• Sergio Mastretta
  • 01 Agosto 2013
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Por: Sergio Mastretta


Estamos en guerra en México. ¿En qué momento hablamos de guerra civil? ¿Ayuda en algo hacerlo? ¿O basta con que digamos que lo que se vive es una guerra contra los civiles?

¿Por cuánto tiempo más identificaremos los asesinatos que se suceden a todo lo largo del territorio nacional como meros crímenes cometidos por delincuentes a los que se les ha dado un rango superior al englobarlos en la categoría de “crimen organizado”? ¿Por cuánto tiempo más a los voceros oficiales se les ocurrirá identificar a los muertos desconocidos como “presuntamente ligados al crimen organizado”, y a los identificados civiles como “víctimas colaterales”?

¿Vive México una guerra civil?

El buscador de Google ayuda un poco cuando introduces las palabras guerra civil, pues inmediatamente asocia española y El Salvador. Aparece también asociada la palabra secesión que introduce a la guerra civil en Estados Unidos, y más reciente, Siria, a la que miden en su brutalidad ya ni siquiera en muertos sino en dólares (80 mil millones en dos años). Muy rápido, el buscador ofrece el término  Jedi, y el conflicto entonces ya es galáctico y cinematográfico. Y ya sumergidos en la ficción, por ahí encuentro un videojuego llamado  guerra civil en México, y no la pone muy lejos, apenas en 1914, en la esquina.

A México no lo cuela el buscador, y hay que ayudarle con la frase guerra civil en México, que nos lleva a los libros de primaria y a nuestras calles: independencia, reforma, revolución.

Pero a nuestras guerras no les llamamos fácilmente guerra civil. Nuestras más terribles matanzas siempre han ido acompañadas después por la historia oficial que las ha teñido de épica dentro de la corriente de formación del estado nacional. Como si nunca se hubieran matado los mexicanos entre sí.

Tampoco ahora es una guerra civil. Eso lo firman atentamente y tomados de la mano los políticos que se pelean y entretienen “en la lucha democrática por el poder”.

Muy lejos de ellos, en las notas de los diarios y noticieros, la matanza discurre sin freno.

New Yorker, en julio del 2012, publicó un reportaje de William Finnegan sobre la guerra de baja intensidad en Guadalajara:

La revista afirma que México vive una “guerra civil de baja intensidad”

http://www.newyorker.com/reporting/2012/07/02/120702fa_fact_finnegan

 “La parte más débil de la estrategia del ‘kingping’ es la fragmentación de los narcotraficantes en grupos más pequeños ultraviolentos y en guerra. Esta versión de policías y ladrones de la guerra contra las drogas, no puede, en ningún sentido,tomarse a la ligera. La idea de un estado unificado que frenéticamente persigue a los chicos malos es pura ‘pantalla’”

“(…)Dos días antes de que abriera la feria (Internacional del Libro en Guadalajara) 26 cuerpos fueron tirados bajo los Arcos del Milenio, un monumento ubicado en el centro de la ciudad.  Cerca de los cuerpos, que mostraban marcas de tortura, había un mensaje –conocido como ‘narcomanta’— firmado por Los Zetas, el grupo del crimen organizado más temido en México. El mensaje se burlaba del Cártel de Sinaloa. (…)’Estamos en Jalisco y no nos vamos a ir’, anunciaron los Zetas: ‘Esto es la prueba de que estamos metidos hasta la cocina.’”



