• Verónica Mastretta
  • 27 Octubre 2014
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Se cuenta la anécdota de que el presidente de Estados Unidos James Carter le habría  dicho al Presidente José López Portillo que el gran problema que tenían con México es que éramos el trampolín para que las drogas entraran a su país, y que López Portillo le habría dicho: "pues quiten su alberca".  Y pasados 30 años, la enorme  e hipócrita alberca sigue ahí, aunque ahora lo que se demanda en enormes cantidades ya no es la ahora inofensiva mariguana, legalizada en algunos estados de la Unión americana. Tampoco la coca. Ahora, según nos lo explica Héctor de Mauleón en un extraordinario artículo aparecido el 23 de octubre en "El Universal", el mercado gringo necesita heroína, cuya goma nace de las lindísimas amapolas rojas que se dan de manera perfecta en la zona geográfica intrincada y seca de Iguala y sus alrededores.

 

 

Desde el día 26 de septiembre el caso de Iguala ha sido un complicadísimo rompecabezas. Poco a poco  han ido apareciendo piezas del mismo, unas obvias, simples, cuadradas y muy conocidas, como la debilidad e incapacidad de los tres niveles de gobierno para  haber construido un sistema de impartición de justicia y policías de calidad a lo largo de los años, mientras se los iba comiendo el dinero de los narco-políticos y sus narco- policías y todos los negocios que han derivado de dicha alianza. Otras  piezas tenían formas  tan bizarras que a lo largo del mes  me ha sido difícil hacerlas encajar para lograr armar en mi cabeza una versión lógica y entendible de los hechos. ¿Para qué? Simplemente porque el cerebro se nos dio para tratar de entender el mundo, o por lo menos las partes que nos interesan de él. A mí me intriga, preocupa y conmueve mi país. No es una elección. Así me sucede, como a otros les interesan los negocios, armar motores, entender el funcionamiento del corazón, las sinrazones del amor, analizar y estudiar a las hormigas,  entender el funcionamiento del universo o huir del  laberíntico tráfico poblano de las tres de la tarde. En este momento creo que a muchos nos intriga y apasiona lo que sucede en el sintomático caso de Iguala, porque el entenderlo nos puede llevar a tomar soluciones para evitar que se sigan repitiendo esos hechos.

 

Dos piezas me habían faltado durante todo el mes. Una me la dio el artículo de De Mauleón titulado  "El Negocio detrás de Iguala". En él nos dice que ya Obama, en septiembre de 2104, había señalado a nuestro país como el principal proveedor de derivados de opio a Estados Unidos. Estaba hablando en realidad de Iguala, la ciudad de 140 mil habitantes a donde va a parar la producción de Amapola de las montañas de  Guerrero, el 98% de lo que produce el país. "En cuatro años- dice Obama- los decomisos de heroína  negra mexicana o "mexican black tar", han aumentado 324% en la frontera americana. ¡Pues sí que ha crecido su alberca, Mr. President!  ¡Y ya no requieren de  nuestra  mariguana para llenarla! Heroína es el nombre del  agua de la alberca en la que hoy chapotean. El trasiego de adormidera significa en dinero- nos dice de Mauleón - 17 mil millones de dólares al año. Con ese enfoque, los hechos de Iguala se empiezan a entender. Se entiende la capacidad de fuego de los narco-policías de un pequeño municipio en el que sin que les temblara el pulso se mandó matar, detener y desaparecer a quien hiciera falta para que no se metieran en su zona. No  se explica la salvajada del 26 de septiembre solo para evitar que fuera interrumpido  el baile de la abusiva "primera narco-dama del municipio”. Casi todo encaja si  metemos en el rompecabezas la pieza del negocio gigante que sale de las mustias y hermosas amapolas. ¡Esas flores tan bonitas fueron prohibidas en nuestros jardines mexicanos desde los años sesentas! Su violento color rojo, sus sedosos pétalos y sus negros corazones fueron desterrados de la vida oficial. Pero les abrieron los brazos a la vida secreta de las sierras y montes guerrerenses. En nuestro rompecabezas de amapolas, es su goma negra lo que en realidad  se ha estado peleando en esa zona desde hace tiempo, meses, años. Nada menos que el control de un mercado de 17 mil millones de dólares. Según la Sedena --dice de Mauleón--, la siembra de amapola en las intrincadas montañas de Guerrero sustituyó en un 40% a  la siembra de mariguana, a la que pronto veremos en exóticas tiendas, cajetillas y marcas en Estados Unidos. Es de la amapola de la que ahora escurren generosos los millones de dólares. Las novelas policíacas francesas dicen que para aclarar los crímenes hay que buscar a la dama o seguir al dinero. Aquí hubo que buscar  las dos cosas, y además a todo el círculo de intereses, capos, caciques, narco-políticos, partidos y acuerdos que han ido apareciendo alrededor de este enorme negocio floreciente. Lo que creímos una trifulca horrenda pero de  pueblo chico, resultó una bronca enorme que contamina a todo el país. Los Abarca no eran una "parejita presidencial" con delirios de grandeza en un municipio chico. La megalómana y loca esposa, además de presidenta del DIF por locuras de nuestro sistema político, con sus oficinas decoradas en cursis colores rosados, incluida su boca, su escritorio y las plumas y libretas, eran las oficinas de una capo del narco, no de una presidentita del DIF municipal. Colocar al matrimonio Abarca en el rompecabezas aún es difícil porque los Abarca se evaporaron o fueron evaporados cual magos de Las Vegas. Esto es muchísimo más complejo. ¿De qué otra manera, si no, se entienden todas las fosas repletas de cadáveres encontradas en los alrededores de Iguala, y de las muertes en los estados aledaños, que nos hablan de una nueva guerra  brutal y sostenida desde hace tiempo? ¿Se aclarará algún día si los normalistas llegaron al lugar equivocado en el momento equivocado? ¿Se sabrá, en medio de ese mar de dinero e intereses, cuál fue en realidad su destino, cuál era su propósito y qué había en las cabezas de sus perseguidores? 



