• Emma Yanes
  • 07 Enero 2016
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En la parte superior del foro del que fue local del sindicato de la fábrica de la Constancia Mexicana, en la ciudad de Puebla, hoy convertido en un lujoso restaurante, hay una pintura panorámica de dicha fábrica en el siglo XIX: 



Se trata de un gran cascarón industrial con su chimenea y casas para obreros establecido a un lado del río Atoyac que alimentaba las turbinas de la misma, en su contorno luce también una gran extensión agraria.

 

Abajo, de lado derecho, se puede ver la imagen de un obrero pintado de tamaño natural, vestido de overol que fornido y contento representa a la clase obrera. En el lado izquierdo se encuentra una bella mujer mestiza que porta la bandera nacional y que representa nada menos que a la madre patria; al centro se distingue el dibujo de una colmena y un letrero que dice el trabajo todo lovence. Es lo que queda del sindicato Mártires de Chicago, fundado en los años treinta, es también el resumen gráfico, visual, de los símbolos industriales que adoptó el país de mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX: la fábrica La Constancia Mexicana fue fundada por Estevan Antuñano en 1835 y en su momento ocupaba el centro del Emblema Industrial de México creado por dicho industrial en 1844, que todavía puede verse al frente de la fábrica hoy remodelada y del que hablaremos más adelante. 


Por su parte, la bandera nacional, tal como la conocemos ahora pasó por una serie de transformaciones que van de 1810 a 1916, periodo en el que se modifica varias veces atendiendo distintas opciones políticas y sociales para el país. La mujer a un lado de la bandera fue concebida en los años veinte. La colmena como símbolo del trabajo, perseverancia y progreso proviene del siglo XIX, fue utilizada en innumerables publicaciones científicas y literarias, en particular en los escritos de Estevan de Antuñano.

 

 

El obrero de overol fuerte es una imagen concebida en los años treinta para representar el fervor al trabajo e inscribir a la clase obrera en el proceso de industrialización. De cómo se fueron entretejiendo todos estos símbolos para acabar adornando el foro de un sindicato hablará el presente ensayo.

Emblema que representa el Sistema Industrial de México, inventado por Estevan de Antuñano, en 1834. Miguel A. Quintana, Estevan de Antuñano. Fundador de la industria textil en Puebla, México, SHCP, 1957. Figura tomada del texto La Constancia Mexicana: una revisión histórico-arquitectónica, de Juan Manuel Márquez Murad y Tatina Cova Díaz, BOLETÍN DE MONUMENTOS HISTÓRICOS | TERCERA ÉPOCA, NÚM. 20, SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2010

 

 

En los años treinta los trabajadores de La Constancia ya se habían destacado por su activa participación en la vida política y sindical del país,  ocuparon un lugar importante en las distintas luchas de los trabajadores textiles de finales del siglo XIX por conseguir una jornada laboral de ocho horas y mejores condiciones de vida. En esos años el suyo era ya un sindicato sólido que contaba con caja de ahorros, escuela para los trabajadores, fondo de jubilación, campo deportivo, un pequeño hospital, camioneta para los obreros, alberca, banda de música, equipo de volibol y un teatro local construido con los ahorros de los trabajadores. Se podía hablar entonces de la prosperidad obrera y la imagen del trabajador fuerte y contento correspondía en buena medida a la realidad. El sueño inicial del industrial Estevan de Antuñano respecto a que su fábrica contara con escuela para los trabajadores, vivienda, servicio médico y fondo de ahorro, se cumplió así cien años después de fundada la empresa, pero ahora bajo la iniciativa y lucha de los propios obreros. Sin embargo las conquistas obreras y el sueño del empresario nacionalista del siglo XIX que entrado el siglo XX parecía ya  consumado, curiosamente se vino abajo en los años setenta de ese mismo siglo cuando la fábrica quedó en manos de los propios trabajadores como pago por su liquidación.





