• Julie Wark/Sin Permiso
  • 28 Enero 2016
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Mundo Nuestro. Julie Wark esa autora del Manifiesto de derechos humanos (Barataria, 2011) y miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.

  

¿Dónde está la realidad? … Es algo dramático y oscuro que está ahí presente sin que se lo pueda aprehender, porque no tiene una forma visible, y por lo tanto no es descriptible ni representable. La realidad… no está en la descripción sino en un cierto clima subyacente. Acude misteriosamente a una convocatoria de orden político. Cuando tal convocatoria se produce, aparece la realidad.

José Maria Moreno Galván, 1958

 

No tengo palabras para esto. Para lo que está pasando en Nauru. Esta roca arruinada, esta catástrofe ecológica y política es el microcosmos del mundo entero. Lo que pasa en Nauru es lo que está pasando realmente en todas partes. No sé cómo sacar la realidad dramática y oscura o hacer una convocatoria política adecuada. Lo que quiero nombrar es innombrable. Pero, aun así, quiero extraer, de la locura oscura de la roca en el océano Pacífico conocida una vez como Pleasant Island, un destello de lo que pasa a la humanidad.

¿Qué clase de persona son estos?”, preguntó un chico refugiado al que habían molido a palos unos nauruanos, pobladores de la isla que se gana la vida con el negocio de los refugiados. El clima subyacente de su pregunta se dirige a personas como el premio Nobel de la Paz, Barack Obama, que sólo en 2015 dirigió el bombardeo con 23.144-bombas sobre países con una mayoría musulmana en una guerra contra algo que se llama «terror». Originalmente nombrada «intervención humanitaria», esta orgía de bombas ya en 2014 había creado unos sesenta millones de refugiados y personas internamente desplazadas. Es bastante difícil aprehender la prestidigitación que vuelve en beneficencia el terror, o las lágrimas fáciles del Premio Nobel que llora por las víctimas de las leyes de armas de EE.UU pero no por las de sus bombas. Pero ¿dónde están las palabras para expresar el dolor individual y colectivo de sesenta millones de personas? ¿Para expresar el sufrimiento por la pérdida de sus parientes, sus seres queridos, sus derechos humanos, su libertad y su dignidad? Y de los efectos graves y durados en la salud mental de tantas personas, sobretodo de los niños, ¿qué?





Naurú, un islote en el desierto marino del Pacífico utilizado como campo de concentración por el gobierno australiano.

 

Es para romperte el corazón, sólo pensarlo. Pero a los perpetradores, no hay problema. Tienen una solución fácil: culpar y castigar a las víctimas. Nauru es una isla aislada pero no un caso aislado. Si parece que me meto con Australia y con su campo de concentración infernal en Nauru es porque este expresa de manera contundente lo que pasa a escala mundial, expresa algo muy podrido en el corazón de la humanidad, la misma humanidad que produjo una Declaración Universal de Derechos Humanos que afirma en el Artículo 14 que “toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.”

Entonces, ¿por qué se encuentran los refugiados –la gente que más necesita comprensión, ayuda, amabilidad y respecto por sus derechos humanos y dignidad– criminalizados y castigados por los mismos estados que les redujeron al estatus de refugiados en primer lugar? (Sí, sé que hay que justificar esta última afirmación, pero esto no es un tratado académico.) Esta es la pregunta política que hay que sacarse a rastras de las profundidades de una realidad grotesca y cruel. ¿Por qué la gente rica y poderosa trata de manera tan desalmada a la gente vulnerable? ¿Qué clase de personas son estos? ¿Cómo es posible que los abastecedores de terror y sufrimiento digan que combatan las mismísimas cosas? Pregunta siguiente: ¿cómo poner fin a esto? Si queremos acabar con la codicia e insaciable ansia de poder, tal como ahora vemos en Davos, tenemos un trabajo difícil por delante. Pero es un trabajo decente, un trabajo humano, que lleva las semillas de un cierto tipo de felicidad, como atestigua alguien tan no-ingenuo como Yanis Varoufakis.

Nuestro símbolo de las fuerzas oscuras, la República de Nauru, un ex protectorado cálido y húmedo de Australia, con 10.000 habitantes en sus 21 kilometres cuadrados y una vez un lugar de descanso de pájaros migratorios, fue no hace mucho inmensamente rica, con el PIB per cápita más alto del mundo. La riqueza se derivaba de excrementos de pájaro, fosfato tricálcico, un fertilizante muy valorado, la sobreexplotación del cual dejó atrás una roca infértil, un desastre ecológico regido por un gobierno corrupto que luego probó su suerte como blanqueador de dinero durante unos años. Desde 2001 depende de ayuda económica de Australia. El quid pro quo es que el estado delincuente de Nauru se presta a ser utilizado como un vertedero de refugiados que llegan a Australia principalmente de Sri Lanka, Afganistán, Iraq, Irán, y Pakistán. Este «procesamiento costa afuera» representa un 20% de los ingresos de la isla, es decir $25,9 millones de «ayuda al desarrollo» en 2015 – 2016. Ya que, aquí, el «desarrollo» es un tema discutible y el «procesamiento aislado» un concepto siniestro, desde 2014 la isla no exactamente anima a que vengan los periodistas. Todo lo contrario. Para obtener permiso tienen que pagar la nimiedad de $8.000, una cantidad que no es reembolsable si el gobierno rechaza la solicitud. Una época dorada de riqueza rapaz derivada de excrementos, una catástrofe ecológica, un gobierno corrompido, una intervención poscolonial, la brutalidad extrema contra seres humanos muy vulnerables, la prensa amordazada… esta es el orden político de la remota isla de Nauru. Pero ¿qué es la realidad? ¿Existe sólo en Nauru? ¿Cuantos países del mundo «civilizado» encajan con el modelo?