La segunda pieza de mi personal rompecabezas, una que no acaba de encajar, es la del papel que  jugó el 27o. batallón  del ejército, tan cerca y tan lejos en la noche de Iguala. Hubo normalistas heridos que les pidieron ayuda. Nada hicieron por ellos. No tiene lógica, pues estaban a solo 500 metros de donde ocurrieron los hechos. Leo también que su actuar en la zona en estos días ha sido bastante pasivo, casi de observadores. Los ejércitos son hechos para dos cosas: para ayudar en casos de desastres tales como inundaciones, ciclones y emergencias civiles como las  ocurridas recientemente en Los Cabos, en los que su actuar fue excelente. Su otra función es reprimir y matar. No son entrenados para ser  policías, ni ministerios públicos, ni investigadores. Sin embargo  se les ha usado desde la época de Calderón para hacer las funciones que dejaron de hacer las policías municipales y estatales, así como los ministerios públicos. La irresponsabilidad de los gobernadores de todo el país en este rubro ha sido pavorosa. La  poca o nula eficiencia de los gobiernos estatales en este tema se debe a una absoluta falta de priorización del gasto para fortalecer al sistema judicial y policial  desde los presupuestos de los congresos locales, y también desde el Congreso de la Unión. Los gobernadores andan sueltos y gastan  a su gusto en una cantidad inmensa e irrelevante de babosadas, haciendo a un lado lo esencial, que es la seguridad de la ciudadanía y la correcta impartición de justicia. No es labor del ejército suplir esas funciones, ni las saben hacer. Sacarlos a la calle debió ser una medida transitoria mientras se refuerzan y recomponen las policías de los tres niveles de gobierno. Esperar del ejército ese tipo de trabajo es un error. El papel que juega el ejército de tierra en los territorios estatales es difícil de saber y por eso la pieza faltante en el rompecabezas de Iguala es saber de qué manera intervinieron, y porqué es algo que casi no se menciona de parte de las autoridades federales. Pienso que quizás la federación está entre la espada y la pared. No hay policías fuertes en los estados, ni las habrá en mucho tiempo, y se tiene que echar mano del ejército para que hagan funciones para las que no están capacitados. El caso de Tlatlaya es el más reciente ejemplo de que esto es así.  Por eso la 27ava zona militar  de Guerrero y su actuación esa noche y en los días subsiguientes, es la otra pieza  para la que  no encuentro acomodo en mi triste rompecabezas de amapolas.

Y mientras, la hipocresía tradicional de los gobiernos americanos, señala la paja de nuestro trampolín fronterizo mientras cubre de rosas y amapolas su hermosa alberca. Las drogas debieran legalizarse en nuestro país ya, como estuvo legalizado el alcohol en los años veinte del siglo XX. Pasémosles sus guerras santas para el otro lado de la frontera, a su territorio.

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