Foto tomada del texto La Constancia Mexicana: una revisión histórico-arquitectónica, de Juan Manuel Márquez Murad y Tatina Cova Díaz, BOLETÍN DE MONUMENTOS HISTÓRICOS | TERCERA ÉPOCA, NÚM. 20, SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2010.

 

 A lo largo del siglo XX las conquistas obreras fueron ahorcando a los industriales con escasa capacidad competitiva y nulo interés en modernizar una fábrica con altas prestaciones sociales. Por ello, los patrones decidieron cerrar en los años setenta después de una larga huelga.                   

          

Posteriormente la fábrica pasó a manos de los obreros que, empalagados por su triunfo y por el eslogan el trabajo todo lo vence, no se dieron cuenta de  que además del trabajo obrero para el buen funcionamiento de la fábrica se requería de una fuerte modernización tecnológica y de una buena administración hiciera a la misma competitiva. Cobijados bajo el proteccionismo estatal y el fervor obrerista de los cooperativistas, la fábrica en lugar de prosperar se enquistó en luchas sindicales por el control de la dirección y el mal manejo de los fondos. En abril de 1992 la fábrica quebró y se cerró en definitiva. El sindicato culpó de lo anterior al Estado por no haberle otorgado al sindicato los recursos necesarios para el financiamiento. Lo cierto es que el trabajo obrero en sí mismo no todo lo vence en esta de poca de competencia internacional y asimilación tecnológica.

El abandono.

 

 

              El cierre de la fábrica, esa inmensa chimenea apagada y los obreros disidentes denunciando a viva voz la corrupción de sus líderes en el Zócalo de Puebla en los años noventa, refleja el final de dos de las grandes utopías industriales de los siglos XIX y XX : la del proteccionismo industrial como base económica expuesta ampliamente por Estevan de Antuñano y Lucas Alamán en la etapa decimonónica, y la del control obrero sobre la producción llevada al extremo por los países socialistas hoy ya prácticamente insertos en el capitalismo. Desde luego actualmente ya nadie concibe una fábrica como símbolo de felicidad.






Foto tomada de Animal Político.

             Hasta hace pocos años, el cascarón de la fábrica La Constancia Mexicana lucía semi abandonado y se lo disputaban las distintas fracciones de la cooperativ , fue rescatado finalmente en el 2013 por el gobierno del estado de Puebla. El local del sindicato por su parte corrió otra suerte: comprado por un industrial en los años noventa se convirtió en un restaurante de lujo en el que se reúne la alta sociedad poblana.




Publicidad del restaurante El Sindicato.

 

            Nadie sabe, se diría, para quién trabaja. En lugar de obreros niños bien con teléfonos celulares y mujeres finamente ataviadas piden el menú donde antes exigían mejoras sociales. Afuera, frente al restaurante, dos ex trabajadores  se toman una cerveza recargados en el muro de La Constancia.

--Yo trabajé en la fábrica --me dice uno de ellos--, estaba en el telar y era un ruido de los mil diablos.

 --Yo sólo creo en la felicidad de esta caguama --comenta el otro, y da un último trago. Están lejos de parecerse al muchacho fornido del foro del sindicato, son tiempos de desempleo y computadoras no de prosperidad obrera.


Estevan de Antuñano, fundador de la industria textil en Puebla.

 

           Estevan de Antuñano (1742-1847) fue el creador del primer Proyecto Tecnológico Nacional y concebía a este como el único medio posible para alcanzar la felicidad. En sus trabajos sintetiza las ideas modernas que surgieron en la Nueva España borbónica respecto al papel que deben jugar la industria, la ciencia, la técnica y la educación en la sociedad mexicana e introduce las categorías propias de la economía política para el análisis de la realidad. A dichas ideas les da una nueva dimensión histórica al convertirlas en el motor del cambio social que para él conduciría a México a su independencia económico-política y a la felicidad común: entendiendo por ésta tanto el goce de los bienes materiales es decir alimento, vestido y vivienda,  como morales, o sea el orden, la virtud, la ilustración y la dignidad.

