por la imposibilidad de contrastar una y otra conjeturas con evidencias materiales. La arqueología es la ciencia que estudia al ser humano a través de los restos de cultura material que produce. Entendemos la Cultura como un mecanismo extra somático y social de adaptación al medio. Al satisfacer sus necesidades básicas, los grupos humanos transforman los elementos naturales de su entorno en objetos como casas, armas, trastos, muebles, etc. Estos  utensilios son cultura material y para la arqueología son indicadores de presencia humana en el pasado cuando se localizan en el subsuelo, en un contexto arqueológico.

           

Las exploraciones arqueológicas en el Centro Histórico de Puebla nos han aportado datos de gran importancia, que pueden contribuir a dar luz sobre nuestro conocimiento del área de la ciudad de Puebla en la época prehispánica y comenzar a desvanecer ensueños. A continuación haremos un breve recuento de los hallazgos arqueológicos llevados a cabo en distintos puntos de la Zona Monumental de Puebla.

 

            Las evidencias arqueológicas

           

            La Estratigrafía

 

Uno de los indicadores más importantes en arqueología es el tipo de suelo en el cual se realiza una excavación y que constituye la matriz de un contexto arqueológico. Tenemos registrada una capa de travertinos presente bajo la ciudad cuya profundidad, de acuerdo con excavaciones arqueológicas,  fluctúa entre los 4 m (Plazuela Los Sapos) (Allende, 2002 a) y los .70 m (Convento de La Merced) (Allende, 2002 b)  con un espesor entre 1.40 y 7 m. En las excavaciones realizadas en la Plaza Mayor de Puebla (Allende, 2002 c), sobre esta capa de travertinos fueron localizados varios estratos de arcillas y arena arcillosa muy compacta y totalmente carente de materiales arqueológicos. De igual manera, en el interior de la tienda Sears (Hernández y Reynoso, 1999), a solo 70 m de la Catedral y la Plaza Mayor, y en la 3 sur 701 (Allende, 2006) se detectaron estratos de esta naturaleza.

 

Estas capas de tierra son depósitos arenosos de aluvión con altas concentraciones de material orgánico en descomposición, lo cual nos indica que en la época anterior a la llegada de los colonos hispanos esta área de la ciudad de Puebla era una zona de pastizales con un  suelo muy húmedo, probablemente lodazales que sufrían inundaciones periódicas. Esta área no era habitada por seres humanos, puesto que no hay materiales arqueológicos en estos estratos. Este nivel de piso es el que encontraron los españoles cuando llegaron a fundar la ciudad de Puebla.

 

            Los materiales arqueológicos

 

El material arqueológico que se obtiene con mayor frecuencia durante las excavaciones arqueológicas es la cerámica, que nos aporta información sobre diversos aspectos de la cultura y la sociedad, tales como la cronología, filiación étnica, estatus social o redes de intercambio. Para caracterizar la cerámica de la época prehispánica en la ciudad de Puebla utilizaremos la cronología general utilizada para el altiplano central mesoamericano (Coe & Koontz, 2002) e iremos relatando estos hallazgos desde la época prehispánica más reciente a la más antigua.

 

Periodo Posclásico (900 d. C. – 1521 d. C.)

           

Ya hemos mencionado la presencia de materiales presumiblemente posclásicos en el actual Museo Amparo (Cortés de Brasdefer, 1991), además de la noticia de que durante las excavaciones en el ex convento de Santo Domingo de Puebla (Actual Centro Comercial La Victoria) fueron también detectados tiestos prehispánicos (Cedillo, 1995).

 

De igual manera en el proyecto Pescaditos, hemos recuperado materiales posclásicos concentrados en la zona cercana al estanque; Estos materiales pertenecen al grupo de cerámica policroma de Cholula, concluyendo con que se trata, en definitiva, de tipos cerámicos de origen cholulteca con una cronología general de Posclásico tardío además de algunos tiestos de cerámica Azteca III (Allende, 1999).

           

En el Atrio de Santo Domingo observamos la presencia de tiestos del tipo Apolo/Nila, tipo cerámico documentado ampliamente para el periodo posclásico tardío y en Los Sapos registramos presencia de cerámica del tipo San Andrés, también de origen Cholulteca y del periodo posclásico tardío (Lind et. Al, 1990; Allende, 1999; McCafferty, 2001).

 

Este periodo está representado en el Hospital de Bubas por tipos cerámicos como: Xicalli pulido y Cocoyotla (Posclásico temprano); San Andrés y Momoxpan (Posclásico tardío) todos ellos tipos cerámicos ampliamente documentados, altamente frecuentes y elaborados en Cholula.

