• Sergio Mastretta
  • 03 Septiembre 2015

Caminar con Concho Colotla los campos de Tepeaca

 

El enojo de San Pablo Actipan

 

¿Quieres saber de la desgracia de un río? ¿Y una de sus mil perspectivas, el enojo de los campesinos de San Pablo Actipan, en Tepeaca?

Sigue los drenajes de cualquier ciudad, de cualquier pueblo. Desde las faldas del Izta en las inmediaciones de Santa Rita Tlahuapan y Texmelucan hasta los llanos de Tepeaca y Tecamachalco. Asómate a sus drenajes, encuentra sus canales de descarga, adéntrate en sus barrancas. Sigue la huella del olor humano primario, de la descomposición, de la mierda.

Y entenderás la catástrofe ambiental y social del río.

Y que la vida cumple sus ciclos: la bacteria C. cayetanensis respira muy acomodada en el cilantro de  un taco al pastor, luego se instala para reproducirse un tiempo en el intestino humano, y ya lista se desagua en diarrea por los albañales, inunda los campos en una tormenta y encuentra espacio en el refugio cálido y verde de la plantita.

Y todo da vueltas y corre por el agua. Un ir y venir, subir y bajar, nacer y morir.

Por ejemplo en Tepeaca: su central de abastos, la casucha que esconde unos baños públicos al fondo de la explanada, a unos metros del expendio de pulque al aire libre, con la podredumbre de una “laguna de oxidación”  encerrada en un cuadrilátero de ladrillos y malla ciclónica, y el escurrimiento de agua negra en el punto extremo de esa media luna inmensa con sus bodegones vacíos y sus planchas de pavimento en las que cuelgan los tendederos del tianguis de los viernes. Un viejo mercado  en ese pueblo reconocido por Hernán Cortés en 1520.

Entonces entenderás el enojo de los campesinos de San Pablo Actipan.

El reclamo contra las aguas negras viene desde 1993. Composición de Mundo Nuestro.




“Las bodegas asemejan ballenas varadas en una playa desierta…”  Foto de Mundo Nuestro.

 

 

Concho Colotla, con su pelambre que ya platea refrenada por el sombrero, señala el canal de aguas negras que corre a lo largo de la brecha que desde la explanada de la Central de Abastos de Tepeaca se adentra en los campos de cultivo de San Pablo Actipan. Hoy es miércoles, y el enorme tianguis de ropa, trueque y barbacoa funciona sólo los viernes, así que los cascarones sucios y vacíos de las bodegas asemejan ballenas varadas en una playa desierta.

“Todo el drenaje del sur de la ciudad viene a dar acá –dice Concho, el muy maduro líder que en el sexenio de Melquiades Morales encabezara una exitosa rebelión campesina en contra de una autopista que cortaría como un afilado machete los campos de cultivo desde Tecamachalco y por Tepeaca hasta Valsequillo--. Toda la mugre de los barrios de San Miguel, Santa Apolonia, Santa Cruz. Y de remate el tianguis de los viernes. Y lo venimos peliando desde i993.” Foto de Mundo Nuestro.





Las dichoso plantas de tratamiento son meros jagüeyes por los que ya ni siquiera pasa el agua…”. Foto de Mundo Nuestro.

Un muladar cercado, esa es la laguna de oxidación en la Central de Abastos. Foto de Mundo Nuestro

 

“Ahí está la dichosa planta –dice Concho--, es un vil desagüe con todo lo que descarga Tepeaca y el tianguis. Y todo va a dar a nuestros campos. Cuando viene la cargada de las lluvias todo se desborda, todo el mugrero inunda las parcelas.”

Pronto me enteraré que en un día cualquiera se cuentan ocho litros por segundo. Y el viernes de tianguis más de diez. Son 140 tomas del sur de la ciudad de Tepeaca que vienen a parar a este canal; ahí se incluyen los desechos de muchos de los 80 tablajeros que los jueves matan reses y borregos para la barbacoa. A ello añade los miles de comerciantes y marchantes que el viernes abarrotan calles y pavimentos de la Central. Todo descargado en un canal que se desborda en tiempo de aguas cada que las trombas azotan Tepeaca.



