• Fernando Fernández Font/Rector de la Ibero Puebla
  • 23 Abril 2015
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Abril de 1945. La imagen es de la ciudad alemana Dresde tras los bombardeos.  La devastación en Europa es total. Ni siquiera se cuentan aún los 45 millones de muertos con los que se recordará la mayor conflagración bélica en la historia de la humanidad. 1945 es también el año de la creación de la Organización de las Naciones Unidas. El 22 de abril fue designado por la ONU como el del día mundial de la tierra. Contra la pesadumbre por la estupidez humana la visualización de un mundo mejor en la defensa del medio ambiente y los derechos humanos. En este marco el texto de Fernando Fernández Font, rector de la Ibero Puebla, que recuerda también el primer año de trabajo del Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias en Medio Ambiente, Xabier Gorostiaga, S.J.

 

 

Las distintas realidades del mundo han ido conformando un cuadro complejo de fronteras que limitan y ponen en riesgo al ser humano, pero también de interconexiones que permiten abordar y darle visibilidad a los grandes problemas económicos, políticos y sociales que a todos, como parte de esta aldea global, nos afectan e impactan de manera importante.

 

De ahí la relevancia de generar espacios de diálogo profundo y de compromiso activo que respondan a las urgentes necesidades de una sociedad severamente fracturada. Por ello, desde esta casa de estudios, hacemos un reconocimiento al esfuerzo de los países que se propusieron crear a finales de la Segunda Guerra Mundial una nueva organización internacional que pudiera evitar conflictos bélicos y garantizar, mediante la negociación diplomática y otros recursos pacíficos, la paz y la seguridad internacional. Labor que, sin duda, ha sido trascendente para que el sistema multilateral y de gobernanza global –no obstante los grandes obstáculos que lamentablemente siguen presentes--  pueda representar en alguna medida a esa parte de la sociedad, herida e ignorada, por las grandes cúpulas del poder. Sin embargo, la tarea debe apuntar a un horizonte más ambicioso: el cambio radical de mentalidad; pues el uso de la ciencia y la técnica sin una conciencia ética y una responsabilidad moral ha provocado hecatombes y guerras de una dimensión insospechada que arrastran progresivamente sin importar la destrucción de la misma especie humana.

 

La voracidad consumista, la injusta repartición de la riqueza, la sobre-explotación de los recursos naturales, la ambición del poseer, no tienen límites ni escrúpulos, ni siquiera ante los riesgos inminentes y las amenazas globales para nuestro planeta. El peligro inminente de todo ello consiste –como bien lo explica Leonardo Boff, teólogo de la liberación-, en que “una sociedad que decide organizarse sin una ética mínima, altruista y respetuosa de la naturaleza, está trazando el camino de su propia autodestrucción”.

 

Ante esta realidad, es importante preguntarnos como ciudadanos globales y como instituciones educativas cuál es nuestro papel y cómo, desde nuestro modelo ignaciano, podemos contribuir a divulgar conocimientos y a formar parte de los debates públicos que influyan responsablemente en los ámbitos de decisión a favor del bien común, a través de una vinculación que aborde más allá de nuestras aulas, lo que afecta a las grandes mayorías de nuestro planeta: debemos desenmascarar los prejuicios sociales y los intereses económicos, para podernos reconocer como seres interdependientes.

 

Para nosotros ni la educación ni el desempeño profesional pueden ser indiferentes a la suerte del ser humano. Por ello pensamos que tales presupuestos han ido obligando a la inteligencia universitaria a pensar de manera distinta su acto educativo y a descubrir que todo lo que el ser humano haga, puede ayudar o no a la transformación justa de nuestro mundo. “La política sin principios, el progreso sin compasión, la riqueza sin esfuerzo, la erudición sin silencio y el culto sin conciencia, son los males que acabarán con la raza humana”, como asevera acertadamente el Mtro. Teódulo Guzmán, académico de nuestra Universidad.

 

Justo hoy, cuando se celebra el Día Internacional de la Madre Tierra, la Universidad ignaciana en la que hoy nos hemos dado cita, festeja también el Primer año del Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias en Medio Ambiente. En la Ibero Puebla, trabajamos diariamente y desde la investigación para generar alternativas y propuestas ante los sistemas ecológicos y sociales que han sido lacerados por la devastación ambiental, el agotamiento de los recursos, pero sobre todo por los proyectos, hoy conocidos como ‘de muerte’, mismos que amenazan acelerada y agresivamente la vida de nuestro planeta.

 

El aire, el agua y la tierra en la que crecemos, son parte de un complejo y delicado ecosistema mundial que está presionado cada vez por mayores actividades humanas. La pesada economía de la humanidad se manifiesta en la deforestación tropical y el agotamiento de la pesca oceánica; en la creciente escasez de agua dulce y en la rápida disminución de la diversidad biológica en tierras y mares, cada vez más contaminados.

 

En este sentido, para las obras de la Compañía de Jesús, las universidades juegan un papel fundamental en el mejoramiento de la calidad de vida, en la conservación ambiental y en el tránsito hacia sociedades sustentables. “En la educación jesuita –como señala el P. Gral. de la Compañía de Jesús, Adolfo Nicolás- la profundidad del aprendizaje e imaginación acompañan e integran el rigor intelectual con la reflexión sobre la experiencia de la realidad, junto con la imaginación creativa, para trabajar por construir un mundo más humano, justo, sustentable y lleno de fe”.

 

Así pues, debemos entonces comprometernos con la construcción de una sociedad basada en una relación distinta del ser humano con la naturaleza, permitiendo un desarrollo socialmente incluyente, económicamente rentable y ambientalmente responsable. Es decir, sustentable en todo el sentido de la palabra.

 

Con el fin de seguir impulsando esta conciencia ética y ambiental, el día de hoy me permito dar a conocer públicamente que la Universidad Iberoamericana Puebla en próximos días emitirá su Declaratoria Ambiental 2015, compromiso desde todas las funciones sustantivas de nuestra universidad por seguir incorporando y fortaleciendo una educación para sociedades sustentables. Y desde la Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina (AUSJAL), se dará inicio al proyecto de largo plazo “Universidades Comprometidas con Sociedades Sustentables” que consiste en el establecimiento en nuestras universidades de sistemas e indicadores de gestión ambiental de los campus universitarios.

 

Con estos esfuerzos apuntamos a reconocer que es necesaria una transformación mundial en formas de pensar y vivir, en actitudes, prácticas e inercias, y que es especialmente urgente abordar la manera en que generamos la energía que impulsa nuestro acontecer diario y trabajar para alcanzar acuerdos globales de gobernanza para la justicia social y climática.

 

Sin duda, la coherencia tiene su precio, pero si perdemos el sentido de la misión, si en lugar de buscar el bien común sólo perseguimos nuestro beneficio, entonces habremos equivocado el rumbo.

 

Todo esto representa esa nueva realidad que el mundo ha tenido que mirar de frente, para desde ella adaptar y modificar su propia acción, con miras a responder mejor a los retos que de ahí se desprenden. Los matices se han de dar, pero la necesidad es imperante; estamos llamados a evolucionar hacia nuevas formas de organización, más ágiles, eficientes, democráticas y sustentables.

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