• Sergio Mastretta
  • 07 Febrero 2013

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Francisco es uno de los fundadores del Vivero Cabrera La Unión. Recorro con él sus invernaderos y las parcelas agrícolas en las que ha sembrado a medias cebollines, alfalfa y calabacitas. Señala el paso de la acequia y explica el trabajo de los poceros en el llenado de las pozas y el manejo del riego rodado. Como la mayor parte de los viveristas, Francisco no ha logrado modernizar el sistema de riego,  por lo que la tarea todavía es fundamentalmente manual: pozas distribuídas en puntos estratégicos del campo, motobombas y mangueras con regaderas con las que los empleados y él mismo recorren las galeras de sombra. Al igual que muchos otros viveristas, sus invernaderos están a medio camino en el propósito de la habilitación técnica: el control de temperatura, el riego computarizado, la esterilización del espacio y otros recursos tecnológicos apenas anunciados en uno o dos de los galerones --como el uso de plataformas móviles para la producción de plántula--, y dan idea de los sueños de todos los floricultores.

“Todo este campo era una huerta de aguacates --me dice Francisco mientras observo una cama con más de mil malvones en producción--. Cuando llegamos hace quince años la antigua propietaria ya los había cortado todos. Nosotros quisimos empezar con una granja de ovejas, pero poco a poco nos fue llamando la atención la flor. Empezamos con la nochebuena y ahora ya ves, tenemos de todo, aunque igual nos especializamos en malvones y crisantemos o en plantas como el amaranto y la duranta. Es un gran esfuerzo, mucho trabajo. Ahora estoy contento, he logrado una buena relación con mis ayudantes.

 

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Domingo a mediodía. Estamos en la temporada más baja del año, me dicen. Cuento tan sólo tres grandes estacionamientos, dos de ellos precisamente de las dos comercializadoras. Son costumbre los embotellamientos en Cabrera, nada distinto a cualquier mercado de pueblo. Pero ese es justo el sueño de Manuel Santiago. Convertirse en un verdadero mercado de flores, 8, 10 hectáreas con productores bien organizados y sin las broncas que ahora no están resueltas.

“Mire a los ambulantes, todos en la calle y lo primero que logran es quitar espacio a los visitantes --dice Manuel--. Afectan las acequias, afectan la calle. Venden de todo, macetas, perros, comida. Por más que le exigimos al ayuntamiento no lo resuelven. Por un lado los quitan, por el otro se ponen.”

“El boom empezó con las ferias”, me dice Manuel Santiago. Hace once años organizaron la primera. Contaron con el apoyo del ayuntamiento de Atlixco, que puso el recinto ferial, la seguridad, la cruz roja, los bomberos, los eventos de promoción. 120 stands de productores a 50 pesos el día. Si ellos ponían de inversión cien mil pesos, otros tantos ponía el ayuntamiento. “Íbamos a las estaciones de radio a Puebla, regalábamos flores al público, eso nos funcionó muy bien. Luego nos trajimos la feria aquí a Cabrera, y nos fue todavía mejor. Así estuvimos hasta que entró un gobierno priista, el de Eleazar Pérez Sánchez que ya no nos quiso apoyar, y tampoco lo ha hecho el que está ahora, el panista Ricardo Camacho. No lo entiendo, cada vez más gente viene a Atlixco por las flores. No lo entiendo, pero estas últimas autoridades no nos apoyan.”

 


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