La semana pasada en Mundo Nuestro, en el marco de este mes carnavalero, publicamos dos crónicas de huehues, esos diablos mágicos que persiguen nuestros sueños de niños. Supimos de Canoa y Tetela, en las historias que nos contó Emma Yanes, y por esos pueblos nos asomamos a un territorio profundo en el que, con el metálico trueno del látigo, se rompen fácilmente los esquemas de nuestra realidad urbana. Mariana Mastretta Larracilla nos ofreció un chispazo de esa fiesta serrana en la que las voces quiebran lo que se considera el correcto sentido de la vida.
La vida sigue en la Sierra. Pero los conflictos sociales permanecen. Este 2013 será de definiciones importantes para ese territorio. Minas e hidroeléctricas en perspectiva. Mundos encontrados. Para recordar que ese mundo nuestro entrañable de las montañas poblanas merece respeto, y que el Estado con su gobierno estatal no puede sin más imponer decisiones sobre el futuro ambiental y social de la región, presentamos el documental Huehues el hecho certero de que los pueblos guardan su historia, la representan y la construyen por sí mismos.
Rafael Bonilla (Ciudad de México, 1954) ha documentado como fotógrafo y cineasta la vida de este México profundo, igual la tragedia de Ciudad Juárez (La batalla de las cruces, 2005) que la realidad de las sexoservidoras de La Merced, en la ciudad de México (Rojo y Negro, 2011), todo dentro de una ya larga carrera profesional que guarda en su trabajo uno de los más valiosos archivos sobre el mundo proletario del Distrito Federal. En Huehues, el cortometraje documental que aquí presentamos, Bonilla nos trae el carnaval serrano a partir de sus sonidos: el violín, los zapateados, el trueno del látigo, los gestos guturales de los diablos franceses. Es la fiesta que nos envuelve en el movimiento de los cuerpos y que explica, sin más, la sobrevivencia rotunda del mundo rural originario.
Huehues, documental de Rafael Bonilla, producido por la Fundación Rafael Bonilla, Arte y Cultura, A.C. Tetela de Ocampo, febrero de 2013