• Dick Keis
  • 13 Febrero 2014
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(Tomado del blog Moving on http://dick-keis.blogspot.mx/ del escritor norteamericano Dick Keis, de quien Mundo Nuestro ha publicado entre otros textos Oaxaca, una ráfaga de viento http://tinyurl.com/msddf98 y ¡No es fácil morir! En memoria de Marie le Glatin http://tinyurl.com/kwc2daj. Todas las fotos que ilustran el texto son del propio autor. La traducción es de Victoria Sandoval/Taller de Periodismo Narrativo)

 

Una de las cosas que más me gustan de los mexicanos es su amor por celebrar la vida. Las fiestas, los fuegos artificiales y la banda municipal están entretejidas en la tela de la sociedad. Es raro que pase un día sin que el fuelle a todo volumen de los instrumentos de latón: tubas, trombones y trompetas,  te llame para que te unas a la celebración.



Es increíble como el bommp, bommmp, bomp de la tuba atrapa tu atención. Si la tuba no te llega, entonces los cuetes lo harán. Cuetes le llaman a un tipo de fuegos artificiales que no tienen ninguna cascada de colores brillante, sino una explosión ensordecedora casi de paro cardiaco que explica por qué no se ven muchas vajillas de cristal en los restaurantes locales. La banda y los cuetes son una guía aural y una invitación abierta a una reunión comunitaria hecha para compartirse.

La mayor parte del tiempo, la fiesta va de la mano con alguna celebración religiosa. Pero el ritual y la reverencia están siempre acompañados por un convivio, un evento social que acerca a las personas como familia y amigos. Y siempre incluye a los niños; ellos son el centro de casi todo. No se necesita de mucho dinero para disfrutar de la comunidad. Sin embrago, hay cosas en las que la gente gasta su dinero, arduamente ganado, como puede ser una foto de sus hijos con “La Virgen de Guadalupe”, o una fría nieve de la heladería local.

Otra marca de una verdadera celebración de la comunidad son los monos de calenda, estructuras gigantes de papel maché con una estructura hecha de carrizo, un material parecido al bambú. Los monos femeninos siempre están muy bien vestidos y los masculinos tienen bigotes y están bien arreglados. Tuve la fortuna de conocer a José, un artista popular que fabrica monos. Él estaba muy involucrado en la Fiesta de Nuestro Señor de Esquipulas en la iglesia de Carmen Alto, a 50 metros de mi departamento. José hace los monos y les enseña a los niños del vecindario a bailar en ellos. Los niños están más que felices de meterse dentro de los monos y girar en la plaza con abandono temerario. José es un verdadero ejemplo de lo que significa ser un artista popular. Hace su arte por amor a su comunidad y las ricas tradiciones del lugar donde nació.



La celebración de Nuestro Señor de Esquipulas fue un evento de todo el día, y no uno, sino dos domingos consecutivos. La banda municipal y los monos iban con el acelerador a fondo desde las diez de la mañana hasta las diez de la noche. Sin embargo había algunas pausas que permitían un descanso en la sombra entre baile y baile. Había tiempo para que los vendedores caminasen entre la multitud, tratando de ganarse algunos pesos al día para poder sobrevivir, vendiendo chicles y cigarros a los participantes del festejo. No sería una fiesta sin ellos.

Toda buena fiesta mexicana termina con una demostración inolvidable de fuegos artificiales. No puede haber otra forma. Se toman horas en preparar la culminación de la tarde. Se construyen castillos con precisión pirotécnica, obras de arte hechas para ser destruidas en minutos y así llenar las expectativas de la muchedumbre. Como dijo mi amigo Bob: “Parece una versión mexicana del Burning Man” (Hombre en llamas, festival anual estadounidense en el que se quema una estructura gigante con forma humana.)

Así que la próxima vez que alguien te diga que es peligroso viajar a México, que los carteles de drogas van a secuestrarte y a decapitarte, sólo diles que una banda te está llamando y que tienes una pandilla de monos fuertes y armados para protegerte.





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