• José María Pérez Gay
  • 30 Mayo 2013
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Por: José María Pérez Gay (1944-2013)


Pero el destino se había cerrado ya para Camboya. A principios de 1969 Richard M. Nixon asume la presidencia de Estados Unidos: los nuevos ocupantes de la Casa Blanca se dieron a la tarea de rescatar a la nación del pantano de la guerra; en abril, quinientos cuarenta mil soldados estadunidenses se hallaban atrapados en Vietnam, trescientos cadáveres llegaban cada semana a los Estados Unidos y el movimiento de oposición se multiplicaba en todo el país. Las justificaciones en torno a la presencia de los Estados Unidos en Vietnam se fueron desgastando: a esa altura de la pelea, nadie creía en la posibilidad de una invasión china ni, mucho menos. en el combate por la democracia de Saigon. El Metternich de Harvard, Henry Kissinger se hizo entonces cargo de la situación. La guerra fue volviéndose, sin embargo, una locura cada vez más sangrienta y generalizada: en los tres primeros años del gobierno de Nixon cayeron quince mil soldados estadunidenses en los campos de batalla, el número de civiles muertos y heridos era el más alto registrado hasta entonces; dos años después de haberse iniciado en París las negociaciones de paz, (1970), la guerra de Vietnam se había convertido en la guerra de Indochina. Nixon, incapaz de resucitar el entusiasmo bélico recurre a una política llamada vietnamización: la lenta retirada de las tropas estadunidenses, la participación de las fuerzas vietnamitas y el bombardeo implacable del territorio enemigo. A escasos tres meses de haber tomado el poder la administración de Nixon, el nuevo general en jefe de los ejércitos norteamericanos en Vietnam, Creighton Abrams, sugiere al Pentágono el bombardeo directo de Camboya Obsesionado por encontrar el cuartel general del enemigo, sospechando que se encontraba en algún lugar del reino vecino. Abrams recomendaba entrar en Camboya y obligarlo a dar la cara. La sugerencia fue estudiada con cuidado: una semana después funcionarios del Pentágono y del Departamento de Estado discutían el proyecto; en un desayuno de trabajo se dieron cita Melvin Laird, el general Wheeler y el representante de Kissinger en el Consejo de Seguridad, el coronel Alexahder Haig. Como resultado de aquel desayuno, el 18 de marzo de 1969 da comienzo la operación Breakfast: bajo estrictas medidas de seguridad varios B-52 estacionados en las bases de Anderson y Guam se dirigieron sobre Camboya. Por primera vez un presidente de los Estados Unidos aprobaba el ataque directo a un país neutral. La operación Breakfast fue la primera etapa de otra operación más amplia, la Menú, que se prolongó hasta mayo de 1970: tres mil bombardeos a lo largo de la frontera, sobre un radio de veinticinco kilómetros cuadrados.


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