La vista aérea: los canales de aguas negras en Tepeaca atraviesan los campos de cultivo que riegan con agua limpia de pozo los campesinos de San Pablo Actipan, San Hipólito Xochiltenango y otros pueblos de la región. A la derecha, la línea negra sigue el curso de la Barranca del Águila en su ruta hacia el sur; en ella descargan los drenajes de 17 municipios en la región de Amozoc-Tepeaca-Tecamachalco Composición de Mundo Nuestro.

 

“Nosotros no regamos con agua negra…”

 

Seguimos la brecha que baja hacia San Pablo y que lleva hasta el Tecnológico un kilómetro más abajo. Poco a poco aparecen los cultivos de maíz, de brócoli, de coliflor. Por ningún lado veo cilantro. Al parecer, alarmados por las noticias, los productores decidieron voltear la tierra donde estaba cultivado hasta hace unos días.

Concho señala los hidrantes que conectan a las parcelas con el sistema de riego con agua de pozo que mantiene a San Pablo como el principal productor de hortalizas en la región: 400 hectáreas de tierras ejidales de riego abiertas al cultivo hace poco menos de cincuenta años.

“Empezaron nuestros padres, a pico y pala, piedra por piedra, con barras, con mazos y hasta con dinamita para los pedregones de cinco o seis metros –cuenta Concho--. Ya a nosotros nos tocó trabajar con maquinaria, pero aquí sufrimos igual que ellos.”

De un maizal sale Ruperto Rojas Flores, ejidatario igual que Concho.

“Nosotros no contaminamos –me dice en cuanto se entera del motivo de mi caminata con el líder campesino--, aunque lo hayan dicho en el Sol de Puebla. Ai ve usté los hidrantes, aquí pura agua de riego, nosotros no usamos el agua negra de Tepeaca.”

“El problema está en que con las lluvias ese canal se desborda y contamina los campos –explica Concho--, por eso nuestra vieja demanda al municipio: que entube sus aguas negras, que ponga a trabajar las plantas de tratamiento. Pero no entienden, no va a haber otra que taparles su caño…”



Por el arbolado corre el canal de aguas negras. Enterrada va la tubería que con hidrantes se distribuye desde los pozos hasta los campos de cultivo.”


“Nosotros no usamos las aguas negras de Tepeaca”, dice Ruperto Flores.



“Don Ruperto sale desde la espesura del maizal…” Foto de Mundo Nuestro

 

La economía campesina que está en jaque

 

Son 400 hectáreas regadas con 14 pozos, cinco de ellos conectados a los campos a través de una red de seis kilómetros de tubería. Fueron al 50 y 50 por ciento en la inversión con la Comisión Nacional del Agua. Todo un sistema de producción a la vuelta de la ciudad de Puebla, y sustentado en la relación que guardan con el agua. Para entenderlo, echo un ojo a las cifras del cilantro:

Se siembra en 48 municipios en el valle de Puebla, con 3,500 hectáreas dedicadas, con tres cultivos, por lo que la estimación por hectárea al año supera las diez mil, con una producción por encima de las 90 mil toneladas, la mitad para la exportación (al menos seis embarques de 20 toneladas al día hacia Estados Unidos), con ingresos superiores a los 180 millones de pesos y una generación de empleo de 800 mil jornales al año que abastecen a 40 empacadoras en 60 cargaderos. (Informe del Comité Estatal de Sanidad Vegetal del Estado de Puebla, Agosto 2015).

Hago las cuentas con Concho sobre los números de una huerta de coliflores: en tres cuartos de hectárea se alojan 80 charolas, arriba de 24 mil plantas, y si las pesas en la cosecha cada una se lleva un kilo, algo asi como 24 toneladas.

Sumamos:

Preparación de la tierra, 800 pesos.

80 charolas, 4,800 pesos.

Siembra con ocho peones y ocho jornales, 960 pesos.