VIDEO: LOS REFUGIADOS DE NAURU DICEN NO A CAMBOYA

 

Ya no queda el guano para procesar, así que Nauru procesa otro tipo de producto de desecho, los seres humanos, las víctimas de las guerras de gente que manda en las grandes ciudades del mundo, y de la política de Australia de detención preceptivaindefinida de los siempre presumidos culpables «alienígenas» que comenzó con el gobierno laborista de Paul Keating en 1994 y sigue hasta el día de hoy. El clima subyacente es que los refugiados llegados en barco son prima facie “inaceptables para vivir como personas libres en la comunidad australiana”. En 2013, Australia tenía diez centros de detención, casi todos continentales pero remotos. El julio del mismo año, el gobierno firmó un Memorándum de Acuerdo con sus ex protectorados Papúa Nueva Guinea y Nauru para que los refugiados pudieran ser trasladados a centros en sus respectivos territorios. Por lo tanto, los refugiados llegados antes del 19 de julio 2013 continúan languideciéndose en Australia continental, mientras a los que llegaron después se los despacha a campos aún peores en la Isla Manus o Nauru.

¿Cómo se volvieron “inaceptables para vivir… en la comunidad australiana” los refugiados? Hay una pista en el lenguaje. En los años setenta eran simplemente «balseros», sin calificativo y, ya que muchos de ellos habían escapado del «peligro amarillo» del comunismo asiático, fueron más o menos bienvenidos. (Claro, nadie se acuerda de los que llegaron por el mar bastante antes, en 1788, en la Primera Flota inglesa, a las costas de esta supuesta terra nullius de aproximadamente 750.000 habitantes y unas 400 naciones, con consecuencias tan destructivas.) La adición del adjetivo «ilegal» a partir de los años noventa lo hizo posible ejecutar políticas punitivas contra los ahora malhechores que desembarcaban en «enjambres», «terroristas potenciales», «inmigrantes económicos» y parte del negocio del tráfico de personas. El asilo ya no era un tema de responsabilidad humanitaria, ni de las obligaciones jurídicas internacionales, sino una amenaza a la «seguridad nacional». Los refugiados son automáticamente culpables y no tienen derechos aunque Australia ha dado su palabra en varios convenios internacionales que tienen los mismos derechos como los ciudadanos australianos más destacados.

Pero la violación estatal sistemática de los derechos de un grupo particular de personas, por ejemplo “encarcelación u otra privación grave de la libertad física en violación de normas fundamentales de derecho internacional” es un crimen contra la humanidad y debe mantenerse en secreto. Después de que el Departamento de Inmigración y Protección de las Fronteras hubiera intentado encubrir las pruebas médicas de graves trastornos psicológicos entre niños en detención, incluso intentos de suicidio y de autolesiones alarmantes, por ejemplo golpeándose la cabeza contra la pared, fue aprobado el Proyecto de Ley sobre la Fuerza Fronteriza Australia en mayo de 2015 con el propósito de criminalizar la divulgación por médicos, educadores u otros empleados de las condiciones brutales de los refugiados. Si denuncian las violaciones de los derechos humanos en los centros de detención pueden ser castigados con penas de prisión de hasta dos años. La ley es perversa por no decir algo peor, porque una persona que presencia abuso de menores en Australia tiene la obligación legal de denunciarlo, pero una persona que denuncia el abuso en un centro de refugiados estatal comete un delito punible. Y esto quiere decir que, según el gobierno, los refugiados no tienen derechos y quien se atreve a decir lo contrario es un criminal.

En la práctica oficial, la Ley de la Fuerza Fronteriza significa la militarización incrementada del Departamento de Inmigración que ya opera como una especie de organización paramilitar con sus propios barcos, aviones y uniformes. Últimamente, con un detalle tan pervertido que las palabras se quedan cortas (o quizás The First Dog on the Moon casi llega a expresar el clima subyacente), el Departamento ha acuñado, a coste de $1,3 millones, unas medallas en nada menos que ocho categorías de buen servicio a la hora de machacar a los refugiados: Valentía, Comportamiento Destacado, Liderato, Excelencia, Trabajo, Salud y Seguridad, Diversidad y Operaciones. ¿Qué clase de personas son estos?