 

Sin embargo de la totalidad de estos materiales hemos obtenido solo tiestos muy pequeños y en porcentajes muy bajos en contextos de relleno, lo que nos indica que llegaron a estos sitios por arrastre (con las corrientes de los ríos Almoloya y Xonaca) o como parte del utillaje traído por los indígenas que trabajaron en la construcción de la nueva ciudad, ya en años posteriores a 1531.

 

 

Periodo Clásico (150 d. C. – 650 d. C.)

 

En el “Estanque de los Pescaditos” fueron recuperadas cuatro ollas pequeñas de cerámica alisada con restos de pintura roja, también depositadas como ofrenda sobre el lecho del estanque. Estas vasijas, también reportadas en el área de Tepeaca (Medina, 2000), representan al periodo clásico en el sitio.

 

El  periodo clásico en Los Sapos está representado por tiestos del  tipo Tepontla (McCafferty, 2001) que es muy común en el área de Cholula y que se relaciona con tradiciones cerámicas de influencia teotihuacana.

 

La incidencia de materiales cerámicos del periodo Clásico en el Hospital de Bubas está representada por tiestos de los tipos cerámicos Tepontla y Anaranjado delgado. Estos tipos cerámicos han sido reportados y son característicos de contextos de este periodo en Cholula. Además de esto obtuvimos algunos tiestos de cerámica café pulida de la fase Tlamimilolpa tardío, similares a los detectados en Teotihuacan para el mismo periodo (Rattray, 2001).

 

Periodo Formativo (1800 a. C. – 150 d. C.)

           

En las excavaciones arqueológicas realizadas por el Proyecto Estanque de los Pescaditos (Cedillo, 1998), fueron descubiertas cuatro ofrendas depositadas sobre el lecho de un antiguo lago; Estas ofrendas estaban conformadas por vasijas de cerámica, navajillas de obsidiana y raspadores de sílex. Dos de estas vasijas son del tipo Ocampo Negro, reportadas para el preclásico tardío (1200 a. C. a 800 a. C.) en el área de Tepeaca (Medina, 2000), una de ellas en color bayo; en los tres casos con decoración esgrafiada en motivos vegetales que hacen alusión a cañas de zacate o juncos, plantas que seguramente formaban parte del paisaje en la época. La tercera ofrenda es un par de cuencos pequeños de cerámica alisada que pertenecen al mismo periodo.

           

Del mismo periodo, en las excavaciones arqueológicas realizadas en el predio del antiguo Hospital de Bubas (Allende, 2006 a), a una profundidad de 6 m, en un estrato conformado por arenas y piedra bola, que es parte de la rivera del Río Almoloyan (San Francisco), se localizó una vasija, también depositada como ofrenda. Su forma es diferente a las localizadas en el Estanque de los Pescaditos, pero tiene decoración esgrafiada y los motivos decorativos son líneas curvas que semejan juncos, cañas o zacates, y líneas escalonadas, que posiblemente representan rayos, significado que se refuerza con su presencia cercana al río. Además se obtuvieron tiestos del tipo Cuanalá negro, detectado en el área de Cholula para el preclásico medio  (1200 a. C. a 400 a. C.)(López et. Al., 2004).

           

Por otra parte en la Plazuela de Los Sapos (Allende, 2002 a) se detectó la presencia de tiestos de los tipos Pulido café y Pulido rojo (Herrera, 2000), variante decorada en blanco/rojo, del periodo formativo aunque en proporción mínima.

 

            En el año 2010, durante una exploración arqueológica en el inmueble conocido como La Casa del Mendrugo, realizamos el descubrimiento de niveles de piso de la época colonial, así como una serie de basureros que nos muestran una secuencia de ocupación del inmueble desde la Fase fundacional (1531-1550) hasta finales del siglo XX. Justo debajo de los niveles coloniales más tempranos localizamos cerámica de tradición indígena con las formas, decoraciones y colores característicos de la alfarería del Horizonte Formativo.

            Estos elementos nos indicaron la pertinencia de continuar con las exploraciones. De esta manera, extendiendo la primera excavación y realizando la apertura de otras nuevas localizamos un muro de piedra caliza cortada en bloques irregulares y unidos con lodo, asociado a un piso de la misma fábrica. Bajo este piso fue hallada una olla grande, de forma redondeada que contenía alrededor de treinta objetos diversos, entre los que destacan figurillas y pectorales de piedra verde, espejos de magnetita, pectorales de concha y puntas de proyectil de obsidiana. Evidentemente se trataba de una ofrenda.