           Su ideal: un país con la maquinaria moderna como base material del progreso y con la voluntad pública como la base moral del mismo, gobernado por un Estado capaz de aprovechar los recursos naturales de México para transformarlos en riqueza para toda la nación, hasta convertirnos en un país exportador, superior a los europeos, ya que según él dichos países carecían de los importantes recursos naturales que poseía México, por lo que consideraba que nuestra nación estaba destinada a ser rica y feliz. A su vez, este estado ideal al que debía llegar México tenía que estar sustentado en un Estado nacional fuerte, basado en las constituciones de 1814 y 1824, integrado a su vez por hombres capaces de administrar y legislar en beneficio de toda la nación y no de un partido o clase en particular. Éste Estado, formado en su mayoría por hombres dedicados a las ciencias útiles, debía cuidar a su vez la propiedad  y fomentar el desarrollo de la industria, de las ciencias, y de las artes, además de invertir en la educación técnica de los trabajadores, y propiciar así la moral y las buenas costumbres.




              En el plazo inmediato el proyecto de Antuñano implicó el establecimiento de la primera fábrica moderna del país: La Constancia Mexicana, cuyo nombre todo lo dice. Y más adelante proponía la fundación  en las inmediaciones del río Atoyac del Valle de la Industria Nacional, en el cual los obreros serían también jornaleros y propietarios agrícolas, que alternarían el trabajo en las fábricas con las labores del campo.

          Así, Antuñano imagina a México como una futura potencia industrial.

Basa sus ideas en el conocimiento de la revolución industrial inglesa, la revolución francesa, la independencia de los Estados Unidos y busca aplicar las enseñanzas de dichas potencias de manera creativa a la realidad del México pos independiente. Como parte de su propuesta en 1844 idea el Cuadro Alegórico de México en Estado Feliz o Ideal, en el que sintetiza la sociedad que se imagina.

Emblema que representa el Sistema Industrial de México, inventado por Estevan de Antuñano, en 1834. Miguel A. Quintana, Estevan de Antuñano. Fundador de la industria textil en Puebla, México, SHCP, 1957. Figura tomada del texto La Constancia Mexicana: una revisión histórico-arquitectónica, de Juan Manuel Márquez Murad y Tatina Cova Díaz, BOLETÍN DE MONUMENTOS HISTÓRICOS | TERCERA ÉPOCA, NÚM. 20, SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2010

 

        Antuñano está convencido de que como empresario él mismo representa los intereses de los artesanos, industriales, comerciantes y trabajadores en general y busca encaminarlos a una sociedad futura más feliz, donde ellos sean la estructura fundamental de la sociedad; pero por lo pronto, piensa, estos sectores no están conscientes del papel que deben jugar, ya que pesan sobre los mismos tres siglos de dominio colonial e ideas monárquicas. Por ello considera que es a través de la educación como deben vencerse esos siglos de ignorancia acumulada, para después hacer crecer el número de hombres dedicados a las labores productivas y a la vez reducir lo más posible a la población improductiva.

         En 1844 Antuñano presenta ante el Congreso Nacional su Cuadro Alegórico del Sistema Industrial de México, Visto en Estado Perfecto y Feliz. Es decir su ideal de la sociedad futura. Dicho Cuadro está estructurado conforme al funcionamiento de la maquinaria moderna: a través de un agente motor, ruedas motrices, sistema de poleas, ejes principales, puntos de apoyo y acciones auxiliares. Equipara así su propuesta de cómo debe funcionar en la sociedad mexicana del futuro, con la de la fábrica moderna. En el Cuadro están presentes los aspectos tratados en su texto Plan Económico y Político,  que escribió anteriormente, pero recalca aún más el papel que debe jugar para la prosperidad de la nación el Banco de Avío, y agrega un elemento fundamental: el agente motor de toda la maquinaria, es decir, la fuerza motriz, será la voluntad y la prepotencia nacional o sea el deseo de cambio, la transformación de las costumbres, la voluntad de industrializarse. El agente motor de su propuesta es entonces un elemento ideológico y cultural fundamental: El cambio de costumbres, el consenso social a favor de la industrialización. Sin el cual, se entiende, no puede echarse a andar la fábrica social. La rueda motriz son las artes fabriles ilustradas. El eje principal, las manufacturas de algodón. Su base, la maquinaria moderna representada por  La Constancia Mexicana. El punto dominante, el comercio extranjero arreglado.  El pedestal del sistema, el Banco Nacional de Avío. Las acciones directivas menores, las Juntas directivas de industria. Las acciones auxiliares morales, la remuneración a quienes aventajen en la industria. La acción campestre, la propagación de plantas y animales exóticos, así como la población y colonización de las costas. La primera rueda subalterna, la agricultura cereal.  Su base, la población y riqueza agrícola y mercantil. Su eje, los consumos. Su segunda rueda subalterna, el comercio interior. Su otra base, la población y riqueza agrícola y fabril. Su eje, los caminos.

