• Sergio Mastretta
  • 01 Agosto 2013
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Por: Sergio Mastretta

Pero la enseñanza más importante es que cambiar el mundo es un asunto mucho más complicado que interpretarlo. Esto no significa que debamos abandonar nuestras esperanzas por un mundo mejor. Eric Hobsbawm

 

Estamos en guerra en México. Por lo menos en la tierra caliente de Michoacán y Guerrero.

La frase que lo ilustra es del médico cirujano José Manuel Mireles Valverde, de Tepalcatepec, Michoacán: “Todo detonó cuando el narco abusó de nuestras esposas e hijas”. Antes lo habían soportado: los secuestros, las extorsiones, los asesinatos. Tuvieron que llegar las violaciones a una docena de estudiantes de la secundaria en la localidad para que se decidieran.

Entonces se lavantaron en armas. Y narraron en un video lo que los llevó a tomar la decisión de enfrentar a los matones de los Caballeros Templarios. Y cómo siguieron los pasos de los pueblos de la meseta purépecha. “Por un Tepalcatepec Libre” escribieron en mantas y camisetas; “Autodefensa ciudadana” rotularon en sus camionetas. Y volvieron a recordar lo que todo mundo sabe hace mucho: que las policías municipales y estatales son parte del crimen organizado.

Y recuperaron sus pueblos.

 

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La tierra caliente mexicana identifica esa inmensa cañada de la Cuenca del Balsas,  abierta en el surponiente por los ríos Atoyac en Puebla y el Mixteco en Oaxaca que desembocan en el Mezcala-Balsas en Guerrero, y el río Tepalcatepec en el occidente, desde la frontera de Jalisca y Colima con Michoacán. Más de 75 mil kilómetros cuadrados de un territorio por el que han pasado todas nuestras guerras fundadoras. Morelos, Juárez y Zapata.

No sé si esta será una de ellas. No sé si llamarla guerra civil. Pero sé que más nos vale comprenderla. Empecemos por apreciar la variedad de acontecimientos. Van algunos.



Vivienda abandonada en San Luis de la Loma, Tecpan de Galena, Gro (Foto tomada de Proceso)

 

Leo la noticia de hoy miércoles 31 de julio:

“Un grupo armado irrumpió en dos poblados del municipio de San Miguel Totolapan, atacó a los habitantes y quemó sus viviendas, indican reportes oficiales. El hecho se registró este domingo en las localidades de San Rafael y Las Escuitas, no obstante, hasta hoy trascendió esta acción criminal que exhibe la falta de autoridad en la región de Tierra Caliente y la brutal disputa entre grupos criminales por el control de la zona. Los poblados atacados se encuentran enclavados en la Sierra Madre del Sur, a tres horas de distancia de la cabecera municipal, sobre un sinuoso camino de difícil acceso que dificulta la comunicación, indican los informes.” (Proceso 1917)

Foto tomada del blog La Colmena

 

Y lo que narra para el blog La Colmena (http://tinyurl.com/kld3jdf) un hombre que encabeza la movilización campesina contra los Caballeros Templarios en Aguililla, Michoacán:

“Primero, me gustaría decir que está es una de las zonas pioneras en Michoacán en el cultivo y tráfico de drogas desde medio siglo atrás. Aquí surge el cártel del Milenio, uno de los más poderosos económicamente en el mundo. Así que siempre vivimos entre grupos de narcotraficantes y hasta hace poco se veía como algo normal, en aquel tiempo era un orgullo ser compadre de uno de ellos.

“Al inicio todo parecía estar bien porque llegaron con la bandera de acabar con los robos y los delitos del fuero común. Pero más tarde, ante un vació de poder se convirtieron en nuestro gobierno y desde ese entonces el gobierno del estado no tiene el poder en Aguililla. El pueblo estaba aparentemente tranquilo, pero un día empezaron a cobrar cuotas y ahí inició el descontento popular. Después comenzaron a darse violaciones de niñas y jóvenes, pero no se sabía nada porque las familias eran obligadas a guardar silencio o se les expulsaba de la comunidad.

“Eso empezó a complicar más las cosas y cuando nos dimos cuenta de eso y de que se cobraban cuotas por las cosechas y se controlaban las actividades productivas, para nosotros fue hora de hacer este movimiento, de liberarnos de ese yugo. Había la anuencia de las autoridades, lo sabemos, en aquellos tiempos recibían un soborno. Pero cuando los cárteles se hacen más peligrosos es a partir de que Los Caballeros Templarios ganan la plaza de Aguililla a sangre y fuego

“Cobraban 50 centavos por caja de limón cortada a los productores, y ahí, cuando comenzaron a cobrar por actividades productivas y cuando comenzaron a molestar económicamente a la gente más pobre en la región, iniciaron las protestas, siempre calladas, en las esquinas.

“Así, fue degradándose igual que en el resto del país, se convirtieron en grupos armados que comenzaron a controlar territorios, que en un principio sólo se supeditaba al tráfico de drogas, luego pasaron a controlar los cultivos, los precios y el mercado.

“Y eso derivó en un cártel que no sólo controlaba el trasiego, cultivo y venta de enervantes  sino que se dedicaron al cobro de cuotas. Aquí en Agililla comenzaron con los aserraderos como a los dueños de los montes, luego controlaron el precio del ganado, al productor y a los carniceros. También comenzaron a cobrar cuotas con los mineros.

“A los dueños de aserraderos les cobraban 100 pesos por metro cubico de madera, a los productores de ganado 3.50 pesos por kilo, cuota que también incluía a los carniceros. A los ganaderos les fijaron un precio por debajo de lo que se manejaba en otros estados y de ése nadie podía pagar más porque sólo se les podía vender a ellos, igual que el maíz.”


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