“¿Guerra civil? ¿Guerra contra los civiles? ¿Guerra incivil? No se trata de una discusión semántica… ¿Guerra civil?,  ¿guerra contra los civiles?, ¿violencia generalizada?” Todo esto se pregunta el académico colombiano  Eduardo Posada Carbó en el texto Sobre la naturaleza del conflicto interno en Colombia, de mayo del 2001. (http://www.ideaspaz.org/portal/images/guerra_civil_2.pdf). Interrogantes que bien haríamos en México en comenzar a responderlos. El académico hace un largo balance de la discusión histórica sobre el concepto de guerra civil. Aquí algunas de ellas:

- Guerra civil es la denominación usada para cualquier enfrentamiento bélico donde los participantes están generalmente formados por dos ejes políticos contrarios. Su característica más común es que el conflicto armado se desarrolla en un mismo país, enfrentándose entre sí personas de un mismo lugar (ciudad, pueblo o comunidad) defendiendo, usualmente, dos ideologías o intereses distintos. En algunos casos, el objetivo es la secesión de una parte del territorio, aunque entonces no siempre se consideran «guerras civiles»

- Guerra civil: la que se da entre bandos contrarios en un mismo país.

- Juan Espinosa, en su Diccionario para el pueblo, publicado en 1855, enumera algunas de las características asociadas con tales conflictos en la América Latina: "en las guerras civiles, políticas o religiosas, se enardecen más que en las de nación a nación las pasiones iracundas del hombre". En tales conflictos "el hermano combate contra el hermano y el hijo contra el padre". Existe en ellos "el empeño de someter indefinidamente a los otros, con la irritación de no poder conseguirlo plenamente, pues que las fuerzas se contrabalancean, los enemigos no se separan, son habitantes de un mismo territorio y se transmiten unos a otros sus no satisfechos odios y venganzas. Son hijos de una misma madre y se desgarran delante de ella, sin respeto alguno". Juan Espinosa, Diccionario para el pueblo: republicano democrático, moral, político y filosófico (Lima, 1855), pp. 545 y ss.

- la doctrina distinguía tres etapas hacia la calificación de una "guerra civil": rebelión, insurgencia y beligerancia.

- Alude, según Castren, a la existencia de "un conflicto armado entre dos órganos opuestos del Estado o de grupos de población dentro de un Estado"

- "conflicto armado de carácter no internacional"

- Según Ramírez Tobón, "la guerra es 'civil' no porque la gran mayoría de la población se alindere según identificaciones con los antagonistas, sino porque los ciudadanos son insumos forzosos para la sostenibilidad de la lucha en aspectos cada vez más amplios de lo económico, lo social y lo político". En suma, la guerra es "civil porque termina por comprometer la materialidad misma de la nación: geografía, individuos, bienes tangibles e intangibles…". Ramírez Tobón, "Violencia, guerra civil, contrato social", pp. 46-54.

- El terrorismo propiciado por los carteles de la droga en la década de 1980 (en Colombia) no tenía precedentes en la historia del país: "for the first time an armed group undertook violence that was deliberately intended to destabilize the state itself". El narcotráfico "significó una transformación salvaje de la sociedad". Y la narcoeconomía ha sido el factor que posiblemente ha influido más en la transformación del conflicto armado. Este no se puede desvincular "de los inmensos recursos financieros que manejan los sectores ilegales, y de la combinación de cooperación y de enfrentamiento entre estos actores ilegales". Por éstas y otras razones, Daniel Pécaut concluye que "nada entonces más lejano de este enfrentamiento armado, que de la anterior violencia". Daniel Pécaut, "Hilos de la madeja", Lecturas Dominicales. El Tiempo, julio 2 del 2000.

- "Más que una guerra civil generalizada", ha observado Eduardo Pizarro Leongómez, "lo que existe es una completa y desgarradora geografía de la violencia."

- El premio Nobel Gabriel García Márquez, al proponerle al entonces candidato Andrés Pastrana una "educación para la paz", se refirió a "los escombros de un país enardecido donde nos levantamos para seguir matándonos los unos a los otros".68 (El subrayado es mío). Este lenguaje, que criminaliza en últimas a la nación, es compartido por altos representantes del Estado y dirigentes políticos de todos los colores políticos. El Espectador,  19 de mayo de 1998.

El documento de Eduardo Posada Carbó fue preparado especialmente para la Fundación de Ideas para la Paz, y se publicó en el año 2001. Siguen sin ponerse de acuerdo los colombianos sobre si viven o no una guerra civil. Y como nosotros, se siguen matando.




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