         Por su parte, en el Cuadro la industria ya regenerada está representada por la cornucopia Ceres, que da frutos, es decir goces sociales menores y mayores; así como por los laureles de triunfo. Las flores representan los goces menores de la vida social, que serían los del consumo, a su vez los mayores están representados por la población, el orden, la fortaleza, la sabiduría y la dignidad, siendo los más importantes los dos últimos. En el Cuadro se representa, según indica Antuñano, a la nación mexicana en su propio símbolo: el águila,  pero posada no ya sobre un nopal sino sobre los frutos de Ceres, la diosa de la agricultura y la abundancia para los griegos. Con ello Antuñano retoma el mundo cívico de México, elimina el nopal como símbolo agrario y eleva a la nación al lugar que ocupan las grandes civilizaciones de Europa y el mundo, para que la industria y el pueblo mexicano se conserven en estado feliz.

             La máxima felicidad para Antuñano es entonces un México soberano y libre, con un águila nacional que como decíamos no posa ya sobre un nopal, sino sobre los laureles de los goces sociales y morales otorgados por el movimiento de la maquinaria moderna. Esta será su nueva bandera. Sin embargo, la felicidad para Antuñano no está en las máquinas en sí mismas, sino en lo que se puede lograr gracias a las mismas, es decir en el componente ideológico que les adjudica: el advenimiento de un México libre, ilustrado, rico, virtuoso, gracias al trabajo industrial. A partir de la elaboración de su Cuadro Alegórico, Antuñano empieza a considerarse asimismo como el primer insurgente industrial de México.

            El Cuadro Alegórico representado en piedra fue colocado por Antuñano a la entrada de la fábrica La Constancia Mexicana. Y a su vez él solicita al Congreso Nacional que se discuta su contenido así como las medidas que habría que tomar el país para llevarlo a la práctica, como una prioridad nacional. Antuñano tenía particular interés en que el Cuadro se discutiera en el Congreso o que en su defecto este se conociera por el Presidente de México, ya que para entonces, en 1844, sus dos fábricas La Constancia y La Economía estaban en quiebra, ya que se había prohibido la entrada del algodón extranjero y el algodón nacional estaba controlado por acaparadores que también habían instalado fábricas textiles y que vendían a muy alto precio la materia prima a las otras industrias. De aceptarse el Cuadro Alegórico, con el símbolo de La Constancia en el centro del mismo, el gobierno hubiera tenido que acceder a las peticiones del empresario: sobre todo la de recompensar a sus fuerzo como pionero industrial permitiéndole la compra de algodón extranjero. Pero no fue así. Incluso su Cuadro mereció la burla de algunos liberales, como el propio Manuel Payno y fue objeto de caricaturas satíricas en el periódico El siglo XIX. Finalmente, en abril de 1844 el Cuadro fue presentado ante el Soberano Congreso por Lucas Alemán. Sin embargo para Antuñano esto no tuvo en lo inmediato ningún beneficio visible.  Hasta donde sabemos el Congreso nunca discutió su contenido, pero, por proposición de la Cámara de Representantes, este fue colocado simbólicamente en el salón de sesiones.

