• Mariana Mastretta Larracilla
  • 16 Octubre 2014
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Hoy empezó en la Ibero de Puebla un foro sobre Derechos Humanos, un foro para la indignación, el reclamo y por supuesto, la celebración de la luz en la oscuridad.  (Ver nota en http://www.iberopuebla.edu.mx/noticiasEventos.asp?id=1654)

La verdad me perdí la inauguración del rector, pero supe que hicieron un “pase de lista” de los 43 alumnos de Ayotzinapa: al decir su nombre en el micrófono, el auditorio gritaba “¡Vivos los queremos!”. 



La conferencia inaugural fue de Adela Cortina, que habló sobre la ética y los valores de nuestra cultura. En realidad sobre el no-valor en nuestra cultura, porque ella dice que es más común que conozcamos el precio de algo que su valor, y que creamos la famosa frase “todo tiene un precio”. Citó una frase muy buena de Oscar Wild: “Cínico es un hombre que conoce el precio de todo y el valor de nada”. Sobre la ética, Adela habló de los valores éticos mínimos que una persona tiene que tener para vivir, como la dignidad.

La siguiente conferencia fue con Rafael Moreno Villa y el padre Alejandro Solalinde con el tema de los migrantes y la política migratoria mexicanas. Rafael dio unas cifras espeluznantes que no nos dejaron duda de que los migrantes son la población más vulnerable de nuestro país. El padre Solalinde empezó su ponencia con una reflexión muy interesante: él cree que la migración es un reflejo de la crisis civilizatoria a la que nos estamos enfrentando, pues las injusticias que sufren son legitimadas sobre todo por el gobierno. Muchas de las preguntas que les hicieron a los dos eran sobre qué hacer como ciudadanos, ellos respondieron que lo mejor es tomar conciencia y ser congruentes.

 

Finalmente, la última conferencia del día –para mí la mejor de las tres-- fue de David Velasco con Alberto Patishtán y Galilea Cariño. Galilea también dio cifras, pero esta vez sobre las cárceles en México: cuánto tiene que pagar un preso para ser tratado mínimamente bien, cuánto dinero se gasta en los presos y cuánto se va a los bolsillos de las autoridades, entre otras.

David Velasco habló también sobre el modelo neoliberal que lo que más produce son pobres. Habló después de las palabras, del lenguaje que criminaliza al defensor de derechos humanos y justifica la violencia como método para el orden. David propuso que para hacer una ruptura epistemológica hay que acercarnos a los estratos o contextos que nos sean ajenos y escuchar a la gente para entender desde otras perspectivas la realidad.

Y Alberto Patishtán, cuyas palabras hicieron a todo el auditorio levantarse a aplaudirle. Lo primero que hizo al tomar el micrófono fue agradecer  a todos los que lo apoyaron en la lucha por su libertad. Habló sobre eso, sobre su estancia injusta en prisión. Siendo profesor en El Bosque, Chiapas, realizaba activismo por mejorar las condiciones de su comunidad. En el 2000 lo detuvieron por homicidios que no cometió y lo sentenciaron a una condena de 60 años en la cárcel. Estando preso comprendió muchas cosas que a veces ni siquiera los que somos libres entendemos: entendió que había una razón (divina) para estar ahí, y entendió que también ese era un lugar para luchar. Él dice que cuando llegó se dio cuenta de las injusticias que vivían los presos, y para ayudarlos les empezó a enseñar español, para que al menos entendieran por qué los sentenciaban, imaginen que los oficiales les decían que si ya sabían hablar y escribir español eran peligrosos, porque ya podían hacer denuncias. Cuando estaba en Chiapas le mandaban cartas que lo animaban para no decaer, pero cuando lo trasladaron al Norte (cuando por primera vez se subió a un avión y estaba feliz) le dejaron de llegar las cartas, y él mismo se las escribía simulando ser otra persona para consolarse y darse esperanza. Así salió de la cárcel 13 años después. Lo más increíble es que nunca dejó de luchar.

 

Su plática fue la que más me llegó porque Alberto Patishtán es una persona real que lucha por sus derechos en la vida cotidiana, no como luego nos pasa a los estudiosos que nos clavamos en la teoría, sino que él es la viva experiencia de lo que hoy en México significa ser activista y defender la humanidad, porque las personas merecemos justicia y dignidad, y porque cree –como los demás ponentes y como yo-- que otro mundo es posible.

 

No se pierdan de las conferencias que quedan, creo que todos tenemos esperanza y entre más seamos los que contribuyamos, mejor resultará.  

 

*Mariana Mastretta Larracilla, documentalista, es estudiante de Comunicación en la Ibero Puebla y colaboradora de Mundo Nuestro.

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