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Las fotografías son destellos en el espejo del tiempo. Todas las mañanas enfrentamos nuestro rostro. La historia se despliega en la piel, no podemos confundirla.

Dos fotografías que ilustran la podredumbre de la política poblana. Sábado 22 de agosto a mediodía: una votación en el congreso contra las candidaturas independientes; un festejo priista –uno más—con Mario Marín como protagonista principal.

¿Candidatos independientes?

¿Un gobernador en la cárcel?    

¿Qué nunca escuchamos cantar a Chava Flores a qué le tiras cuando sueñas soñador?

 

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Pero los espejos revelan nuestra historia. En estas fotos sus actores piensan que los ciudadanos no tenemos memoria. O mejor: simplemente no les importa lo que de ellos opinen y recuerden algún día los ciudadanos. Y si no, siempre habrá tiempo para nuevas fotografías, para nuevas sesiones en las que levantar las manos, para nuevos festejos en los que celebrar un cumpleaños. Y serán primera plana en los diarios. Y dirán: “seguimos mandando”.

El poder es un engranaje armado año tras año y ya llevan setenta años. Los partidos son tuercas de una estructura armada para la trasmisión del poder entre los grupos que controlan y se disputan como propio el aparato de gobierno del Estado. Por un tiempo estuvieron los gobernadores sujetos al poder de los Ávila Camacho (los Bautista, Betancourt, Ávila Camacho, Fausto Ortega); la fortaleza de los presidentes de la república priista sujetó a esos poderes locales y estableció con ellos un toma y daca establecido sobre las bases dinero federal-control político local (Merino Fernández, Moreno Valle, Piña Olaya, Bartlett), con sus quiebres y derrocamientos (Nava Castillo, Moreno Valle, Bautista O’farril) y sus recomposiciones locales (Toxqui, Jiménez Morales, Melquiades Morales) y sus rupturas internas y triunfos entre camaleones (Mario Marín y Rafael Moreno Valle)  ocurridas en etapas de debilitamiento del poder presidencial, con la derrota priista plasmada en las elecciones de 1997 al 2006. Al final, en Puebla, una misma familia soportada en personajes surgidos y armados desde los sótanos y las secretarías particulares: ahí están los marines y los Melquiades. Y en perspectiva, los eukides y  los valentines. Todos, en su momento, van haciendo el trabajo sucio a sus patrones: Bartlett a Salinas de Gortari, Melquiades a Jiménez Morales, Mario Marín a Bartlett, Valentín Meneses a Mario Marin, Eukid Castañón a Rafael Moreno Valle.

Todos entre abrazos y puñaladas.

Algunos se piensan aristócratas, se contemplan como dinastía: los Moreno Valle y los Bautista.

Otros saben que pase lo que pase, siempre estarán ahí, con o sin sus apellidos: los Melquiades y los Marín.

 

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Sábado 22 de agosto cerca de las 2 de la tarde. Por la mañana se miraron al espejo. Ellos  no se arreglaron el nudo de la corbata y tal vez pensaron que están comprometidos hasta el pescuezo. Eukid y Jorge: una vida entera para levantar la mano en los “puntos de acuerdo” que ellos elaboraron. Como en la iniciativa que privatizó el agua potable en la ciudad de Puebla, o en la que desaparecieron de tajo las juntas auxiliares. Qué quedará escrito de ellos en la historia de la ciudad. Imagino la palabra que el historiador recogerá de la memoria popular: lacayos del dictador en turno, damnificados de su inminente debacle.

Por lo pronto, y a pesar de la retirada final y voto en contra de los diputados priistas –que habían aprobado de entrada la propuesta—los partidos en el congreso poblano han impuesto obstáculos infranqueables a las candidaturas independientes. No sólo se trata de los temores de Rafael Moreno Valle. Es un asunto de “prerrogativa” de clase. Privilegio, inmunidad, exención… Cómo adoran esas palabras estos señores.

“Impunidad”, es la palabra que les refleja su espejo.

 

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Sábado 22 de agosto, ya hacia le media tarde. Ellas atacan el chile en nogada. Blanca e Isabel. Ellos ya se lo echaron. Cuestión de géneros, o supongo que ellos llegaron antes. Es el momento de la foto, pero ellas no atienden a la cámara: Isabel contempla al presidente de Tepeaca que posa sus manos en los hombros de Enrique; “es su día, dale chance”, imagino que piensa Blanca. Sí, aquí estamos, y vamos por lo que es nuestro,  confirma Valentín Meneses.

Ellos sí están preparados para la pose. Es parte del proceso de retorno de Mario Marín: el cuerpo de medio perfil, la negrura del cabello a sus 60 años, los pómulos saltados, los brazos extendidos, los puños cerrados apoyados con firmeza sobre la mesa y sobre el futuro que ya tienen encima: la recuperación de la gubernatura el año que viene.

Por un instante pienso que Rafael Moreno Valle trabaja para él. Los priistas e bajaron del voto contra los independientes cinco minutos antes, cargue con esa cuenta propia el gobernador.  Y a la misma hora están en otro festejo más en que le muestran al mundo “su unidad”.

Mario Marín también se mira en el espejo rumbo al festejo. Impunidad es el destello.

 

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Veo el rostro de nuestra sociedad en el espejo de esas fotografías. Ellos están ahí porque piensan que los ciudadanos son como ellos.