         Me parece importante destacar los siguientes elementos de sobre dicho emblema, mismos que desde mi punto de vista pueden explicar en parte el rechazo hacia el Cuadro o por lo menos su falta de comprensión:

 

1) Por primera vez en la historia de México la maquinaria y el deseo de industrializarse es considerado el medio fundamental para conquistar la felicidad privada y pública. En el Cuadro para conseguir la felicidad de México la religión queda a un lado. No existe Dios en el Cuadro Alegórico. Será la mecanización y la existencia de un Estado laico que apoye la ilustración en las artes y la técnica y el desarrollo de la industria, lo que nos conducirá a la felicidad. Las críticas recibidas por esta posición y temeroso de la reacción de la iglesia, llevaron a Antuñano a declarar en 1844: “yo después de Dios en lo que más creo por la evidencia de mi entendimiento es en la industria.”

 

 2) La base para alcanzar la felicidad y la prosperidad para el país estaba a su juicio en el desarrollo de la industria manufacturera y en la producción de máquinas, no en la agricultura como pensaban los liberales o en la producción de oro y plata como afirmaban los gobernantes que seguían las enseñanzas de la economía colonial. Su posición, novedosa para México como modelo económico, fue en su momento poco entendida. Desde la etapa borbónica habían aparecido en revistas y periódicos científicos y literarios mexicanos ilustraciones que hacían referencias a los avances en la ciencia, el conocimiento de la flora y fauna americanos, los avances fabriles y la maquinaria moderna. Pero estos sólo eran conocidos por un pequeño grupo de ilustrados. Incluso, a principios de siglo XIX en los calendarios empiezan a sustituirse las ilustraciones de santos y acontecimientos religiosos por las actividades productivas como la siembra, la recolección, etc. Pero lo anterior, que implicaba desde luego un cambio favorable hacia una nueva concepción de la vida, era algo muy distinto a proponer que la nación se debía organizar conforme al funcionamiento de la maquinaria moderna, como indicaba  Antuñano. Así, aunque en esa época la bandera de México en sus diferentes manifestaciones se utilizaba el águila como símbolo de un pasado revalorado y de manifestación de independencia, en el emblema de Antuñano el águila con las alas abiertas sobre la industria significará no sólo el rescate del pasado nacional que unifica a criollos, mestizos e indígenas, si no la búsqueda del vuelo de la nación a la altura de las civilizaciones más grandes del mundo. Si con la imagen de la Virgen de Guadalupe y del águila nacional los criollos se unificaron mirando hacia atrás, para rescatar los orígenes de México como nación, en la propuesta de Antuñano lo que se busca es usar ese pasado para mirar hacia adelante para hacer de México una nación próspera. Para ello, pensaba Antuñano, como lo pensarán después Porfirio Díaz, los revolucionarios del Norte y el grupo alemanista en los años cuarenta del siglo XX, era necesario industrializar el país y consolidar un Estado capaz de crear los cuadros técnicos que México requería. Así, en su Cuadro, Antuñano retoma elementos de la realidad, los potencializa y los engrandece hasta imaginar las virtudes de un México industrializado que, con sus matrices, se consolidará un siglo después, a partir de los años cuarenta del siglo XX.

 

3) Antuñano contaba con fuertes enemigos que impidieron se tomaran medidas favorables al Cuadro: los monopolistas industriales y agricultores de algodón nacional que fomentaron  y permitieron la ruina de las otras fábricas textiles, como le informa claramente nuestro empresario a Lucas Alamán en ese mismo año de 1844.

