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Por: Sergio Mastretta

Somos expertos contadores de muertos. Y los funcionarios tienen todo el tiempo en sus manos para aparecer en conferencias de prensa con la suma al día. Y la foto que acompaña la declaración ofrece la imagen repetida con Gilberto en 1988 en Cozumel, Paulina en 1997 en Acapulco, la catástrofe serrana de 1999 en Puebla, y Tabasco en el 2007, y Chiapas en el 2009, y Veracruz en el 2012: los rescatistas cargan un cuerpo en el lodazal de la desgracia mexicana.



Pero hay voces capaces y probadas que nos recuerdan los pasos mal andados por una modernidad que se estrella contra la inclemencia de nuestra estupidez.

Pero hay voces capaces y probadas que nos recuerdan los pasos mal andados por una modernidad que se estrella contra la inclemencia de nuestra estupidez.

 

Entrevistada el lunes 23 por Angélica Enciso en el diario La Jornada, la bióloga Julia Carabias Lilo, cabeza principal del esfuerzo múltiple dado en los años noventa por la sociedad mexicana en la construcción de una política ambiental que fundara mejor nuestra relación con la naturaleza, señala la causa del desastre reciente en Guerrero: la nula aplicación de las políticas ambientales.  Con ella como Secretaria de Medio Ambiente en el régimen de Ernesto Zedillo, se sentaron las bases institucionales para un ordenamiento ecológico estratégico. Está visto que en México no se les hace ningún caso.

 

Recojo aquí sus palabras, un recordatorio certero de las consecuencias que tiene para la vida de miles de personas el crecimiento económico a cualquier costo.

 

Dice Julia Carabias:

 

“El tema ambiental es marginal en los planes de desarrollo; el crecimiento económico está por encima de los criterios ambientales y, a pesar de que el país ya cuenta con instrumentos de política ambiental, no se aplican.

 

“Después de los estragos causados por el huracán Paulina en Acapulco, en 1997 se sentaron las bases para un ordenamiento ecológico de ese municipio, pero ni las autoridades locales ni las federales lo continuaron, quedó en el olvido.”

 

“Este proceso se combinó con el del ordenamiento del parque nacional El Veladero, en ese municipio guerrerense. Los procesos son largos, no dio tiempo de decretarlos, pero se sentaron las bases, y quedó olvidado; eso se está pagando ahora.

 

“Los humedales que forman parte de la laguna de Tres Palos y la costera en estos últimos diez años fueron urbanizados; eran palmares y zonas de desbordamiento de la laguna. Ahora son grandes almacenes, hoteles, fraccionamientos, calles… pavimento. El agua no perdona y va a salir por donde pueda.

 

“Era muy claro que se trataba de zonas de humedales y ahora allí ocurrió el desastre, a consecuencia de políticas de otorgar licencias de construcción sin responder a las condiciones ambientales.

“México está ubicado en una zona de alta vulnerabilidad ante fenómenos hidrometeorológicos extremos, y la presencia de dos tormentas de manera simultánea no es la primera vez que ocurre.

 

“El cambio climático está haciendo que estos fenómenos hidrometeorológicos extremos se presenten con mayor frecuencia, por un lado, pero por otro se dan en sitios que están mal ocupados por la población, por un proceso de desarrollo sin planeación. Es una combinación: la condición natural, el incremento de estos fenómenos por el cambio climático y un mal desarrollo que hemos tenido, sobre todo el siglo pasado y lo que va de esta década.

 

“En el país, lo que sigue imperando es un crecimiento económico por encima de los criterios ambientales. En el mismo Plan Nacional de Desarrollo se sigue considerando el tema ambiental como una parte marginal, que no obstaculice el crecimiento, en lugar de plantear el tipo de crecimiento necesario para garantizar que este capital natural, que es muy rico, no se altere y no sufran cada vez más las presentes y futuras generaciones.

 

“No se está dando suficiente respeto a la naturaleza; esto es un hecho. Se debe incluir en los planes de desarrollo y aplicar todos los instrumentos que se han venido gestando en las dos últimas décadas de política ambiental: está el ordenamiento ecológico del territorio nacional, que se debe instrumentar a escalas local y regional; hay un atlas de riesgo que es necesario actualizar; existen instrumentos de impacto ambiental que resultan estorbosos para los promoventes de proyectos de desarrollo, más que una ayuda para planear las cosas de manera correcta.

 

“Los fenómenos que se han vivido en los días recientes implican un enorme retroceso en los intentos de avance de ofrecer a la población bienestar social, pues se pierde en infraestructura, como escuelas, hospitales, carreteras, luz y red de agua potable, y hay que reconstruir, pero no se puede seguir reconstruyendo sobre la base de lo que está mal hecho. Hay que hacerlo con criterios que obliguen a incorporar estos elementos que nos está anunciando la naturaleza. Si no, sin duda alguna, siempre será peor.

 

“Este es otro llamado de atención, pero ya tenemos muchos, y se repite, y se sigue repitiendo. En años pasados hemos tenido episodios semejantes. No olvidemos el caso dramático de 2009 en Chiapas, en 2007 en Tabasco, la sequía extrema de este año. Ahora estas tormentas.

 

“El cambio climático está vinculado. Pero precisamente enfrentar el cambio climático requiere de acciones de mitigación, reducir emisiones que provocan el calentamiento, y adaptarnos a estas condiciones que ya son un hecho. Aunque es un fenómeno de solución global, cada nación debe hacer su parte. La Estrategia Nacional de Cambio Climático tiene un capítulo de adaptación; ahí están las medidas, se tienen que implementar.”