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Mundo Nuestro. Francisco en Ecuador. 600 mil personas lo vitorearon en Guayaquil el lunes 6 por la noche. Y así seguirá a lo largo de esta semana que corre por Ecuador, Bolivia y Paraguay. Los tres estados, junto con Perú, de mayoría indígena en América del Sur.

Y a su voz asomados los políticos como Correa y Morales que le demandan un compromiso político a la iglesia romana. Y que se quieren montar en ella.

Dios y César, historia antigua.

“La familia es el hospital más cercano”, dijo Bergoglio, “la primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos”.

Y luego el mensaje que recuerda aquellos años idos de la Teología de la Liberación: “La justicia social no es una forma de limosna, sino una verdadera deuda del Estado con las familias.”

Comprender a la Iglesia, así, con mayúscula, como una institución que no puede seguir en ese encierro Vaticano que la contiene como uno de los poderes más conservadores en el mundo. Mirar a la iglesia con minúscula, la que finca su historia desde la vida desgarrada de las personas comunes.

El mensaje del Papa que quiere transformar a la iglesia católica en el mundo es de la igualdad y la justicia entre los seres humanos como parte fundamental del plan de Dios. Y ahí, la posibilidad de una iglesia en sintonía con la lucha de los pueblos pobres en América Latina. Y desde ahí enfrentar interrogantes extremos pero elementales en la historia de esta institución: como el de la familia que se piensa más allá de su concepción tradicional.

No será sencilla la asimilación de estos cambios promovidos poco a poco por el Papa Francisco. Quieren alcanzarlo sus propios compañeros jesuitas. Aquí dos de sus voces, la del actual rector de la Universidad Iberoamericana en la ciudad de México, David Fernández Dávalos,  y la del Dr. Luis García Orso S.J., directivo del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano en Roma.

(Los audios fueron proporcionados por la oficina de comunicación de la Ibero Puebla.)