 

4)  A diferencia de la nueva burguesía textil que empezaba a desarrollarse en Puebla deseosa de utilidades con base en la sobre explotación del trabajo, Antuñano era un empresario nacionalista que creía y fomentaba en sus fábricas el bien común.  Ese mismo año de 1844, además de idear el Cuadro Alegórico,  Antuñano inicia en las haciendas de su propiedad lo que llamó el Valle Industrial Mexicano. Dicho Valle, que no logró a consolidarse, se compondría, en palabras del empresario:

“De diez o doce fábricas, todas de movimiento hidráulico y de diez o doce pueblecitos de labradores arrendatarios de la mayor parte de las tierras de dichas fincas, con el fin de que teniendo la vez una ubicación y una propiedad rural, fueran también artesanos de la mejor moral, que alternativamente atendiesen al campo y a las fábricas de su demarcación, para cuyo efecto los pueblos quedarían señalados convenientemente.” Así, Antuñano planeaba convertir a sus obreros en  propietarios de sus haciendas, para “elevarlos en moral y virtud”.

 

 Él quiere ver ya resultados concretos de sus teorías, le quedan pocos años de vida. Pero para entonces está fuertemente endrogado por la compra de algodón nacional para La Constancia y La Economía, deuda que lo llevará a la ruina y a la posterior hipoteca de 

Emblema que representa el Sistema Industrial de México, inventado por Estevan de Antuñano, en 1834. Miguel A. Quintana, Estevan de Antuñano. Fundador de la industria textil en Puebla, México, SHCP, 1957. Figura tomada del texto La Constancia Mexicana: una revisión histórico-arquitectónica, de Juan Manuel Márquez Murad y Tatina Cova Díaz, BOLETÍN DE MONUMENTOS HISTÓRICOS | TERCERA ÉPOCA, NÚM. 20, SEPTIEMBRE-DICIEMBRE 2010

 

        Antuñano está convencido de que como empresario él mismo representa los intereses de los artesanos, industriales, comerciantes y trabajadores en general y busca encaminarlos a una sociedad futura más feliz, donde ellos sean la estructura fundamental de la sociedad; pero por lo pronto, piensa, estos sectores no están conscientes del papel que deben jugar, ya que pesan sobre los mismos tres siglos de dominio colonial e ideas monárquicas. Por ello considera que es a través de la educación como deben vencerse esos siglos de ignorancia acumulada, para después hacer crecer el número de hombres dedicados a las labores productivas y a la vez reducir lo más posible a la población improductiva.

         En 1844 Antuñano presenta ante el Congreso Nacional su Cuadro Alegórico del Sistema Industrial de México, Visto en Estado Perfecto y Feliz. Es decir su ideal de la sociedad futura. Dicho Cuadro está estructurado conforme al funcionamiento de la maquinaria moderna: a través de un agente motor, ruedas motrices, sistema de poleas, ejes principales, puntos de apoyo y acciones auxiliares. Equipara así su propuesta de cómo debe funcionar en la sociedad mexicana del futuro, con la de la fábrica moderna. En el Cuadro están presentes los aspectos tratados en su texto Plan Económico y Político,  que escribió anteriormente, pero recalca aún más el papel que debe jugar para la prosperidad de la nación el Banco de Avío, y agrega un elemento fundamental: el agente motor de toda la maquinaria, es decir, la fuerza motriz, será la voluntad y la prepotencia nacional o sea el deseo de cambio, la transformación de las costumbres, la voluntad de industrializarse. El agente motor de su propuesta es entonces un elemento ideológico y cultural fundamental: El cambio de costumbres, el consenso social a favor de la industrialización. Sin el cual, se entiende, no puede echarse a andar la fábrica social. La rueda motriz son las artes fabriles ilustradas. El eje principal, las manufacturas de algodón. Su base, la maquinaria moderna representada por  La Constancia Mexicana. El punto dominante, el comercio extranjero arreglado.  El pedestal del sistema, el Banco Nacional de Avío. Las acciones directivas menores, las Juntas directivas de industria. Las acciones auxiliares morales, la remuneración a quienes aventajen en la industria. La acción campestre, la propagación de plantas y animales exóticos, así como la población y colonización de las costas. La primera rueda subalterna, la agricultura cereal.  Su base, la población y riqueza agrícola y mercantil. Su eje, los consumos. Su segunda rueda subalterna, el comercio interior. Su otra base, la población y riqueza agrícola y fabril. Su eje, los caminos.