El centro de Nauru, por el que Australia gasta $37 millones cada mes, está dirigido por el Departamento de Justicia y Protección Fronteriza de Nauru con la ayuda de proveedores de servicios. David Adeang, el Ministro de Justicia nauruano, el último responsable, es la persona idónea para el trabajo según los criterios del proyecto australiano. Después de que su mujer se quemó viva en el jardín de su casa todas las pruebas fueron destruidas o descartadas, y echaron de la isla al forense responsable. La policía aseveró que tuvieron demasiado miedo para investigarlo. También hay acusaciones graves de corrupción contra el ministro y el presidente, Baron Waqa. El estado ha prohibido Facebook, ha exiliado políticos que criticaban al presidente y tiene duras leyes de mordaza. Las condiciones de los refugiados en Nauru son tan terribles que una enfermera australiana violó la cláusula mordaza de su contrato y lo comparó con un campo de concentración nazi pero, añadió, “… los australianos no tienen las agallas para matarles y sacarles de su miseria. Porque miserable lo es.”

En octubre del 2015, sólo dos días antes de que el Tribunal Superior de Australia tuviera que conocer y resolver una acusación de que el gobierno “respaldara y participara activamente en la detención de personas en terceros países”, se anunció que el campo de Nauru se había convertido en un “centro abierto” donde los aproximadamente 600 solicitantes de asilo ya podían moverse «libremente» por la isla, es decir una cárcel un poco más grande y muy peligrosa. Ahora los niños refugiados tienen que ir a una escuela nauruanadonde los nativos les orinan encima, los pegan, les amenazan con navajas, y les acosan sexualmente.

Es imposible presentar de manera ordenada cómo es la vida de cada día de los refugiados en Nauru. Sólo se puede presentar como un caos espantoso. No hay intimidad, no hay actividad útil, casi no hay educación ni atención sanitaria; llantos, un niño de once años dice “demasiado tiempo aquí, quiero morirme”, un detenido de Sri Lanka sube a un árbol y dice que saltará para matarse; gemidos, hay 67 acusaciones de abuso de niños, 30 de las cuales por miembros del personal; sollozos, miembros del servicio de seguridad filman relaciones sexuales con las detenidas, más violaciones; gritos, 253 casos de autolesión, los niños cosen la boca cerrada; chillidos, más violaciones, un niño violado por otro menor; gimoteos, una niña de cinco años con un trastorno por estrés postraumático con muchos intentos de autolesionarse; bramidos, tiendas mugrientas, agujeradas, sin ventilación y con cucarachas, sin agua potable, ropa inadecuada, baños inmundos; lloros, más violaciones, la policía de Nauru confiscan los teléfonos y ordenadores del personal del Save the Children; súplicas, a una mujer de Somalia, violada y dejada embarazada y con problemas de salud mental, se le denegó el tratamiento adecuado en Australia hasta que la presión popular obligó al gobierno a ceder; aullidos, el Ministro de Inmigración dice que Australia no se dejará chantajear por refugiadas embarazadas, más violaciones; lamentos, las mujeres tienen miedo a denunciar las agresiones sexuales; berridos, intentos de suicidio; quejidos, la tortura es rutina y los guardias se jactan de su pericia al hacer el submarino con los refugiados porque saben que tienen impunidad; rugidos, las mujeres tienen que pedir a los guardias sus productos sanitarios; plañidos, los guardias miran a las mujeres en la ducha, hacen propuestas sexuales a niñas de cinco años, más violaciones, hacen cacheos con desnudo integral, huelgas de hambre; lágrimas, lágrimas, lágrimaslos niños dicen “El gobierno nos ha tomado de rehenes, para disuadir a los barcos. Somos niños. No somos instrumentos de política,” los niños lloran y lloran y lloran y se echa de la isla al personal de Save the Children que acusan de haber enseñado a los refugiados a fabricar situaciones que persiguen una «agenda política» en Australia. ¿Una agenda política para impedir un crimen contra la humanidad, quizás?

En fin, la oscura realidad subyacente se encuentra no en una descripción escrita sino en un clima que, con “una convocatoria de la orden política”, los niños sacan a la luz con sus cartas y dibujos. Se hace la convocatoria y aparece la realidad, la política de la dura realidad aparece en estos dibujos. Y es el GOBIERNO que hace esto a los niños, el gobierno que se viste de gala con uniformes y medallas para hacer su trabajo de maltratar a seres humanos vulnerables. ¿Cómo es posible? Cuando unos 62 milmillonariostienen más riqueza que la mitad del mundo, cualquier cosa, cualquier crimen contra la humanidad es posible. La única manera de contraatacar es luchar para y con nuestra humanidad y la de todo el mundo, luchar por los derechos humanos universales, para los mismos derechos a qué los gobiernos creadores y abusadores de refugiados se han inscrito. Si, a sabiendas de que los refugiados se estén tratados como infrahumanos sin derechos y no hacemos nada al respecto, ¿qué clase de personas somos?

http://www.counterpunch.org/2016/01/22/nauru-what-reality-is-this/



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