            A unos dos metros de esta ofrenda localizamos un entierro. Se trata de un individuo de sexo femenino, de aproximadamente 1.20 m de altura y entre 60 años al morir. “Chuchita”, llamada así por el equipo de antropólogos físicos que la ha estudiado, muestra evidencias de diversas patologías y lesiones que nos permiten inferir sus dificultades para sobrevivir durante un periodo de más de veinte años, durante el cual tuvo necesidad de cuidados y tratamiento especial de parte del grupo que la rodeaba. Los materiales arqueológicos asociados muestran características formales y estilísticas relacionadas con la cultura Olmeca, y los podemos colocar cronológicamente en un periodo aproximado del Formativo temprano-medio (1500-1200 a.n.e.)

            Nunca antes se habían descubierto en la ciudad de Puebla evidencias arqueológicas de artefactos cerámicos y líticos, arquitectura y restos de población humana en un mismo contexto. Concluimos, con esto, que en el área ocupada por el Centro Histórico de la actual Ciudad de Puebla existió durante el Horizonte Formativo una aldea integrada por seres humanos que tuvieron alguna relación con la cultura Olmeca, al menos en sus tradiciones evidentes en la cultura material que hemos recuperado.

 

 

            Conclusión

           

Con relación a la hipotética existencia de una ciudad prehispánica bajo la ciudad de Puebla podemos establecer que no contamos hasta la fecha con evidencias que nos indiquen la existencia de un asentamiento permanente ni de un centro ceremonial importante, mucho menos vestigios de actividad de tipo urbano en el área que ocupa actualmente el Centro Histórico de la ciudad de Puebla durante la época inmediata anterior a la llegada de los españoles, en ninguno de los sitios explorados. Es decir, podemos irnos olvidando de Cuetlaxcoapan como ciudad prehispánica y considerarlo, de ahora en adelante, como un valle despoblado.

 

La hipótesis sobre la presencia de una ciudad prehispánica bajo el Centro Histórico de Puebla es falsa, sin embargo esto no significa que la leyenda y la historia oficial sigan siendo completamente ciertas, ni que el valle nunca fuera ocupado por seres humanos. Teniendo en cuenta los hallazgos referidos anteriormente en distintos puntos del centro histórico de la ciudad de Puebla, consideramos que Motolinia y las fuentes históricas coloniales han dicho la verdad: La Puebla de Los Ángeles se fundó en un paraje totalmente vacío. Sin embargo en este sitio, durante el horizonte Formativo (1800 a. C. – 150 d. C.), existieron en el área campamentos estacionales distribuidos sobre la rivera de los ríos Almoloyan (San Francisco), y Xonaca, siendo el Estanque de los Pescaditos un paraje boscoso donde los manantiales de agua dulce hacían proliferar la vegetación. Este lugar se consideró sagrado y en él se realizaban rituales dedicados al agua. Por otra parte es innegable la existencia de una aldea localizada donde se encuentra actualmente la Casa del Mendrugo. El periodo Formativo es, de hecho, cuando se dio la ocupación más importante en el área donde actualmente se localiza la ciudad de Puebla durante la época prehispánica.

No hay más contradicciones, no hay más mentiras, la historia de nuestra ciudad no se desvirtúa con estos cambios, por el contrario, se enriquece, la arqueología complementa y da precisión a nuestros conocimientos sobre ella y nos otorga la posibilidad de ostentar un pasado más lejano y más ilustre, y vislumbrar un futuro más amplio y brillante.

 

 

 


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Zerón Zapata, Miguel. La Puebla de los Ángeles en el siglo XVII. Crónica de la Puebla, México, editorial Patria, 1945.

 



[1] Es un hecho que el único domingo 16 de abril entre 1530 y 1532 es el de 1531.

[2] ALMOLOYAN.-Nombre formado de ATL, agua; MOLONI, manar la fuente, y YAN, lugar donde se ejecuta la acción del verbo, de ahí ATLMOLOYAN, "lugar donde mana la fuente de agua" (Franco, 1976: 36).

[3] HUITZILAPAN.- Denominación indígena del área del Paseo de San Francisco, cuya interpretación es “aves sobre el agua” (Franco, 1976: 398).

[4] En la ficha Vol.: 0015, Documento: 225. Fecha: 08/11/1617, se lee: “... no aparece el libro primero de cabildo así como otros papeles y autos tocantes a la fundación de la ciudad...”.

[5] Los textos originales se reproducenen: Carlos Contreras y M. Ángel Cuenya (Eds.) Ángeles y Constructores, Puebla, BUAP-CONACYT-H. AYUNTAMIENTO DE PUEBLA, 2000.