         Por su parte, en el Cuadro la industria ya regenerada está representada por la cornucopia Ceres, que da frutos, es decir goces sociales menores y mayores; así como por los laureles de triunfo. Las flores representan los goces menores de la vida social, que serían los del consumo, a su vez los mayores están representados por la población, el orden, la fortaleza, la sabiduría y la dignidad, siendo los más importantes los dos últimos. En el Cuadro se representa, según indica Antuñano, a la nación mexicana en su propio símbolo: el águila,  pero posada no ya sobre un nopal sino sobre los frutos de Ceres, la diosa de la agricultura y la abundancia para los griegos. Con ello Antuñano retoma el mundo cívico de México, elimina el nopal como símbolo agrario y eleva a la nación al lugar que ocupan las grandes civilizaciones de Europa y el mundo, para que la industria y el pueblo mexicano se conserven en estado feliz.

             La máxima felicidad para Antuñano es entonces un México soberano y libre, con un águila nacional que como decíamos no posa ya sobre un nopal, sino sobre los laureles de los goces sociales y morales otorgados por el movimiento de la maquinaria moderna. Esta será su nueva bandera. Sin embargo, la felicidad para Antuñano no está en las máquinas en sí mismas, sino en lo que se puede lograr gracias a las mismas, es decir en el componente ideológico que les adjudica: el advenimiento de un México libre, ilustrado, rico, virtuoso, gracias al trabajo industrial. A partir de la elaboración de su Cuadro Alegórico, Antuñano empieza a considerarse asimismo como el primer insurgente industrial de México.

            El Cuadro Alegórico representado en piedra fue colocado por Antuñano a la entrada de la fábrica La Constancia Mexicana. Y a su vez él solicita al Congreso Nacional que se discuta su contenido así como las medidas que habría que tomar el país para llevarlo a la práctica, como una prioridad nacional. Antuñano tenía particular interés en que el Cuadro se discutiera en el Congreso o que en su defecto este se conociera por el Presidente de México, ya que para entonces, en 1844, sus dos fábricas La Constancia y La Economía estaban en quiebra, ya que se había prohibido la entrada del algodón extranjero y el algodón nacional estaba controlado por acaparadores que también habían instalado fábricas textiles y que vendían a muy alto precio la materia prima a las otras industrias. De aceptarse el Cuadro Alegórico, con el símbolo de La Constancia en el centro del mismo, el gobierno hubiera tenido que acceder a las peticiones del empresario: sobre todo la de recompensar a sus fuerzo como pionero industrial permitiéndole la compra de algodón extranjero. Pero no fue así. Incluso su Cuadro mereció la burla de algunos liberales, como el propio Manuel Payno y fue objeto de caricaturas satíricas en el periódico El siglo XIX. Finalmente, en abril de 1844 el Cuadro fue presentado ante el Soberano Congreso por Lucas Alemán. Sin embargo para Antuñano esto no tuvo en lo inmediato ningún beneficio visible.  Hasta donde sabemos el Congreso nunca discutió su contenido, pero, por proposición de la Cámara de Representantes, este fue colocado simbólicamente en el salón de sesiones.

         Me parece importante destacar los siguientes elementos de sobre dicho emblema, mismos que desde mi punto de vista pueden explicar en parte el rechazo hacia el Cuadro o por lo menos su falta de comprensión:

 

1) Por primera vez en la historia de México la maquinaria y el deseo de industrializarse es considerado el medio fundamental para conquistar la felicidad privada y pública. En el Cuadro para conseguir la felicidad de México la religión queda a un lado. No existe Dios en el Cuadro Alegórico. Será la mecanización y la existencia de un Estado laico que apoye la ilustración en las artes y la técnica y el desarrollo de la industria, lo que nos conducirá a la felicidad. Las críticas recibidas por esta posición y temeroso de la reacción de la iglesia, llevaron a Antuñano a declarar en 1844: “yo después de Dios en lo que más creo por la evidencia de mi entendimiento es en la industria.”

