• Sergio Mastretta
  • 14 Septiembre 2012
Por: Sergio Mastretta

El domingo 1 de julio la pasión cercada por las boletas en la casilla. Cada quien marca el límite de sus emociones, las fronteras del país que imagina y padece. A la medianoche los fragmentos son frases de los protagonistas y figuraciones de lo que se nos viene en los próximos días: “No todo está dicho, hay que esperar… Ha habido una gran inequidad”, dice AMLO apuntando a la impugnación. “Somos una nueva generación, no hay una vuelta al pasado”, ha dicho antes Peña casi para convencerse a sí mismo. “Todos debemos respetar la decisión del pueblo de México”, afirma un sonriente Calderón con un  último flagelo. “A los contendientes nos corresponde acatar los resultados”, ha dicho antes Josefina al arriar tempranito su bandera.

A la vista de estos personajes recupero mi jornada electoral con lo escrito esa noche y con la memoria de 36 años de votar y contribuir con el trabajo periodístico a la transformación democrática de México. Imagino cómo la miran los ojos jóvenes y aguerridos de quienes todavía no cumplen treinta años, la mayoría sin edad para votar cuando echamos al PRI de Los Pinos en el 2000, pero ya muy atentos para valorar lo ocurrido en el 2006,  y me abruma la estrechez del paso del tiempo, la enorme dificultad humana para entender el largo plazo, y me alienta observar las consecuencias de la pasión por el plazo corto.

Contar un fragmento de lo ocurrido este domingo, repasar otros instantes de domingos electorales en 1988, 1994, 2000 y 2006, tal vez ayude a recuperar sus propios momentos decisivos.

 

 


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