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Por: Enrique Soto/Revista Elementos

¿Puede haber una fotografía que no se vea sometida por los propósitos comerciales o artísticos y que se realice por el mero gusto de hacerlo? Vale pensar en ello en estos tiempos digitales.

La revista Elementos, publicada por la Benémerita Universidad Autónoma de Puebla, presenta en su edición número 92 de Octubre-Diciembre del 2013 un texto de su director Enrique Soto, fotógrafo él mismo, además de científico. En él se relata la trayectoria de una fotógrafa norteamericana, Vivian Maier (1926-2009), quien, ajena a los circuitos comerciales y artísticos, retrató su mundo con la libertad de quien no piensa vivir de ello ni espera reconocimiento alguno. Y dejó un acervo de más de cien mil negativos que hoy deslumbran por su espontaneidad y certidumbre.


La fotografía, hoy más que nunca al alcance de todos, fue en los años previos al mundo digital un asunto de iniciados. Existieron, sim embargo, saficionados que sin ningún entrenamiento formal realizaron cientos de miles de fotos. La mayoría de estas quedaron en el ámbito familiar y luego de una o dos generaciones fueron a terminar en remates de herencias; con suerte, algunas llegaron a manos de coleccionistas. Una gran cantidad, sin embargo, fue a parar directamente a la basura. Y en la suerte que corrieron las fotos se distinguen los aficionados de los fotógrafos profesionales o incluso de los aficionados que alcanzaron un cierto grado de creatividad y notoriedad. Los profesionales valoran sus fotos, las conservan, imprimen, editan, publicitan y se ganan la vida como fotógrafos. Los aficionados semi-profesionales no bien de la fotografía aunque participan del mundo y de las redes sociales relacionadas con ella, anteriormente a través de exposiciones, amistades, etc. Y hoy en su mayoría a través de internet. Por todo esto es que destaca y desconcierta el caso de Vivian Maier.

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