 

 2) La base para alcanzar la felicidad y la prosperidad para el país estaba a su juicio en el desarrollo de la industria manufacturera y en la producción de máquinas, no en la agricultura como pensaban los liberales o en la producción de oro y plata como afirmaban los gobernantes que seguían las enseñanzas de la economía colonial. Su posición, novedosa para México como modelo económico, fue en su momento poco entendida. Desde la etapa borbónica habían aparecido en revistas y periódicos científicos y literarios mexicanos ilustraciones que hacían referencias a los avances en la ciencia, el conocimiento de la flora y fauna americanos, los avances fabriles y la maquinaria moderna. Pero estos sólo eran conocidos por un pequeño grupo de ilustrados. Incluso, a principios de siglo XIX en los calendarios empiezan a sustituirse las ilustraciones de santos y acontecimientos religiosos por las actividades productivas como la siembra, la recolección, etc. Pero lo anterior, que implicaba desde luego un cambio favorable hacia una nueva concepción de la vida, era algo muy distinto a proponer que la nación se debía organizar conforme al funcionamiento de la maquinaria moderna, como indicaba  Antuñano. Así, aunque en esa época la bandera de México en sus diferentes manifestaciones se utilizaba el águila como símbolo de un pasado revalorado y de manifestación de independencia, en el emblema de Antuñano el águila con las alas abiertas sobre la industria significará no sólo el rescate del pasado nacional que unifica a criollos, mestizos e indígenas, si no la búsqueda del vuelo de la nación a la altura de las civilizaciones más grandes del mundo. Si con la imagen de la Virgen de Guadalupe y del águila nacional los criollos se unificaron mirando hacia atrás, para rescatar los orígenes de México como nación, en la propuesta de Antuñano lo que se busca es usar ese pasado para mirar hacia adelante para hacer de México una nación próspera. Para ello, pensaba Antuñano, como lo pensarán después Porfirio Díaz, los revolucionarios del Norte y el grupo alemanista en los años cuarenta del siglo XX, era necesario industrializar el país y consolidar un Estado capaz de crear los cuadros técnicos que México requería. Así, en su Cuadro, Antuñano retoma elementos de la realidad, los potencializa y los engrandece hasta imaginar las virtudes de un México industrializado que, con sus matrices, se consolidará un siglo después, a partir de los años cuarenta del siglo XX.

 

3) Antuñano contaba con fuertes enemigos que impidieron se tomaran medidas favorables al Cuadro: los monopolistas industriales y agricultores de algodón nacional que fomentaron  y permitieron la ruina de las otras fábricas textiles, como le informa claramente nuestro empresario a Lucas Alamán en ese mismo año de 1844.

 

4)  A diferencia de la nueva burguesía textil que empezaba a desarrollarse en Puebla deseosa de utilidades con base en la sobre explotación del trabajo, Antuñano era un empresario nacionalista que creía y fomentaba en sus fábricas el bien común.  Ese mismo año de 1844, además de idear el Cuadro Alegórico,  Antuñano inicia en las haciendas de su propiedad lo que llamó el Valle Industrial Mexicano. Dicho Valle, que no logró a consolidarse, se compondría, en palabras del empresario:

“De diez o doce fábricas, todas de movimiento hidráulico y de diez o doce pueblecitos de labradores arrendatarios de la mayor parte de las tierras de dichas fincas, con el fin de que teniendo la vez una ubicación y una propiedad rural, fueran también artesanos de la mejor moral, que alternativamente atendiesen al campo y a las fábricas de su demarcación, para cuyo efecto los pueblos quedarían señalados convenientemente.” Así, Antuñano planeaba convertir a sus obreros en  propietarios de sus haciendas, para “elevarlos en moral y virtud”.

 

 Él quiere ver ya resultados concretos de sus teorías, le quedan pocos años de vida. Pero para entonces está fuertemente endrogado por la compra de algodón nacional para La Constancia y La Economía, deuda que lo llevará a la ruina y a la posterior hipoteca de 


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