Dos tandas de fertilizante, 2,600 pesos.

Cuatro fumigadas: 3,200 pesos.

Agua de seis riegos, 3,000 pesos.

Total, 15,360. Lo demás, depende del  monto que el productor haya acordado para la venta con la empresa empacadora o el intermediario o la venta directa en la central de abasto. Esta que tengo a la vista costó 25 mil pesos.



La huerta de coliflores está lista y espera a los cortadores contratados por la empresa empacadora que la ha comprado.

 

Una huerta así, en agosto del 2015, cuesta al comprador, que carga con la cosecha, 25 mil pesos. En otro momento, y con más suerte para el productor, puede alcanzar los 38 mil pesos. Esa es la suerte campesina.

 

Todo un sistema de producción campesino puesto en jaque por la contaminación de las aguas que escurren desde pueblos y ciudades hasta los campos de cultivo que se riegan con agua de pozo limpia.

 

Nuestro pasaporte de mexicanos

 

A la bacteria Cyclospora cayetanensis la puedes algo nubladita en el retrato de algún laboratorio gringo:

 

 

Y aquí el retrato del bichito por cortesía del Oregon State Public Health Laboratory.

 

La alerta la dieron los gringos desde el 2013: la FDA (su oficina de Adminstración de Alimentos y Medicamentos) informó de un brote de contaminación con el parásito Cyclospora cayetanensis, con 643 afectados, buena parte de ellos en Texas. Y declaró sospechoso al cilantro poblano. No hubo revuelo en Puebla. En el 2014 se detectaron 77 casos más, y de nuevo señalaron en sus alarmas hacia Puebla.

Así que un parásito, dice el reporte: “un protozoo, patógeno emergente que provoca diarrea aguda.” Los científicos saben mucho de ella, y ya bautizaron a la enfermedad que provoca: “la diarrea del viajero”.  Si eres mexicano puedes decir que casi la cargas en tu pasaporte. Como las amibas. Y las garnachas. Y nuestro exquisito gusto hirviendo en la manteca. Aquí la llamamos “la venganza de Moctezuma”. El problema es que empieza a ser común del otro lado de la frontera. Y para eso están sus reguladores, y sus habituales tarjetas rojas contra los productores mexicanos.



El ciclo bien explicado a través de una simple gráfica.

 

Pero el reclamo gringo ha llegado ya con estrictos oficios de sus reguladores sanitarios. En ellos han dicho: es el cilantro poblano. Alarma inmediata, ahora sí, pues el cierre que trae en el sello de la FDA pone en jaque el empeño con el que lo siembran los campesinos en Tepeaca.

SAGARPA ha identificado a 127 unidades de producción de cilantro en Puebla, y mantiene pláticas con 49 empacadoras y trece empresas. Según reporte de esa dependencia federal en Puebla, en este mes de agosto pasado sólo tres unidades de producción y tres empresas empacadoras han logrado solventar las Once medidas para prevenir o reducir los riesgos por contaminación microbiológica en la producción primaria de hortalizas que se tienen que presentar ante la FDA gringa.



El gobierno municipal en jaque

 

“A ver David, ¿cómo quieres que la gente te recuerde”, le dice Concho Colotla al presidente de Tepeaca?”

Y su pregunta la acompañan otros productores que reclaman al alcalde la contaminación de sus tierras por el drenaje de la ciudad de Tepeaca:

“Mire presidente –le dice uno de ellos en la reunión que se realiza este miércoles 13 de agosto en el despacho de la presidencia municipal--, no es justo que por negligencia no se corrija. ¿Y por qué señalan a San Pablo Actipan? ¿Por qué no dicen nada de Los Reyes de Juárez? Ahí están sus campos de acelgas regadas con agua negra. Así es, presidente, los gobiernos son los enemigos de la gente, pero ya no lo vamos a aguantar en San Pablo, te vamos a taponear tu drenaje.”

(PRÓXIMA SEMANA: Para entender la catástrofe del río Atoyac/Tercera parte: La equivocación del presidente de Tepaca)

 

 

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